Lo que hay en el balance y lo que no
Kirch y France Télécom no son dos 0 en el mundo financiero europeo, como tampoco lo era Enron en el estadounidense. Las situaciones de cada uno son radicalmente distintas, pues en Enron se vislumbra mala fe y ocultación deliberada de datos, mientras los pasivos fuera de balance de las dos europeas (por compromisos de recompra de activos o por garantizar deuda de terceros) eran del todo públicos. Y precisamente por eso, porque son casos distintos, la enronitis es una enfermedad peligrosa. En otras palabras, el mercado teme otra Enron, pero no cree muy verosímil que aparezca, dadas las especiales características del caso.
Lo que más preocupa a los expertos de referencia es la retahíla de pecadillos que se han descubierto en numerosos valores (Elan, Tyco, hasta IBM) cuando el mercado, suspicaz, se ha puesto a rascar en las cuentas. Escama la coincidencia de fenómenos en principio desligados.
Todo tiene, eso sí, el mismo origen. La burbuja tecnológica, la facilidad para conseguir dinero y la creencia de que los parqués eran jauja.
No lo son, y los directores financieros que así lo creyeron pierden ahora sus empleos mientras la cotización de sus empleadores se hunde. Al inversor esto le atañe, pero ¿cómo saber anticiparse al mercado?
Es poco menos que imposible. Pero sí se puede tratar de minimizar el riesgo de encontrarse cadáveres en el baúl. Por ejemplo, conviene evitar sectores muy endeudados. Evidentemente, tiene más incentivos para no consolidar deudas el que tiene el balance más pobre.
Asimismo, conviene sobreponderar, si uno tiene miedo a las sorpresas, los valores cuyos fondos propios supongan gran parte de la capitalización y que no se hayan prodigado mucho en adquisiciones. En definitiva, alejarse de telecomunicaciones y, en menor medida, energía.