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Columna
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Sobre la política económica de Jospin

José Borrell Fontelles analiza los logros de la política de Lionel Jospin y las causas de su fracaso electoral. El autor se pregunta si la creación de empleo es suficiente para satisfacer las demandas de los votantes

Josep Borrell

Jospin encarna una concepción de la política más honesta que la de sus predecesores y adversarios. En vez de prometer todo y su contrario, dijo lo que haría y lo hizo. A pesar de los inevitables desfases entre el discurso y la práctica, su acción de gobierno resiste muy bien la comparación con su programa.

Para dirigir su gobierno de 'izquierda plural', demasiado plural quizás, ha tenido que hacer equilibrios difíciles, sin caer por ello en las marrullerías que desprestigiaron la política y alejaron a los franceses de la izquierda. Durante sus cinco años de gobierno se crearon 1,8 millones de puestos de trabajo -una cosecha histórica- y, por primera vez, Francia ganó a Alemania en los frentes combinados del crecimiento, el empleo, la inflación y el déficit público.

Este resultado no ha sido suficiente para permitirle disputar la segunda vuelta de las presidenciales, reducida a un estéril enfrentamiento entre la derecha y la extrema derecha de un país enfermo de temor al futuro. Probablemente la autosatisfacción gubernamental por los indicadores y las estadísticas sobre el empleo impedían a los socialistas detectar la frustración ciudadana por el mantenimiento de elevados niveles de precariedad e inseguridad.

Quizás el aumento del empleo tampoco podía corregir, en el corto plazo, los efectos sociales desestructurantes de largos años de excesivo desempleo y exclusión.

Al llegar Jospin al Gobierno, en junio de 1997, la economía francesa ofrecía márgenes de maniobra suficientes -a pesar de los límites impuestos a nivel europeo por el Pacto de Estabilidad- para un relanzamiento de la demanda vía expansión presupuestaria, sin temor a un repunte inflacionista o del déficit exterior. Es lo que hizo Jospin revalorizando el SMIC (salario mínimo) y tomando otras medidas que aumentaron en un 1% el poder de compra y el gasto público en favor de las políticas de educación y de desempleo.

Estas medidas tuvieron un efecto positivo sobre el crecimiento a partir de un incremento primero del consumo y luego de la inversión y se tradujo en una mejora de los ingresos fiscales que, a su vez, permitió controlar el déficit público. Todo, tal como Keynes lo había previsto y descrito según un comportamiento de manual de las variables macroeconómicas, que se tomaba la revancha histórica del fracaso de las políticas de Mitterrand, 15 años atrás. La comparación de las tasas de crecimiento del producto interior bruto (PIB) entre Alemania y Francia son bien ilustrativas.

Jospin dio la prioridad al relanzamiento del consumo primero y a las reducciones fiscales después, en vez de perseguir de forma mecánica el equilibrio presupuestario. El déficit público de Francia se redujo menos rápidamente que el de Alemania, pero las medidas adoptadas por Schröder contribuyeron a reducir el crecimiento y acabaron empeorando los resultados finales.

Es una buena lección para los que tienen una visión demasiado estática y mecanicista del Pacto de Estabilidad olvidando que se puede mejorar más el equilibrio presupuestario recuperando el crecimiento que a través de medidas restrictivas puramente contables, cuyos efectos macroeconómicos no se suelen tener en cuenta.

Como es bien sabido, la política de empleo de Jospin no se limitó a una reorientación del conjunto de la política presupuestaria. Aplicó también intervenciones directas como la creación de 250.000 empleos para jóvenes, las 35 horas y la controvertida prima fiscal para el empleo, mucho más activas que las previstas en la teoría keynesiana.

No parece, además, que como pronosticaban sus críticos haya afectado negativamente a la competitividad de las empresas francesas, pero tampoco han podido cambiar, en tan poco tiempo, las condiciones del mercado de trabajo en el sentido que los electores demandan.

¿Crear empleo no basta, sería la lección para una izquierda moderna a partir de la experiencia francesa? Seguramente, pero aún no siendo suficiente, es una condición necesaria para cualquier estrategia real de integración social. Y, en este sentido, la política económica del Gobierno Jospin es especialmente ilustrativa de cómo medidas voluntaristas permiten aprovechar una coyuntura favorable.

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