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Milagro en Barcelona

Sube a los altares esta primavera José María Escrivá después de habérsele adjudicado por el Papa Juan Pablo II un milagro que enseguida los eternos descontentos han juzgado de poca monta. Pero el que se consagra como hombre milagro vuelve a ser nuestro presidente del Gobierno, José María Aznar. Así lo destaca nada menos que el diario danés Sondagsavisen, de cuya existencia nada sabíamos hasta este momento por nuestra negra incultura, pero que, según informa Carmen Villar, la corresponsal de Abc en el Báltico, resulta ser para más inri de orientación socialdemócrata. Las pruebas se aportan en la página 30 del diario que fue de los Luca de Tena, donde se reproduce un recorte del citado periódico danés con una gran fotografía de nuestro primer ministro y un texto titulado Spaniens mirakel.

Además se asegura que el titular de la portada de ese mismo rotativo tildaba a Aznar de Mirakelmager que, como ya habrán adivinado los lectores, viene a traducirse por el hombre que hace milagros. Esta condición milagrera ya fue detectada por su propio poseedor cuando en una entrevista concedida a Financial Times, al ser preguntado por algunos avances destacados en el área de la economía española, respondió aquello de el milagro soy yo.

Impasible en la práctica del deporte -ahora toca en Baqueira Beret esquí de fondo-, inagotable a la hora de dispensar autógrafos a sus admiradores, inescrutable acerca de sus planes -con patriotismo constitucional incluido- para el inminente Congreso del PP, Aznar tiene anchas espaldas para cargar con los trabajos de la presidencia de la UE durante este primer semestre, una carrera de obstáculos que en absoluto le arredra. Llega a este momento arropado con una ventaja abismal sobre Zapatero en las oportunas encuestas de Sigma 2 jaleadas por el diario de Pedro José. Se dirá que los sondeos de esa marca nunca le han fallado al presiente, ni siquiera cuando las urnas, años atrás, le fueron una y otra vez desfavorables.

Algunos malévolos pensarán que el secreto de estos sondeos está en la pasta, pero donde reside es en las probadas habilidades del director del establecimiento Malo de Molina -a quien algunos envidiosos adversarios prefieren denominar Pésimo de Collones-, pero a ver quien los mejora. Aznar, entre tanto, ya ha remitido al Congreso de los Diputados la mitad de las leyes de su programa, es decir, que va sobrado y hay de aquel que se atreva a echarle un pulso.

Aznar ha declarado que a Europa le corresponde el liderazgo mundial y a ello se apresta para ser de nuevo asombro del mundo. Pero aquí, entre todas las tareas del semestre de la presidencia, vamos a limitarnos a vislumbrar las que deberán ser impulsadas en el Consejo Europeo de Barcelona para recuperar la estrategia diseñada en Lisboa en marzo de 2000. En ese intento es de gran utilidad acercarse al informe del Grupo de Reflexión sobre la Presidencia Española creado por Marcelino Oreja en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo-CEU, en coordinación con el Ministerio de Asuntos Exteriores, y en el que ha colaborado el Centro Español de Relaciones Internacionales de la Fundación Ortega y Gasset. Un Grupo que ha trabajado a lo largo de todo el año 2001 y que ha contado con las aportaciones de ponentes y expertos convocados a los seminarios de los días 2 de abril y 4 de octubre.

Vayamos a la cuestión. El compromiso acordado en Lisboa fue celebrar cada año un Consejo Europeo dedicado a cuestiones económicas y sociales para hacer inventario de los progresos obtenidos y de los déficit que deben ser colmados. El Consejo de Estocolmo fue el primero de esta serie y allí los propósitos liberalizadores de Aznar en el ámbito de la energía eléctrica y del gas se vieron frenados por la intransigencia de Francia, que quiere jugar a dos barajas y entrar con sus empresas públicas en los mercados ajenos ya privatizados. Semejante ventajismo es imposible que prevalezca, pero por el momento los avances quedaron para mejor ocasión. Otra cosa es que en la próxima convocatoria de Barcelona sean posibles en vísperas de las elecciones presidenciales francesas. Además, Barcelona, en marzo de 2002, debería mejorar la coordinación de la política económica en el seno de la UE y ampliar la visión compartida entre los 15.

El otro capítulo fundamental se refiere a los problemas relacionados con las nuevas tecnologías y el desarrollo de la sociedad del conocimiento en Europa. Será la ocasión de establecer las consecuencias que ha podido tener sobre el crecimiento económico el distinto grado de desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información (TCI) en EE UU y en la UE. Además de atender a los efectos macroeconómicos del desarrollo de estas tecnologías en el crecimiento de la productividad por distintas vías. Agenda tan apretada es posible que deje fuera de consideración problemas tan relevantes como la reforma de la protección social o las consecuencias del envejecimiento de la población, las políticas de empleo, la integración de los mercados financieros o el desarrollo sostenible. Pero tampoco los milagros de Aznar son interminables. Veremos.

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