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Columna
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Es el momento de dar el paso

En el último artículo, antes de las vacaciones de la Semana Santa, insistía en que el conflicto de Oriente Próximo requería una solución internacional bajo la tutela y la ejecución de las Naciones Unidas. Me permití afirmar que las soluciones que podría aportar la diplomacia norteamericana difícilmente tendrían posibilidades de futuro ante dos interlocutores, Arafat y Sharon, que no están en condiciones de negociar nada que pueda representar una solución definitiva al problema.

La iniciativa saudí, valiosa en sus propios términos, sufrió de la falta de unidad en el mundo árabe y del rechazo tajante de los israelíes. La ausencia forzada de Arafat en la reunión de Beirut fue la circunstancia que ponía en evidencia que no habrá nada que hacer hasta que la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas, se decida a dar el paso definitivo: aplicar sus propias resoluciones y ejecutarlas sobre el terreno.

El Estado de Israel tiene el fundamental derecho a reclamar fronteras seguras y a que la Autoridad Palestina se corresponsabilice de su seguridad. No se puede justificar el terrorismo en suelo israelí. El derecho a existir y gozar de un entorno de estabilidad política y económica con sus vecinos árabes es una demanda legítima que debe ser comprendida y protegida por la comunidad internacional. Los israelíes saben que sobre esta cuestión lo tienen todo ganado.

Pero el Estado de Israel sabe que, con la política que esta siguiendo Sharon en los territorios palestinos, lo tiene todo perdido. No creo que haya existido antes una imagen internacional tan negativa de Israel como la de hoy. Seguramente es una cuestión que importa poco al Gobierno israelí, acostumbrado a tirar a la papelera las recomendaciones de la comunidad internacional. Han existido ocasiones anteriores, algunas muy significativas, en las que finalmente la comunidad internacional no se ha atrevido a poner al Gobierno israelí frente a sus propias responsabilidades. Pues bien, es el momento de hacerlo.

Del lado de la UE es evidente que el Gobierno de Sharon ha puesto al descubierto la fragilidad de la política exterior de la Unión. También lo hizo en el pasado Nentanyahu con pleno éxito durante el periodo en que fue primer ministro de Israel. Inutilizar la diplomacia europea debido a sus divisiones internas es un ejercicio habitual de la diplomacia israelí. Les cuesta poco trabajo bloquear el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores cuando se trata incluso de aplicar las propias normas comunitarias. El veto de Alemania, Holanda y Reino Unido impidió que saliera adelante la propuesta de la presidencia española en orden a detener la espiral de violencia. No es la primera vez que ha sucedido pero deber ser la última.

La UE tiene que dar el paso de decirle a Sharon: 'Basta ya'. Israel es un país asociado con la UE a través de un acuerdo internacional con obligaciones recíprocas. Hay que respetarlas. En mi opinión, la visita de Piqué y Solana y la forma en que se trató a los representantes máximos de la Unión sólo permitía una respuesta europea: la convocatoria inmediata del Consejo de Asociación que rige las relaciones diplomáticas y económicas de las dos partes.

En este ámbito es donde naturalmente se deben tratar ciertos problemas. El Consejo de Ministros de Exteriores debe dar el paso de convocarlo con carácter de urgencia.

Una de las posibilidades que establece el Acuerdo de Asociación entre Israel y la UE es la de suspender su aplicación. Es una medida extrema, sin duda, pero también es extrema la situación. Por motivos menores la UE ha tomado la decisión de suspender un acuerdo internacional.

Ya no se trata de considerar la destrucción por el ejercito israelí de gran parte de las infraestructuras que fueron financiadas por la ayuda europea, se trata de hacer ver al Gobierno israelí que la vida internacional tiene unas reglas que no conviene olvidar. Entre ellas, aceptar la existencia de un Estado palestino, retirarse a las fronteras de 1967 y desmantelar las colonias construidas ilegalmente en suelo palestino.

Sólo así, respetando la legalidad internacional, se podrá enfocar la solución definitiva del problema. El Parlamento Europeo lo ha dicho muy claramente.

Prodi, en nombre de la Comisión Europea, ha insinuado esta posibilidad. La presidencia española debe recoger la invitación y correr el riesgo de convocar el Consejo de Asociación. Si hay otro bloqueo de los Estados miembros que habitualmente lo han hecho en el pasado que asuman su responsabilidad frente a la opinión pública europea. Pero hay que intentarlo. De otro modo, el papel de los europeos en este conflicto será el de siempre: operaciones de imagen y de buena voluntad que ciertamente no impresionaran nada al Gobierno Sharon, y en el caso de que Powell consiguiera un alto en las hostilidades los contribuyentes europeos deberán prepararse a pagar un programa de reconstrucción millonario de las infraestructuras que han destruido los tanques israelíes. Así ha sido en el pasado. Mejor que no sea así en el futuro.

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