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Consejo de Barcelona

La UE llega a Barcelona retrasada en su carrera por alcanzar a EE UU

La UE retoma esta semana en Barcelona el sueño de Lisboa. La ambiciosa agenda fijada hace dos años en la capital portuguesa se ha desbaratado por citas tan imprevistas como la ralentización económica, los atentados del 11 de septiembre o el estallido de la burbuja tecnológica. Pero los titubeos políticos y el proteccionismo también han provocado el balance negativo que arroja el proceso de modernización de la economía europea.

Los Quince llegarán el próximo viernes a la capital catalana con el firme propósito de enviar un mensaje de optimismo sobre la situación económica en Europa. Europa no se puede permitir un fracaso, repiten una y otra vez los responsables políticos en esta recta final hacia la primera cumbre de jefes de Gobierno bajo presidencia española. Pero cuando el sábado se despidan del anfitrión, José María Aznar, a los líderes europeos no les bastará una rimbombante declaración de intenciones para pasar la prueba. Ni siquiera podrán contentarse con pactar la liberalización del mercado energético, donde ya se han resignado a una apertura parcial para las empresas. La agenda pendiente es más larga.

'Las acciones importan más que las palabras', exige ya el comisario europeo de Mercado Interior, Frits Bolkestein, uno de los más rigurosos fiscalizadores de la labor intergubernamental. Su cartera es precisamente una de las 'secuestradas' por los recelos de los Estados miembros a avanzar.

En el tintero legislativo siguen, por ejemplo, la patente comunitaria (bloqueada por diferencias sobre el régimen lingüístico) o toda la reforma del sistema de licitación pública a nivel europeo (que limitaría seriamente la discrecionalidad en la concesión de obras y proyectos).

Bolkestein sí ha conseguido una cautelosa apertura de los servicios postales, pero sin fecha definitiva para la liberalización total. España y Francia, entre otros países, se lo impidieron.

Pero el principal desvelo del comisario holandés es la integración del mercado de servicios financieros. 'Es sólo una parte de nuestra estrategia', recuerda a menudo. 'Pero si se retrasa o fracasa, minará todo el proceso'. Los dos peligros existen.

Alemania dinamitó el año pasado sin titubeos la directiva de armonización sobre ofertas públicas de adquisición (opa). Y las tres instituciones europeas (Consejo, Comisión y Parlamento) han desperdiciado un año negociando el proyecto Lamfalussy o método de legislación rápida pensado para los mercados bursátiles.

Pocos avances

Desde Lisboa se han rematado las directivas sobre fondos de inversión (que amplían la gama de inversiones de las gestoras) y la de comercialización de servicios financieros a distancia. Pero a otras tan urgentes como la de un folleto único (que permitirá buscar financiación bursátil en toda la UE con un modelo único de información sobre la empresa) o el reglamento de normas contables internacionales les espera todavía una larga tramitación.

Sobre el papel, el sector de telecomunicaciones registra los mayores logros desde Lisboa. Está a punto de cumplirse el objetivo de conectar todas las escuelas a Internet. Y la liberalización del bucle local (el tramo de línea que va de la centralita al terminal del cliente) se consiguió en el plazo previsto (1 de enero de 2001). Pero los precios de conexión a Internet siguen descendiendo muy lentamente, en un mercado todavía dominado por los antiguos monopolios.

La directiva sobre comercio electrónico entrará en vigor este año (España acaba de adoptar su ley), esperándose que estimule el comercio transfronterizo. La convergencia de precios entre los Estados miembros se ha frenado en estos últimos meses, revelando un cierto estancamiento en la integración de los mercados que Internet puede ayudar a reanimar.

Dos años que cambiaron el panorama económico de forma radical

 

 

Cuando los Quince se propusieron convertir la UE en la zona más competitiva del mundo en un plazo de 10 años, Europa y EE UU afrontaban el fin del siglo XX henchidos de optimismo económico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EE UU atravesaba la mayor fase de crecimiento no inflacionario de su historia y el Nasdaq estaba por las nubes. En la UE, los líderes políticos estaban convencidos de que sus economías podían crecer una media del 3% anual y que era posible alcanzar el pleno empleo en el año 2010.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cambiaron las tornas

 

 

 

 

 

 

 

Sin embargo, el panorama económico ha cambiado de manera radical desde marzo del 2000. La crisis iniciada en EE UU en la primavera del 2000 (desplome de Wall Street, hundimiento de la actividad industrial y pérdida masiva de empleos) se sumó a un fuerte repunte en los precios del petróleo y los alimentos que obligó al BCE a mantener las riendas firmes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La zona euro logró cerrar el año 2000 con un crecimiento del 3,4% (el mayor en 10 años), pero en 2001 entró en una severa desaceleración. En abril de 2001, el FMI avisó de que existía 'riesgo significativo' de caer en una recesión global.

 

 

 

 

 

 

 

La ofensiva terrorista del 11 de septiembre fue el catalizador final para una crisis que puso fin a la década prodigiosa de EE UU y dañó sensiblemente la confianza de inversores, empresarios y consumidores de todo el mundo. Un giro económico que no favoreció en nada a las ambiciosas reformas propugnadas en Lisboa.

 

 

 

 

 

 

 

EE UU empieza a dar señales de mejoría y el BCE cree que Europa alcanzará su potencial de crecimiento a fin de año. Pero, por lo pronto, Alemania ha caído en recesión.

 

 

 

 

 

 

 

Alcanzar a EE UU seguirá siendo, pues, una tarea ardua. Y la distancia no para de crecer. En 1991, el PIB per cápita de EE UU era un 42% superior al de la UE. A finales de 2001 era del 54%.

La productividad y la inversión en I+D, estancadas

 

 

El Consejo Europeo de Lisboa en marzo de 2000 recibió el sobrenombre de 'cumbre puntocom'. A la burbuja especulativa en torno a los valores bursátiles de Internet le faltaba sólo un mes para estallar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero todavía en plena euforia tecnológica los Quince se fijaron el reto de convertirse en 10 años 'en la industria basada en el conocimiento más competitiva del mundo'. El sector servicios y el aumento de la productividad eran las apuestas. La meta, el pleno empleo o una tasa de actividad del 70%.

 

 

 

 

 

 

 

Dos años después, sólo cuatro países -Reino Unido, Holanda Suecia y Dinamarca- superan ese listón. Y países como España, Italia o Grecia se encuentran incluso por debajo del 60%.

 

 

 

 

 

 

 

La tasa de empleo femenino en la UE ha mejorado hasta el 54,7%, frente al objetivo del 60% o un punto hasta el 63,2%.

 

 

 

 

 

 

 

La Comisión desea que en Barcelona se fijen compromisos para reducir la presión fiscal sobre trabajadores y empresas para reducir el desempleo (la carga fiscal en los salarios más bajos se ha reducido tres puntos).

 

 

 

 

 

 

 

Pero Europa no aspira sólo a más trabajo, sino también a mejor calidad. Bruselas demanda más inversión en investigación y desarrollo que sólo ha pasado del 1,87% del pib hace dos años al 1,9% (frente al 2,6% de EE UU).

 

 

 

 

 

 

 

El diferencial de productividad con EE UU (38%) tampoco se ha reducido. En España, incluso ha caído hasta los niveles de hace 10 años, aunque se ha debido en parte al considerable incremento en el número de empleados.

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