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LEALTAD, 1

Propaganda más allá de los datos

La Bolsa es, desde siempre, un mercado complejo, contradictorio, incluso mágico. Ahí reside su dificultad y su esencia. De no ser así las Bolsas no existirían, porque serían lógicas y todo el mundo ganaría. En esta complejidad convergen cifras económicas reales, expectativas, que pueden ser ciertas o no con el paso del tiempo, y estados de ánimo y de humor de los participantes en el mercado imposibles de enjuiciar.

Son muchos los expertos e inexpertos que se preguntan en los últimos días el porqué de la reacción súbita, festivalera, de las Bolsas del mundo, cuando en el entorno económico empeora a marchas forzadas, con aumentos del paro y expectativas económicas muy sombrías para el año que viene.

Los que siguen muy de cerca el mundo de la Bolsa fundamentan el espectacular recorrido alcista de ésta desde los mínimos del 21 de septiembre en asuntos tan arbitrarios como la propaganda. Destacan que el alza desata pasiones y que el ansia de participar en los coros y danzas de la mejora en marcha puede más que cualquier otra referencia.

Propaganda, añaden, que vuelve a proceder por enésima vez de Estados Unidos. Recuerdan algunos que los presidentes de Cisco y de Oracle ya han sido protagonistas, como ahora, de contagiar con sus predicciones favorables al tecnológico Nasdaq y éste al resto de los mercados del mundo. Hasta ahora ambos próceres se han equivocado, pero da igual. Insisten en que lo peor ha pasado.

Hay, asimismo, otro fenómeno que desde siempre mueve dinero hacia los mercados de acciones. Son los índices de sentimientos, el NAPM estadounidense, por ejemplo.

Los mejores analistas recomiendan no jugárselo todo a la baza de los indicadores adelantados, porque a veces fallan mucho y la realidad económica no se ajustan a lo anticipado. Ahí se produce el choque.

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