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MIRADAS DIGITALES
Columna
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Operación fracaso

El número de internautas en todo el mundo ya supera 446 millones de personas, con 139,3 millones en Europa (31%). Estos datos superan con creces todas las previsiones optimistas que uno recuerda de hace un lustro a esta parte, incluso en suelo patrio, donde la utilización de Internet casi se ha duplicado este año, pasando del 12,6% de 2000 hasta el 20,4% de 2001.

Si hablamos de banca electrónica, las cosas aún pintan mejor. Porque el 24,6% de los españoles que usan Internet son también usuarios de banca electrónica (1,8 millones). Un incremento del 157% en 12 meses.

Además, las previsiones de Merrill Lynch para los dos próximos años son que el número de usuarios alcance 5,2 millones en 2003, la mitad de los ciudadanos que estarían conectados a la Red. Para el presente ejercicio, las previsiones colocan en 8,4 millones a los internautas y en 3,9 a quienes usarán la banca electrónica.

Si acudimos a un ejemplo concreto, que es la mejor forma de ver las cosas, una entidad pequeña como el Banco Herrero ha conseguido que 34.581 de sus clientes usaran su servicio de banca en línea (http://la.bancoherrero.es) a finales de 2001, duplicando prácticamente la cifra de un año antes. Un éxito que hay que atribuir a la entidad, desde luego, pero también a un sistema de trabajo que arrasa con todos los demás, de la banca telefónica a la tradicional.

Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con ese virus llamado Operación Triunfo, que ha constipado a todos los medios de comunicación españoles hasta hacer que la programación de todos pivote sobre ese ¿sano? ejemplo de juventud española, con la banca electrónica asistimos a una pretendida operación fracaso. Tal como ocurre con muchas y conocidas entidades que recomiendan fuerte compra de tal o cual acción para poder vender las que antes han comprado a precios mucho menores, todos nos recomiendan un fuerte alejamiento temporal de la banca en línea, de la nueva economía, de los negocios digitales. Y tal y como ocurre en el campo bursátil, lo más razonable sería comprar ahora que todos venden. Y, sobre todo, ahora que nadie lo recomienda.

La historia bursátil nos enseña que cuando la opinión pesimista inunda el mercado, comienza el primer impulso alcista. Y, sin duda, lo mismo está ocurriendo en el campo de la nueva economía, donde, además, Gobiernos y grupos de presión están aprovechando estos momentos de evidente debilidad para intentar arañar un poco más de libertad a la Red. Si alguien lo duda, no tiene más que seguir las noticias de esta semana.

Los informativos de Televisión nos agobian con reportajes en los que achacan a Internet y a los emigrantes de color que venden discos piratas todos los males de la industria. Y en los diarios se nos mandan mensajes surrealistas: España pondrá en marcha en el semestre de su presidencia el primer observatorio del mundo de nuevas tecnologías y crimen organizado por iniciativa de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE). Un organismo en el que se piensa que las nuevas tecnologías 'han facilitado' los delitos relacionados con las drogas, sobremanera la codificación de las comunicaciones, la opacidad de las transferencias bancarias por Internet o la facilidad para la compraventa de drogas a través de los teléfonos móviles. En la JIFE probablemente no se hayan enterado de que las transferencias por la Red tienen la misma opacidad que por una ventanilla. Hay cosas que te dejan sin palabras.

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