China teme un paro masivo como resultado de la apertura comercial
La entrada de China en la OMC supone un gran reto para este país. A pesar de que se esperan beneficios que repercutirán directamente en el crecimiento, la nueva regulación a la que hay que someter al mercado originará despidos y la quiebra de muchas empresas ineficaces, con el consiguiente malestar social.
Apesar de la ovación que recibió en Doha la revitalización para la economía global de un mercado de 1.300 millones de personas, el presidente Jiang Zemin dejó claro que Pekín ejercerá un equilibrio calculado entre el cumplimiento de los compromisos y el disfrute de los derechos.
Sobre Pekín pesa una espada de doble filo. El lado positivo incluye el flujo del capital exterior, la tecnología y los productos que impulsarán el crecimiento e inundarán el mercado a precios competitivos. A este respecto, la Asociación de Consumidores de Pekín imparte clases para enseñar a comprar y "evitar que cuando se tenga más dinero, se compre cualquier cosa".
El filo negativo tiene que ver con el proceso de cierres y despidos, y el consecuente malestar social, producto de la incapacidad de miles de empresas estatales ineficientes para afrontar la competencia exterior.
Actualmente, menos de la mitad de las casi 20.000 regulaciones aplicables en China a productos y servicios se basa en normas internacionales y sólo el 24% se ajusta a las normas de la OMC. En los últimos meses, los funcionarios de las provincias más alejadas han sido informados de las implicaciones, pero sin haberse renovado las instituciones, las prácticas administrativas o la legislación.
Proteccionismo
Los analistas recuerdan que existe un gran proteccionismo regional y que las autoridades provinciales siempre se posicionan en defensa de los intereses locales y el empleo. En los últimos meses se levantaron barreras en zonas agrícolas registradas como empobrecidas (para no atentar contra la OMC) por el temor a la pérdida de 13 millones de empleos, provocado por las concesiones hechas a Washington.
Según el acuerdo bilateral, la importación de productos estadounidenses, como soja, trigo, maíz, arroz y algodón, aumentará espectacularmente para 2006, mientras que durante 15 años Washington se protege con las cláusulas antidumping y de salvaguardia de la invasión de exportaciones chinas.
En China, los cambios que deben aplicarse a la agricultura suponen un gran riesgo social, debido a que unos 200 millones de personas pueden verse forzadas a buscar empleo en las ciudades en la próxima década. Los más optimistas cifran en 70 millones los nuevos puestos si la participación en la OMC origina un aumento de dos puntos en el PIB anual.
Para preparar el terreno, desde el 1 de octubre se permite a los campesinos cambiar su hukou (permiso de residencia que durante medio siglo ha obligado a vivir y trabajar en el mismo lugar, en general el de nacimiento) y solicitar otro en pequeñas ciudades si encuentran trabajo.
En la cumbre de Brunei, en la que se acordó un tratado de libre comercio entre la Asean (Asociación de Naciones del Sureste Asiático) y China, el primer ministro, Zhu Rongji, reveló su inquietud por la situación de 800 millones de granjeros que han de competir también con la reducción de los aranceles al vacuno y las aves del 31% al 14%.
En el sector automovilístico, unos 10 millones de trabajadores perderán el empleo por la reducción de las tarifas importadoras, según la Confederación Internacional de Sindicatos de Libre Comercio.
La reducción y desmantelamiento del papel del Estado en la economía ha de acompañarse de la formación del funcionariado y las empresas en normas multilaterales a las que han de adaptarse las nacionales. Según los analistas, el desafío clave en la estrategia económica nacionalista china será el empleo de tecnologías y gestión para crear nuevas industrias en sectores considerados prioritarios y que el Gobierno tiene intención de cuidar.