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Columna
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La inclusión social en las ciudades

Antonio Gutiérrez Vegara

Previo al Foro Social Mundial, se ha celebrado en Porto Alegre el segundo Foro de Autoridades Locales que ha reunido en la capital del Estado de Río Grande do Sul a más de 200 alcaldes de todo el mundo representando a ciudades de muy diversas características.

A la iniciativa de Tarso Genro, alcalde de Porto Alegre y destacado dirigente del Partido del Trabajo, el gran partido de la izquierda brasileña, han respondido alcaldes de todo el espectro ideológico con un empeño común: la inclusión social en las ciudades.

En la actualidad, más del 50% de la población mundial vive en ciudades y la tendencia crece a gran velocidad tanto en los países desarrollados como en las zonas más pobres del planeta. Así, en América Latina son el 75% de sus habitantes y en África alcanza el 35% los que residen en núcleos urbanos. Pero si esta presión demográfica sobre las ciudades se debe a que en ellas se espera encontrar mejores expectativas de vida, el modelo de desarrollo económico imperante hoy frustra las esperanzas de mucha gente que es objeto de exclusión social, viéndose abocada a la marginación y convierte el fenómeno del crecimiento urbano en multitud de problemas con profundos desequilibrios territoriales y sociales.

Sabiéndose emplazados a ofrecer soluciones concretas y a comprometerse de forma activa en impulsarlas en la práctica, más allá de la denuncia genérica y de posiciones vindicativas frente a las instancias estatales e internacionales, los máximos representantes de grandes urbes como Buenos Aires, Montevideo, São Paulo, Maputo, París, Roma, Barcelona, Lisboa, Bruselas o Budapest, regida por un político liberal, que como él mismo dijo no concibe su liberalismo sin la búsqueda de un nuevo equilibrio entre eficiencia y equidad, se emplearon a fondo durante tres días en el examen de los principales desafíos que comporta avanzar hacia la inclusión social.

La integración de etnias, culturas y religiones, los problemas de género, la seguridad ciudadana, etcétera, fueron objeto de rigurosos análisis, al tiempo que se apuntaban alternativas de gestión política y administrativa huyendo de la demagogia. Aspecto este en el que han sido de gran utilidad algunas experiencias de ciudades de casi millón y medio de habitantes, como la propia Porto Alegre, que lleva 12 años funcionando con un sistema de presupuesto participativo. Es un ejemplo de transparencia democrática y eficacia en la asignación de los recursos que le ha valido el reconocimiento del Banco Mundial, que no duda en adjudicarle cuantas ayudas le han solicitado porque la confianza ganada por las autoridades locales ha terminado disipando las suspicacias inducidas por la coloración política del grupo gobernante en dicha ciudad.

También hicieron su aportación ciudades de menor tamaño, entre las que destacaron Sant Feliu de Llobregat y Getafe, cuyos respectivos alcaldes, Ángel Merino y Pedro Castro, despertaron gran interés al explicar la evolución de sus municipios desde el declive industrial de hace apenas una década hasta sus actuales grados de desarrollo con políticas de diversificación de las oportunidades para el fomento de los nuevos yacimientos de empleo, de la educación a todos los niveles y de mejora paulatina de los índices de bienestar social para poblaciones caracterizadas ya por la heterogeneidad en todos los sentidos.

En resumen, el Foro de Autoridades Locales ha puesto de relieve que sin derechos y abundando en la exclusión social, urbanización no es sinónimo de ciudadanía. Pero se ha legitimado políticamente con su esfuerzo tangible para demostrar que se pueden y se deben conciliar ambos conceptos.

En esta dirección se ha acordado impulsar la extensión de políticas específicas de cooperación solidaria a cuantas ciudades carecen todavía de ellas y reforzarlas allí donde ya se contemplan en los presupuestos municipales, coordinándose a escala internacional en la perspectiva de estructurarlas jurídica y financieramente en un fondo de las ciudades para la inclusión social y la cooperación al desarrollo local.

Empieza a llenarse de contenido una forma de 'diplomacia de base' que debe tener su participación en las decisiones de los Estados y de los organismos mundiales sobre cuantos asuntos tengan que ver con la cooperación internacional. æpermil;stas ganarán en eficacia por aproximarlas a los ciudadanos y serán más justas si contribuyen a globalizar los derechos frenando la dinámica que globaliza la pobreza.

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