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Crónica de Manhattan
Crónica
Texto informativo con interpretación

Es la contabilidad, estúpido

No es la economía, es la contabilidad, estúpido'. The Wall Street Journal rehizo la semana pasada el lema electoral de Bill Clinton para describir qué se está respirando últimamente en la Bolsa. Los problemas económicos no han acabado pero el optimismo es patente entre los analistas y los participantes del Foro Económico Mundial, reunidos en Nueva York, dicen que se anda camino del fin de la recesión en EE UU. Así las cosas, hay nerviosismo en los mercados y la razón es lo que se ha dado en llamar la enronitis.

Este nuevo mal, cuyo origen es la mayor quiebra del país, la de Enron (que sacaba pérdidas y deudas de su balance), produce en los inversores una crisis de confianza que se manifiesta en severas caídas de cotizaciones. Las compañías afectadas responden a un perfil que se resume en rápido crecimiento de resultados y expansión y cuentas con anotaciones a pie de página. Quienes intentan desenmarañar las cuentas de Enron aseguran que hace falta más de un master para descifrar algunas anotaciones y ahora, los inversores que no pueden llegar hasta el final piensan que cuanto más difícil parezca mayor es el gato encerrado. Y la desconfianza crece.

Algunas empresas ya empiezan hacer luz sobre sus libros. PNC Financial Services, una entidad bancaria de Pittsburgh admitió que los 567 millones de dólares que ganó el año pasado se han quedado en 155 después de que el Consejo de la Reserva Federal la obligara a devolver a los libros deudas por valor de 550 millones de dólares que estaban fuera. Los expertos aseguran que es imposible saber cuánta deuda no está contabilizada pero muchos creen que Enron es la punta del iceberg. Antes de convertir a Wall Street en el Titanic, agencias como Moody's y Standard & Poor's han empezado a pedir más información a las empresas.

Las cuentas, por auditadas que estén, son fuente de sospechas. La cotización de Tyco ha sido una de las más afectadas y su reorganización ha sido vista por los analistas con recelo. Williams se ha dado más tiempo para reexaminar sus cuentas y muchos analistas creen que Kmart no habría tenido que solicitar la suspensión de pagos si la debacle de Enron no hubiera sucedido.

En el ojo del huracán están los auditores que empiezan ahora a dar su brazo a torcer y aceptar cambios en sus prácticas empresariales. Andersen (auditora de Enron) y KPMG ya no se oponen a la prohibición a que firmas como ellas provean de ciertos servicios de consultoría. PricewaterhouseCoopers (PwC) ha anunciado que acelerará la prevista segregación de este negocio.

De la crítica no se escapa la SEC (el órgano regulador de la Bolsa). Y es que, pese a los recientes deseos del presidente del país, George Bush, de insuflar confianza en el sistema, en un gesto que puede ser incoherente con sus declaraciones, ha nombrado a dos miembros para la comisión directiva con fuertes lazos con el sector auditor. Cynthia Glassman, economista de Enrst & Young, y Paul Atkins, abogado de PwC, son los nombramientos republicanos para la sustitución de cargos en la Comisión de la SEC que tiene cinco miembros. Con ellos y Harvey Pitt, antiguo abogado de las auditoras, los lazos de estas firmas y la SEC parecen más firmes que nunca en un momento delicado. Los demócratas, quieren que Glassman y Atkins prueben durante la sesión de confirmación de su puesto en el Congreso que pueden ser objetivos. Y es que la enronitis es contagiosa.

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