Los expertos aconsejan analizar con lupa los resultados empresariales
Los resultados empresariales acaparan el interés de los profesionales de la Bolsa en los últimos días. En Estados Unidos las compañías madrugan más que en el resto del mundo. En el caso concreto del mercado nacional, los bancos son los primeros en rendir cuentas a sus accionistas. El rosario de publicaciones continuará en las próximas semanas.
En Estados Unidos no se han producido modificaciones sustanciales ni cualitativa ni cuantitativamente respecto a los promedios del tercer trimestre. En líneas generales, los balances dejan mucho que desear. Los resultados, al menos hasta ahora, son pésimos.
Los mercados de acciones estadounidenses se resisten, sin embargo, a claudicar debido al énfasis que los profesionales de la intermediación bursátil ponen en cada una de las empresas que presenta balances.
Los calificativos bueno, malo, pésimo u horrible no existen, con lo que se evita enfrentarse a la realidad. La terminología al uso es mejor o peor de lo esperado, de tal modo que son estas percepciones las que mueven las cotizaciones y, por derivación, los índices.
Asistimos, por tanto, a la misma puesta en escena que antaño y, lo que es peor, a un encarecimiento cada vez mayor de los mercados estadounidenses, porque los índices apenas han variado, pero sí han empeorado los resultados.
Vista la repetición de la secuencia, los analistas aconsejan dos cosas. Primero, atender las expectativas de futuro no tanto según los reclamos de algunas compañías, que ya al cierre de 2000 indicaban que el futuro sería mejor y ha sido lo contrario, como por los contratos previstos; índices de penetración en los sectores en que se mueven; cartera de pedidos y, claro está, según las perspectivas de crecimiento de la economía.
Recomiendan, asimismo, analizar con detalle los diferentes apartados del balance, porque, a medida que aumenta el número de empresas que publican resultados, cunde la sensación de que muchas de ellas han periodificado pérdidas para este año. La ingeniería financiera vuelve a estar de moda. Los expertos, vistas experiencias anteriores, resaltan el peligro que entraña este hecho, porque esta forma de actuar, de mal analizar, siempre termina con fiascos de consideración.
Ejemplos de antaño en el mercado español, dentro de este ideario, los encontramos en la debacle de Banesto. En Estados Unidos, el caso de Enron no tiene precedentes históricos. Y dicen los avisados que aún hay más muertos en el armario.
La máquina de predecir el futuro
Ciertos analistas buscan desde hace años la gran idea, el revulsivo eficaz para que los mercados salgan de la zona de postración en la que se encuentran, la pócima milagrosa que despierte el apetito del inversor final.
Es algo así como la búsqueda del elixir de la eterna juventud. Consideran estos adivinos que las expectativas bursátiles están muy agotadas, porque no ha existido renovación sectorial en los últimos años. Después de la gran traca tecnológica no se han producido relevos.
Dentro de este proceso, a alguien se la ha ocurrido la gran idea y ha inventado algo así como la máquina que predice el futuro. Earlier Warning Systems es la definición anglosajona.
¿En qué consiste el asunto? En dejar todo en manos de programas de ordenador muy complejos que cuentan con bases de datos históricas y predicen el futuro a través de las combinaciones que se dieron otrora. Por ejemplo. Un inversor que hubiera acudido a tan singular cacharro esta semana se habría hecho de oro en la Bolsa española, porque la volatilidad ha sido de las que hacen historia.