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El pulso exterior

Europa del Este, un mercado para la inversión turística

María Isabel Pardo Lagüens llama la atención sobre las interesantes oportunidades de inversión que ofrecen los países de la Europa del Este para las empresas turísticas españolas.

Mucho tiempo ha transcurrido desde el principio de la década de los sesenta, cuando España empezó a vender sus cálidas playas con el eslogan de Spain is different. Hoy el turismo es la actividad económica con mayor peso específico en España, que aporta el 12,1% del PIB y da empleo a 1,5 millones de personas, aproximadamente un 10% de la población ocupada. Los 49,5 millones de turistas llegados a España el año pasado únicamente fueron superados por Francia, con 76,5 millones, y desbancaron a Estados Unidos, tocado por el atentado del 11 de septiembre, que frenó drásticamente la tendencia de visitas al territorio norteamericano.

Coincidiendo con el anuncio de esas cifras, muchas han sido las voces que han reconocido la necesidad de seguir invirtiendo en la mejora de los servicios, instalaciones, infraestructuras, tecnología y formación de los trabajadores del sector. Sin embargo, no deja de sorprender que entre las medidas para mejorar la competitividad del sector no se haya mencionado la diversificación a través de una estrategia basada en la internacionalización del know how de los empresarios españoles.

La actividad exportadora de empresarios turísticos españoles ha sido tradicionalmente muy reducida y, con notables excepciones, limitada al mercado latinoamericano. En los primeros seis meses del pasado año, la inversión directa del sector turístico en el extranjero fue muy poco significativa y únicamente alcanzó los 23,735 millones de euros.

Quizá como consecuencia de los buenos resultados registrados en el propio mercado nacional, se ha apreciado una cierta desidia hacia otros mercados y especialmente a los más cercanos, que precisan de una gran necesidad de servicios. Concretamente, la región de Europa central y oriental (Pecos), próximos socios comunitarios, ofrecen un potencial importantísimo comparable a la España de los sesenta.

El conjunto de estos países forma una región que está despertando interés en los mercados de turoperadores de Europa, América y Asia por sus escenarios naturales y por los precios reducidos que ofrecen, pese a la falta de servicios y de calidad homologada a los hábitos occidentales.

Un somero análisis de estos países permite definir una oferta muy heterogénea, con costes laborales competitivos y muy atractivos incentivos fiscales. En el caso de Hungría, donde el turismo ya representa el 10% del PIB, además del Hotel Gellért, al que se le reconoce que posee una de las piscinas más lujosas del mundo, existen alrededor de 400 balnearios que necesitan de modelos de gestión y de ofertas adecuadas para ser competitivos. En Polonia, donde el turismo está poco desarrollado y aporta únicamente el 4% del PIB, existen especiales posibilidades en el segmento del turismo rural por las singularidades que ofrece un país con más de 3.000 palacetes del siglo XVIII que fueron construidos con todo tipo de lujos y detalles por una población aristocrática polaca, que absorbía el 10% de la población contrariamente a una media europea del 3%.

En el caso de Rumania y Bulgaria, el sector turístico aún está por finalizar la privatización estatal, pero todas las previsiones indican un fuerte desarrollo atendiendo al escenario natural que configuran la costa incomparable del mar Negro, el delta del Danubio y la cordillera de los Cárpatos. En el caso de Rumania, es de los países privilegiados donde hay cotos de caza mayor, que incluye la caza de osos, y para el próximo año está previsto la apertura del parque temático Drácula, que alcanzará un millón de visitantes en el cuarto ejercicio.

Todo un escenario atractivo que empresas turísticas del centro de Europa ya han detectado y que están posicionándose. En un sector como el turístico, donde España tiene tantas cosas que decir, oportunidades como éstas no deberían pasar inadvertidas.

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