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El sector financiero rechaza la propuesta de reforma del FMI

Cuatro años después de la crisis asiática, la reforma de la arquitectura financiera internacional va cobrando forma. Claro que no en el sentido imaginado por sus precursores del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Gobierno demócrata de Bill Clinton. Lejos de las concepciones de Michel Camdessus, Stanley Fischer o Robert Rubin, la nueva plana mayor del Tesoro estadounidense y del Fondo comienza a chocar con el sector financiero.

La número dos del Fondo Monetario Internacional, Anne Krüger, envió la semana pasada un mensaje de disculpas a los directores del organismo. El motivo: su discurso del lunes 27 en el Club Nacional de Economistas de Washington, donde reveló un ambicioso y polémico plan de reestructuración de las organizaciones multilaterales de crédito. Sin embargo, el texto enviado por Krüger por correo electrónico para calmar a sus colegas dista de haber cerrado el conflicto que se viene desarrollando desde hace un año.

La reforma delineada por la economista que está al frente del FMI junto con su director gerente, Horst Köhler, apunta a un giro radical de la orientación seguida durante una década. De hecho, la nueva idea constituye el punto final de la orientación sustentada en el Consenso de Washington y llevada a cabo por el tándem Michel Camdessus-Stanley Fischer, que dirigieron el Fondo durante los años noventa.

El objetivo de la propuesta, que ha sido mal recibida en el sector bancario y financiero internacional, es poner fin al abultado endeudamiento de los países bautizados como emergentes desde comienzos de la pasada década. Más concretamente, lo que se busca es formalizar la desvalorización ya en curso de la deuda de los países periféricos. Y que ese costo sea asumido por los tenedores de los bonos de esos países, terminando así con los rescates coordinados por el FMI, como ocurrió en México, el sureste asiático, Rusia, Brasil y Argentina.

Suspensión de pagos

El método imaginado por Krüger, y que contaría con el respaldo de cuatro países del G-7 (EE UU, Alemania, Gran Bretaña y Canadá), para llevar adelante el plan es la suspensión de pagos. Un Estado que no pueda seguir asumiendo los vencimientos de su deuda, anunciaría una suspensión temporal de sus compromisos. A continuación, debería sentarse con sus acreedores y renegociar la deuda. La subdirectora del Fondo llegó a plantear en su disertación que, para evitar la fuga de divisas, ese Estado debería implantar un provisional control de cambios. Una medida que era considerada aberrante por los teóricos del Consenso de Washington y que ha sido sistemáticamente rechazada por los hombres del Fondo.

En este esquema, los inversores financieros quedan sin red de seguridad y sometidos a las puras leyes del mercado. Y los países que acuden normalmente al crédito externo también sufrirían las consecuencias de esta eventual nueva arquitectura internacional, ya que los prestamistas se retraerían. Pero para los partidarios de Estados Unidos dentro del Fondo, no hay otra vía para poner fin a la crónica inestabilidad creada por el enorme endeudamiento emergente, cuyos mayores exponentes son Argentina y Turquía. Al mismo tiempo, la idea que el directorio del FMI discutirá en diciembre es la traducción teórica del agotamiento del ciclo expansivo del crédito internacional iniciado en 1991.

Apoyo y rechazos

El pasado jueves, el subsecretario del Tesoro, John Taylor, apoyó implícitamente a Krüger. "Debemos movernos gradualmente hacia una menor confianza en los grandes paquetes financieros de rescate", afirmó, en un claro mensaje a los acreedores de naciones endeudadas y al borde de la insolvencia, como Argentina.

Por el contrario, los fondos de inversión y algunos bancos han rechazado de plano la concepción de Krüger y del Tesoro estadounidense. El cambio en las reglas de juego "lo único que hará es debilitar la posición de los inversores en bonos", dijo Frank Rodilosso, gestor de fondos en Van Eck Associates. En la misma línea, Robert Königsberger, de Gramercy Advisors LLC, que intervino en la negociación de la deuda de Ecuador, calificó el plan como "utópico". Un importante economista del Deutsche Bank, consultado por este diario, se excusó de dar su opinión debido a la "conflictiva situación financiera internacional".

Una de las oposiciones más duras proviene de Arminio Fraga, actual presidente del Banco Central de Brasil y ex directivo del fondo Quantum, que perteneció a George Soros. En un trabajo de los últimos días, Fraga sostiene que la mejor solución es discutir caso por caso, tal como sucede en la actualidad. El temor del Gobierno brasileño es que esta propuesta retraiga el flujo de capitales hacia los emergentes. La reunión del G-30 (el G-7 más los emergentes) debatirá el sistema en discusión la semana próxima. En el FMI, las divisiones son muy profundas.

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