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Tribuna
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Localización territorial de la actividad

La Fundación BBVA ha publicado recientemente la obra La evolución económica de las provincias españolas (1955-1998). Su primer volumen revisa las experiencias de capitalización y crecimiento de cada una de las 50 provincias españolas y las dos ciudades autónomas, y el segundo se centra en el análisis de la desigualdad y la convergencia desde distintas perspectivas. El rasgo común a ambos volúmenes es la combinación de reflexiones derivadas de la modelización teórica y su contrastación a partir de la ahora abundante información estadística territorial en nuestro país. Los resultados más relevantes de nuestra investigación se resumen en estos puntos:

En los últimos 40 años, la actividad ha tendido a concentrarse, además de en Madrid, en determinadas provincias situadas en el nordeste peninsular (las cuatro catalanas, las tres valencianas, Zaragoza, Valladolid, Navarra, Álava y La Rioja), extendiéndose hacia algunas del litoral mediterráneo (Murcia, Almería y Málaga) y los dos archipiélagos. Hacia ellas se han dirigido los flujos migratorios, atraídos por las mejores perspectivas de empleo que el crecimiento de la actividad impulsaba.

Este proceso de concentración fue especialmente intenso hasta finales de los setenta. Desde entonces, el crecimiento es, desde el punto de vista territorial, más equilibrado. A ello han contribuido, al menos, dos factores: la dificultad de generar empleo a ritmos suficientes para ocupar a la población expulsada de la agricultura que, desde los ochenta, han tenido las provincias más dinámicas y también la voluntad declarada de mantener la cohesión territorial tras la creación del Estado de las Autonomías y la integración de España en la UE.

Pese a ello, las provincias españolas continúan siendo muy diversas en la práctica totalidad de las variables. En síntesis, los rasgos comunes a las provincias con mayor renta per cápita son que disfrutan de mayores niveles de capitalización, de mayor capacidad de generar empleo y de utilizar los factores productivos de forma más eficiente. Adicionalmente, también se distinguen por la menor dependencia de sectores con bajo valor añadido, especialmente el agrícola, por su menor dependencia del sector público y por una distribución personal de la renta más igualitaria.

En los cincuenta, las provincias con mayor renta per cápita eran, además de Madrid, las situadas en la cornisa cantábrica, en el valle del Ebro, Valencia y las tres provincias catalanas del litoral. A finales de los noventa la geografía del mayor desarrollo se había desplazado desde el norte atlántico hacia los territorios del noreste, hasta alcanzar Madrid.

Dentro del grupo de provincias con mayor renta per cápita en la actualidad, incluidas en la geografía del noreste, existen algunas (Teruel, Huesca, Burgos y Guadalajara) que han accedido a esta posición no porque hayan experimentado fuertes tasas de crecimiento en la producción que generan (el numerador), sino porque han perdido población (el denominador).

Lo anterior impone una cautela sobre el objetivo frecuentemente declarado de convergencia en renta per cápita. Esta variable puede crecer de dos formas muy distintas: bien incrementado el output por encima del crecimiento de la población o bien perdiendo población a tasas superiores a las que crece el producto. La experiencia española ilustra que ambas formas de convergencia son posibles, aunque sólo la primera parece ser deseable. En consecuencia, el mensaje de que lo importante es converger debería ser sustituido por el de lo importante es crecer. Este lema puede hacerse extensivo a la situación de España en la Unión Europea.

Las provincias españolas son más parecidas en las condiciones productivas que en rentas per cápita. La diferencia entre ambas variables radica en que los volúmenes de población dependiente (parados e inactivos) son mayores en las provincias más atrasadas.

En la actualidad existen dos agrupaciones de provincias españolas, perteneciendo al de mayor renta per cápita y mayor productividad las más pobladas. Sin embargo, la intervención del sector público, a través de los impuestos y las transferencias, ha conseguido paliar parcialmente las diferencias que las separan.

Las provincias más ricas disfrutan de una distribución personal de la renta más igualitaria. Aunque la causalidad no esté clara, sí puede afirmarse que la igualdad es buena para el crecimiento económico.

Sin embargo, la desigualdad en la distribución no debe intentar corregirse con instrumentos de política regional porque tiene una base personal. En consecuencia, las políticas redistributivas deben dirigirse hacia los individuos y no a las regiones.

Por último, las provincias españolas más ricas son también las que disfrutan de un mayor bienestar agregado al combinar una mayor renta per cápita con una distribución más igualitaria de la misma.

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