Paralelismos de Enron
José Luis de la Fuente O'Connor subraya que la carencia de regulación es una de las principales razones que ha provocado la crisis de Enron. El autor sostiene que la actividad de la compañía era esencialmente financiera
Aunque todavía pasarán muchos días hasta que se sepan los últimos detalles del porqué de la escandalosa quiebra de Enron -en los que seguiremos contemplando el espectáculo mediático y político de crucificar a unos responsables que hasta hace bien poco estaban en los más altos pedestales del capitalismo occidental y empresarial-, lo conocido hasta la fecha nos permite analizar -simplificando en pocas líneas un problema financiero y humano de primerísima magnitud- cuál ha sido el origen de la catástrofe y preguntarnos por qué no se ha actuado -si es que se hubiese podido-, máxime cuando existen precedentes similares.
En efecto, en un mercado como el energético cada vez más globalizado financieramente, en el que la desregulación obliga a minimizar costes a ultranza y a innovar desde todos los ámbitos posibles, Enron se especializó inicialmente en el denominado trading -comercio al por mayor- de energía en general, no sólo eléctrica, para pasar en los últimos tiempos a comerciar con muchos otros productos.
El trading de energía pretende conseguir un abaratamiento de costes a gran escala buscando el productor dispuesto a servirla más barato allí donde sea, en tiempo real o a lo largo del periodo que sea, contando para ello con infraestructuras productoras y de transporte propias o ajenas. En principio, si el mercado donde opera el trader tiene liquidez suficiente, la empresa que lleva a cabo las transacciones no tiene por qué poseer ningún activo productor o de red, simplemente ser eficiente y conocer bien el negocio.
Como la energía eléctrica no se puede almacenar en cantidades significativas, ni la elasticidad de su demanda es, digamos, grande, la volatilidad de los precios en circunstancias desfavorables es muy elevada. Esto hace que su trading necesite sofisticados productos financieros, los derivados, para programar ese comercio, dar liquidez al mercado y, en principio, tratar de evitar picos extremos de precios. Para la evaluación de precios futuros y valorar la incidencia de esos derivados y sus riesgos en la marcha de la empresa se utilizan complejos modelos matemáticos que evolucionan día a día y que cada usuario conforma según sus necesidades.
En esta cuestión de los derivados energéticos, sus formas de contratarlos -en especial la denominada OTC (over the counter)- y otros productos financieros aplicados a la energía -así como los modelos matemáticos asociados que dan cobertura numérica a todo esto- es donde Enron es o era auténtica pionera y experta mundial, contaba con un gigantesco equipo de reputados profesionales -la mayoría, unos 300, ha pasado a UBS Trading por muy poco dinero- y ha marcado la pauta los últimos años en todos los mercados; hasta que ha ocurrido el desastre. La unidad de trading de Enron en EE UU se llegó a valorar hace apenas dos años en 80.000 millones de euros.
Los derivados juegan un papel muy importante para la gestión y cobertura de riesgos en el comercio, aunque poseen no pocos peligros para la estabilidad de las empresas que los utilizan, los mercados donde se aceptan y, por consiguiente, para la economía donde operan. Su uso no es nuevo. Ya Aristóteles los menciona hace 2.500 años. Su volumen anual es estimado a escala mundial en torno a los 190 billones de dólares, ocho veces el PIB de todos los países del planeta.
Como muestra de los peligros que conllevan, baste recordar algunos otros escándalos recientes similares al de Enron. El más importante fue el protagonizado en 1997 por la gestión del fondo Long Term Capital Management, (LTCM) creado por el conocido John Meriwether, y en el que intervenían los premios Nobel de 1997 Merton y Scholes, famosos precisamente por encontrar una formulación matemática para la valoración de un derivado: las opciones. Este fondo tenía registrados 1,4 billones (sí, con b) de dólares cuando quebró, haciéndose necesaria la intervención de la Reserva Federal para salvarlo. Otros importantes fiascos relacionados con el mal uso de los derivados en la última década han sido el del banco Barings y, en 1993, la compañía alemana Metalgesellschaft, ésta con pérdidas de 1.700 millones de euros.
Los peligros de los derivados están en el apalancamiento que permiten a sus gestores y a los especuladores -proporcionan la posibilidad de tomar posiciones de compra o venta a largo plazo, comprometiendo sólo una pequeñísima cantidad de dinero- y la falta de transparencia en cómo se gestionan y valoran.
Muchos derivados energéticos se negocian en todo el mundo con contratos OTC, exentos de regulación. Los precios a los que se negocian y cómo se valora el subyacente a medio y largo plazo es algo que se mantiene en secreto detrás de complejas formulaciones matemáticas y algoritmos numéricos, por lo que se abre la posibilidad de manipulación al contabilizarlo en las cuentas de la empresa correspondiente, como parece el caso de Enron. Una consecuencia de esta falta de transparencia es la imposibilidad por las agencias de valoración o supervisión, auditores, competidores etcétera de valorar o prever presiones alcistas o bajistas de los mercados, colapsos financieros, manipulaciones en el mercado, etcétera.
Lo que ha contribuido a la permanente huida hacia adelante de Enron en busca de rentabilidad y su aureola innovadora -y que ha abocado a las extremas argucias contables y financieras que estamos conociendo, amén de tratar permanentemente de propiciar un entorno regulatorio afín- no ha sido sólo su agresividad contable sin límites, ni la liberalización de los mercados energéticos, como se apunta en algunos círculos, sino la ausencia en esos mercados de regulación para una actividad esencialmente financiera, como la que conlleva el trasiego de derivados, por el hecho de no tratarse de un intermediario o entidad financiera. Si su actividad financiera exterior hubiese estado sometida a regulación ad hoc, posiblemente ahora no estaríamos hablando y escribiendo tanto sobre las malas prácticas de esta empresa que tanto daño están haciendo al sector energético mundial y a otros muchos.