Más control a las empresas
Los últimos escándalos financieros, con la quiebra de la empresa estadounidense Enron como referente más significativo, han condicionado la agenda de trabajo de los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea reunidos en Oviedo el fin de semana. Los máximos responsables económicos de la UE, plenamente conscientes de la necesidad de disponer de una terapia de urgencia ante la amenaza de una crisis de confianza de los inversores en el sistema financiero, han acordado acelerar los trabajos encaminados a estrechar el cerco a las posibles conductas equívocas o abusivas entre auditores, analistas financieros, bancos de inversión y agencias de calificación. Según el calendario que se ha impuesto al grupo integrado por siete expertos europeos en normativa contable -entre ellos, el español José María Garrido-, a mediados de año tiene que haber una propuesta de reformas legales que puedan hacerse definitivas en septiembre.
La convicción de intensificar los controles para devolver la confianza a los inversores se plasmará, casi con toda seguridad, en la imposición de medidas drásticas. Al menos, eso parece desprenderse de los ambiciosos objetivos planteados en Oviedo. Se pretende forzar un mayor aislamiento de las relaciones entre auditor y auditado, poner límites (5%) a la inversión de los fondos de pensiones en las propias empresas que los crean y supervisar de forma estricta la actuación de los analistas financieros. Igualmente, los siete expertos analizarán toda la normativa sobre el funcionamiento de los miembros independientes de los consejos, la remuneración del personal directivo y su responsabilidad sobre la información financiera de la empresa. No han faltado países, como algunos nórdicos, que han pedido limitar la percepción de opciones sobre acciones por parte de los directivos.
La sombra de cómo controlar a los que controlan también ha planeado sobre la reunión de Oviedo. Sin embargo, los planteamientos en este terreno han sido mucho más timoratos que en el anterior. El Banco Central Europeo, que desea canalizar esta vigilancia a través de los bancos nacionales, salió prácticamente indemne de la escaramuza. Bruselas recibió el encargo de realizar un estudio sobre la posible coordinación de los distintos sistemas de supervisión, pero no prosperó la idea de crear un órgano de supervisión financiera a escala europea, tal y como proponían los ministros de Economía de Alemania y Reino Unido, Hans Eichel y Gordon Brown, respectivamente.
El reto que tiene planteado ante sí el grupo de trabajo es grande. No se trata de recurrir a una regulación minuciosa y exhaustiva que podría asfixiar el funcionamiento de los mercados, sino de establecer unas reglas del juego que, iguales para todos, se cumplan. En definitiva, de acabar con la ficción de los códigos de conducta, buen gobierno de las empresas, etcétera, que han servido más como coartadas de comportamientos reprobables que como garantes del juego limpio.