Crisis cambiarias y financieras
La crisis financiera argentina dura ya dos meses. Carlos Solchaga cree que aún queda por saberse el impacto en las empresas endeudadas en dólares y la respuesta de los bancos cuando se levante el 'corralito'
En los últimos 10 años la economía internacional ha sido testigo del desarrollo de varias crisis financieras de diversa consecuencia para los países que las han padecido y para algunos otros a quienes han podido contagiar su inestabilidad. En general, puede decirse que los efectos de estas crisis han sido relativamente graves para los países concernidos, pero digeribles para el sistema monetario y financiero internacional en su conjunto.
La principal característica de estos episodios críticos es que, junto con una experiencia más o menos prolongada de apreciación real de su tipo de cambio que provocaba movimientos especulativos a favor de la devaluación de la moneda correspondiente, en todos ellos se produjo una importante salida de capitales que anteriormente habían sido prestados al sector privado (empresas) o público del país o que la banca nacional había tomado a préstamo de los mercados internacionales. Esta reversión de los movimientos de capitales jugó un papel crucial en la profundización de la crisis al empujar a la baja el tipo de cambio de la moneda más allá de lo que sugería el nivel de sobreapreciación anterior, produciendo en algunos casos crisis de solvencia en los sistemas bancarios, bancarrotas en grupos industriales fuertemente endeudados en moneda exterior en otros, y suspensión en los servicios de la deuda pública que dieron lugar a procesos de renegociación en algunos más.
Argentina ha venido a padecer todas estas dificultades al mismo tiempo. Por un lado, el cambio del peso estaba sobreapreciado y la credibilidad de dicha situación permanecía en entredicho. Por otro, tanto el sector privado empresarial como el sector público estaban fuertemente endeudados en dólares. La deuda pública no parecía sostenible. Dicho de otro modo, con los ingresos en dólares previstos por las exportaciones no era posible pagar el principal e intereses de la deuda e importar los bienes y servicios que el país necesitaba. Ello produjo la moratoria del pago que ahora estamos viviendo al mismo tiempo que la crisis cambiaria que siguió a la ruptura de la convertibilidad. Al nuevo tipo de cambio la mayoría de las empresas endeudadas en dólares habrían entrado en suspensión de pagos o directamente en quiebra, provocando una mayor recesión económica y contribuyendo a aumentar la anarquía y el desorden ya existentes. Por eso las autoridades argentinas hicieron bien cuando decidieron mantener la antigua convertibilidad para la valoración de las deudas de las empresas con la banca. Lo que, sin embargo, no pudieron evitar al actuar así fue que la situación de bancarrota se trasladara desde las empresas a los bancos a quienes las autoridades han prometido compensar.
Todavía nos queda por conocer el impacto que se ha producido sobre las empresas argentinas endeudadas en dólares, no a través del sistema bancario argentino, sino directamente desde los mercados internacionales. También falta por averiguar cuál será el aspecto real de los balances bancarios una vez que se levante el corralito, se resuelva la crisis de liquidez y se transparenten los riesgos de solvencia de cada institución y todavía hay que esperar a ver cuál puede ser el cambio de equilibrio del peso argentino una vez que se hayan restaurado las condiciones normales de oferta y de demanda.
En fin, que esto no ha hecho más que empezar..., y llevamos ya dos meses.