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Innovación

Auge de alimentos saludables

Investigación y marketing se dan la mano y mejoran los márgenes

Aunque el término de alimento funcional parezca nuevo, muchos de nosotros hemos probado ya, quizás sin saberlo, alimentos funcionales como la sal yodada, las leches enriquecidas, los zumos con leche o los refrescos o cremas con sustancias antioxidantes. Se estima que las ventas de estos productos suponen el 3,5% del total de alimentos en los países desarrollados.

Para los profanos en la materia los productos funcionales, son aquellos a los que se ha añadido o eliminado alguna sustancia o se ha modificado la estructura química para que además de cumplir su función, potencien alguna actividad fisiológica. Hoy por hoy, el sector de la alimentación es el que está desarrollando de manera más rápida y más evidente esta línea de negocio. A este carro también se han apuntado algunas empresas de cosméticos.

A lo largo de la historia el ser humano ha tenido conocimiento de las propiedades beneficiosas de gran número de sustancias, pero su incorporación a la industria alimentaria se ha producido ligada al desarrollo de la biotecnología. Su aparición se remonta a la década de los ochenta en Japón. En los países occidentales, la penetración de este tipo de productos es más tardía y ha requerido un esfuerzo de comunicación. Han despegado unidos a la necesidad de cultivar el cuerpo, reducir el riesgo de contraer enfermedades y como complementos a una dieta alimenticia menos variada.

Publicitariamente la televisión nos bombardea con muchos de estos productos, entre los más conocidos, la leches enriquecidas con calcio, los que tienen bifidus activos que mejoran la regeneración de la flora intestinal, aquellos que cuentan con lactobacilus o los enriquecidos con fibra que mejoran el tránsito intestinal (panes con Omega 3, galletas energéticas o multivitamínicas).

Inicialmente, los alimentos funcionales han penetrado con mayor fuerza en aquellos productos que, por sus propiedades, por el público objetivo al que se destinan, o por ser productos de la cesta habitual para la mayoría de la población, son susceptibles de incorporar sustancias naturales. Los refrescos, los cereales, los productos lácteos y los productos de panadería industrial han sido los segmentos en los que los alimentos funcionales han alcanzado un volumen de negocio más significativo.

Distintos y saludables ante la competencia

A nivel económico su interés radica en que son sofisticados, de alto valor añadido, que satisfacen una demanda creciente del actual consumidor, interesado en proteger y mejorar su salud con productos que no son medicamentos y, por tanto, no se venden en la farmacia. Además, al incluir alguna sustancia beneficiosa los coloca en el mercado en un lugar aventajado respecto a los homólogos sin aditivos.

Los componentes biotecnológicos o nutraceúticos que forman parte de los alimentos funcionales representan un porcentaje reducido del coste de los mismos, normalmente inferior al 10%. Sin embargo, su importancia comercial es notable, ya que otorgan a los productos que los incorporan un carácter diferencial que permite a sus fabricantes, mediante el reclamo de un efecto beneficioso, obtener márgenes superiores a los de los alimentos similares no funcionales.

A esta línea de productos que abrieron las empresas grandes como Puleva, Pascual o Danone en el sector lácteo se han sumado otras de menor tamaño como Kauki o la Cooperativa Andaluza del Valle de Pedrochas. En el ramo de panadería, los panes enriquecidos con vitaminas o los que tienen Omega 3 son un balón de oxígeno para las pequeñas panaderías que compiten por la barra diaria.

Los alimentos funcionales también han sido un motor para las herboristerías y las tiendas de productos naturales, que se han lanzado a vender caramelos, cafés o hierbas enriquecidos con jalea real, ginseng o vitaminas. Y en el grupo de los cosméticos, además de Pons y Nivea, otras compañías de menor tamaño como Reliev venden cremas con antioxidantes que retrasan el envejecimiento.

Para las pymes son un campo muy interesante pues su coste de investigación y marketing se cubre con el incremento de precio, que, en muchos casos, como en el de las leches fermentadas, es un 50% mayor que el de los yogures tradicionales. Algo parecido sucede con los zumos con leche o los huevos bajos en colesterol, que son más caros que los tradicionales de su grupo. Algunas compañías lo tienen claro, como Puleva, donde aseguran: 'El futuro de la industria alimentaria camina hacia los productos funcionales, alimentos que aporten un valor añadido al consumidor final'.

Ideas que reflotan una compañía

 

Toda empresa busca en algún momento de su historia un producto u oferta que la saque del anonimato o que mejore espectacularmente su cuenta de resultados. La leche con Omega 3 y con calcio de Puleva son algunos de los ejemplos de productos funcionales que han conseguido reflotar una compañía. Así, Puleva en 1994 estaba en plena suspensión de pagos y hoy, gracias a su estrategia de comercializar productos de valor añadido, se coloca en la cabecera del ranking del sector lácteo, donde las leches enriquecidas suponen el 10% de las ventas. El segmento de los alimentos funcionales está en fase de expansión y existe un número reducido de empresas con una posición sólida y que abarque una amplia gama de productos como Puleva. Estas razones, unidas a que el campo de la investigación y el desarrollo aplicado a los alimentos ha dotado al grupo Puleva de un importante conocimiento a lo largo de 25 años, han impulsado la segregación de esta actividad para crear una empresa pionera en este campo: Puleva Biotech. En la actualidad la compañía investiga y desarrolla diecisiete componentes nutracéuticos. Comercializa los avances desarrollados como productos finales, asesora técnicamente a otras firmas para incorporar estos productos a su línea ya existente, vende royalties por la cesión de uso de las patentes y las vende.

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