Las recomendaciones bursátiles se clarifican tras los errores cometidos con Internet
Morgan Stanley utiliza desde el pasado 18 de marzo un nuevo sistema para puntuar la renta variable. La firma estadounidense ha reducido de cuatro a tres los términos de calificación. Morgan Stanley sigue los pasos de otras firmas que en el último año han simplificado la nomenclatura.
Las entidades coinciden en afirmar que los motivos del cambio pasan por hacer más transparente la visión que tiene la firma sobre una compañía. Sin embargo, tras nuevas nomenclaturas se esconde el intento de enmendar los errores cometidos en pleno estallido de la burbuja tecnológica , cuando algunos valores mantuvieron recomendaciones con sesgo positivo a pesar de haberse desplomado.
Una de las firmas pioneras en los cambios fue HSCB. En septiembre del año pasado esta entidad financiera tomó entonces una decisión inédita: prohibió a sus analistas otorgar a un valor la recomendación de mantener. No hace falta ser un experto para darse cuenta de que los analistas casi nunca aconsejan vender. Se calcula que históricamente menos del 10% de las recomendaciones llevan esa etiqueta. Este porcentaje menguó con el apogeo de los valores tecnológicos, lo que agrió la polémica sobre el conflicto de intereses entre banca de inversión y analistas.
No faltaron quejas de inversores denunciando que una firma contratada para colocar en Bolsa a una compañía emitiera después, desde su división de análisis, recomendaciones sobre la misma, que, naturalmente, solían ser positivas. Dejando de lado la pericia del analista, la disparidad y opacidad de las nomenclaturas confunden al inversor. Mientras un experto reconoce que una recomendación de mantener o neutral esconde un vender, los bolsistas menos avezados pueden interpretar que una calificación así no comporta peligro. De ahí la decisión de HSBC, que el número de recomendaciones de compra se equilibrase con las de venta.
Un ejemplo claro del sesgo alcista era el antiguo sistema de Morgan Stanley. El abanico iba de fuerte compra, compra, neutral hasta peor que el mercado. El espectro da preferencia hacia la compra y la venta queda camuflada con el término peor que el mercado.
Otro problema con que se puede encontrar el inversor es un sistema que convierte la precisión en galimatías. Merrill Lynch aporta aquí su grano de arena. Esta entidad asignaba una letra de la A a la D, que indicaba el riesgo de volatilidad (D era el mayor riesgo); un número del 1 al 6, que señalaba el potencial en el medio plazo; otro número del 1 al 4, que representaba el potencial a largo plazo, y finalmente otro número del 7 al 9, indicador del potencial que ofrece el dividendo. En este sentido, las recomendaciones eran del tipo D-1-2-9. Nadie puede negar de la precisión del sistema de Merrill, pero el inversor necesitaba un manual para entenderlo.
El último cambio de Merrill, en diciembre del año pasado, ha reducido de seis a cuatro los números de potencial de revalorización. Asimismo, enfatiza las palabras en detrimento de los números y obliga a sus analistas a fijar precio objetivo si se aconseja fuerte compra.
Por su parte, el nuevo modelo de Morgan Stanley ha reducido a tres la nomenclatura. Ahora esta firma utiliza los términos de sobreponderar, igual que el mercado e infraponderar. Añade las perspectivas sobre la industria que analizan, indicando si esperan que los resultados de la misma serán 'atractivos', estarán 'en línea' con el índice de referencia del mercado o si los ven con cautela en los próximos 12-18 meses. Los sistemas de Merrill y de Morgan Stanley son sólo un ejemplo en una industria donde prima un espectro de cinco eslabones, dos de compra, uno de mantener y dos de venta.
En junio de 2001 Prudential simplificó su esquema a tres vocablos: comprar, mantener y vender. El significado de cada uno era también simple: comprar si la firma cree que subirá más del 20% en un año, vender si bajara más de un 20% o mantener si puede subir o bajar un 20% como máximo. Prudential se limitó a aplicar el sentido común, ya que un inversor sólo puede hacer tres cosas con una acción, comprarla, venderla o guardarla.