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PRESENTE
Columna
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Control de capitales

La libertad de movimientos de capital precisa de manejo ortodoxo económico y estabilidad política. Carlos Solchaga opina que estas consideraciones se ajustan a las necesidades actuales de Argentina

Lo que mi antiguo profesor J. Bhagwati ha venido en llamar el 'Complejo Wall Street-Tesoro' es la explicación, a su juicio, de las crisis monetarias y financieras a las que hemos asistido en los últimos 10 años. æpermil;l atribuye a este complejo de poder formado por los intereses de Wall Street y la doctrina del Tesoro norteamericano la presión a que han sido sometidos muchos países en vías de desarrollo para que liberalizaran totalmente los movimientos de capital, aun cuando con frecuencia seguían sin liberalizar suficientemente el comercio exterior de bienes y servicios.

Su punto de vista es que la libertad de movimientos de capital a corto plazo no trae apenas beneficios para estos países en tanto que entraña graves riesgos de huidas de capital a corto plazo de residentes y no residentes y eventuales acumulaciones de endeudamiento internacional a corto que hacen enormemente vulnerables tanto el tipo de cambio de la moneda nacional como la solidez del sistema bancario y de muchas empresas que incurren en este tipo de endeudamiento, aumentando así la posibilidad de que ocurran crisis.

Algún fundamento tiene su crítica a juzgar por la experiencia de México (1994), los países del Este asiático (1997-1998), Rusia (1998), Brasil (1998-1999) y Argentina (2001-2002). En todos estos casos, el exceso de endeudamiento a corto plazo en moneda extranjera y las huidas de capitales han tenido un efecto desencadenante indudable en los episodios de crisis a los que nos referimos. En algunos de ellos, la transparencia contable y la supervisión bancaria dejaban mucho que desear. Pero en otros, como Argentina y Brasil, no se puede aducir esto. No basta, pues, con mejorar estos aspectos para garantizar que la plena libertad de movimientos de capital no suponga un grave riesgo de crisis.

Decir esto no es ir contra la globalización y los muchos efectos positivos que se derivan de la misma. De hecho, la atracción positiva de inversiones directas extranjeras (capital a largo plazo) mediante las garantías adecuadas de repatriación de dividendos y royalties o la liberalización del comercio son políticas obligadas y altamente aconsejables para los países en vías de desarrollo como forma de asegurar la mejor asignación de recursos y la transferencia de tecnología para sus economías. Pero una cosa es esto -que era la situación de muchos países industrializados hasta comienzo de la década de los noventa del siglo pasado- y otra cosa la libertad de movimientos de capital a corto plazo.

Para instaurar ésta, que deseablemente debería ser precedida de un adecuado grado de liberalización comercial, los países en vía de desarrollo deberían haber demostrado una capacidad probada de manejo ortodoxo de la política económica durante un tiempo suficientemente largo, una estabilidad política e institucional de la que la mayoría carecen y haber consolidado con ayuda de estos dos instrumentos un periodo de prosperidad económica que dé pie a la confianza en su futuro tanto por parte de sus ciudadanos como en sus posibles financiadores internacionales.

Estas consideraciones se ajustan como un guante, en mi opinión, a las necesidades actuales de la República Argentina. El proceso de pesificación puesto en marcha debería ser acompañado de controles de cambio y de una política atractiva de inversiones internacionales directas -empezando por dar un trato justo a quienes ya las han venido haciendo en los últimos años atrás-. Sólo después de alcanzar una auténtica estabilidad política en un marco de apertura de los mercados reales y haber vencido las tendencias recesivas con un manejo macroeconómico adecuado, sin hiperinflación, habiendo saneado el sector financiero y llevado a cabo una auténtica y efectiva reforma fiscal, podría Argentina plantearse de nuevo la mayor libertad de movimientos de capital en un entorno de mayor prosperidad económica. Hasta entonces, debería resistir las presiones en este sentido, vengan de donde vengan.

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