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En Europa los jefes siguen sin pagar los platos rotos

Kurt Hellstroem era la viva imagen de la derrota el pasado abril. Ericsson, el gigante sueco de las telecomunicaciones del que es consejero delegado, anunciaba pérdidas trimestrales, previsiones de peores resultados y un plan de reestructuración que pasaba por la eliminación de otros 12.000 puestos de trabajo, lo que dejaba la cifra final en 22.000.

A finales de octubre, y tras el anuncio de más pérdidas, se añadió una salida más a la reducción de nómina, la del propio presidente, Lars Ramqvist, que ha estado 22 de sus 62 años en la empresa.

Analistas suecos como Matthew Hoffman, de SoundView Technologies, califican a Ramqvist como "un visionario en los noventa". El apelativo se lo ganó en plena guerra del Golfo, cuando se arriesgó a hacer fuertes inversiones. Su apuesta permitió a Ericsson estar a mediados de la pasada década a la altura de un mercado en pleno apogeo mientras los competidores no podían satisfacer la demanda.

Pero Ramqvist no tenía el perfil que los inversores creían que debía tener el gestor de una crisis provocada por la explosión de la burbuja de las empresas de alta tecnología y a la que se ha unido el actual retroceso económico para agravar la situación.

Su puesto está ahora en manos de Michael Treschow, de 58 años, ex presidente de Electrolux, empresa que al igual que Ericsson está controlada por la familia Wallemberg. Hellstroem ha recompuesto el gesto y mantiene su puesto. Recientemente ha declarado su optimismo por la recuperación. Los analistas creen que sus recetas de recortes de costes son del agrado de Treschow, por lo que mantendrá su cargo.

Pero las cosas han tenido que llegar muy lejos para que se diera un paso por el que los inversores llevaban un año clamando. Y hay otros casos. Para el reemplazo de Paul Smits, ex presidente de la operadora de telefonía holandesa KPN, fue necesaria una caída del valor de la acción del 96%, una deuda que creció hasta 3,79 billones de pesetas y dos fusiones que quedaron en nada (con Telefónica y Belgacom). Tras 15 meses en el puesto, Smits dio el relevo a un hombre de la casa, Ad Scheepbouwer, quien tendrá la misión de rebajar el pasivo y proponer una estrategia para una empresa que Smits consideraba que no podía crecer en solitario.

Y es que en Europa pedir responsabilidades a los ejecutivos no es tan frecuente como en Estados Unidos, aunque se empiezan a dar pasos según se ha ido popularizado la inversión en Bolsa. Aun así, hay grandes diferencias. Por una fusión frustrada con General Electric, el presidente de Honeywell, Michael Bosignore, dejó el puesto.

KPN perdió a su presidente poco después de que en BT ocurriera algo similar con la salida de su homólogo Ian Vallance y su consejero delegado, Peter Bonfield. En junio, y seis semanas después del terremoto en BT, Kaj-Erik Relander dejó su puesto, en el que llevaba seis meses, al frente de la operadora finlandesa Sonera.

Los pasos afectan sobre todo al sector de las telecomunicaciones y alta tecnología porque es el que más sufre la actual crisis y sus accionistas, los más descontentos. Según los analistas, los consejos de administración de las empresas "se están profesionalizando" y en algunos casos se cree que quien ha conducido a las empresas a lo más alto no tiene por qué ser el indicado para pilotar crisis.

Un ejemplo significativo lo dio el ex consejero delegado de la británica Marconi desde el 4 de septiembre, Lord George Simpson, quien no renunció al optimismo a pesar de ver que la competencia avisaba de reducciones de beneficios y serios problemas.

Observadores como la asesora de inversores Sophie L'Helias, mantienen el optimismo. Según declaraba a Bloomberg, "los presidentes en Europa tenían una suerte de permanencia que garantizaba las posiciones hasta que decidían retirarse. Estos cambios serían inauditos hace cinco años".

Pero la lista de partidas, en un periodo de importantes recortes de plantillas, es corta. Al otro lado del océano es extensa, Coca-Cola, Procter & Gamble, Xerox, Lucent, Mattel, Yahoo, Enron o United Airlines son algunas de las muchas que han cambiado a sus ejecutivos y los rumores sobre la salida de otros como Carly Fiorina, de Hewlett-Packard, son fuertes.

En Europa, sin embargo, hay quien se pregunta cuál es límite de la paciencia de los accionistas de Deutsche Telekom o Vodafone. Recientemente Matthew Lynn, columnista de Bloomberg, señalaba con ironía que la campaña publicitaria de Vodafone ¿Cómo estás? tenía fácil respuesta en caso de ser inversor: "No muy bien, a decir verdad". Las pérdidas en el semestre (9.740 millones de libras, 2,6 billones de pesetas) "son para llorar, incluso para lo que es costumbre para las telecomunicaciones", según Lynn. Chris Gent, su presidente, aseguraba que la contabilidad no hacía justicia a la fortaleza de la empresa, pero la Bolsa pierde confianza porque desconfía de la rentabilidad de las inversiones de Gent (320.000 millones de dólares en cuatro años).

En otro sector en profunda crisis, las aerolíneas, apenas se han movido sillas. Los expertos creen que aún es pronto porque los problemas se han agravado con los atentados del 11 de septiembre. Los movimientos continuarán. Pero poco a poco.

 

Un perfil agresivo para gestionar crisis

Mike cuchillo, el rompedor de hielo, el asesino de costes. Mike es Michael Treschow, ahora en Ericsson, y por los otros dos apelativos se conoce a Carlos Ghosn, presidente de Nissan. Los sobrenombres se los han ganado gestionando crisis de empresas como Electrolux, Michelin, Renault y las que ahora encabezan.

Los alias les presentan como gestores severos. Y lo son. Amplios recortes de plantillas y vueltas de tuerca a sus proveedores les avalan una fama que redondean devolviendo a la senda de la rentabilidad las empresas que presiden.

Lo que valoran los analistas es la audacia, el sentido de la anticipación a las situaciones de crisis que han demostrado y el hecho de que la vuelta a la rentabilidad es rápida, algo que colma los deseos de los impacientes inversores.

El poco margen de tiempo es más evidente en el sector de la automoción, que siempre ha sido ágil a la hora de dar entrada y salida a sus gestores.

En los últimos meses, al cambiar el signo de los tiempos con la crisis del consumo, ha habido un baile de sillas en el que también ha perdido su puesto uno de los más carismáticos gestores, Jacques Nasser, presidente de Ford. æpermil;l empezó recortando costes pero no supo controlar situaciones inesperadas y salió de la empresa. Le faltó mano izquierda y se creció en arrogancia, algo que los gestores profesionales de crisis como Ghosn han sabido conservar.

Ghosn, calificado como uno de los mejores ejecutivos de los últimos años, ha sido tentado por muchas empresas necesitadas de su mano firme. Jurgen Schrempp, que mantuvo su puesto como presidente de DaimlerChrysler pese a la crisis de la fusión, dijo necesitar a alguien como él.

Lo encontró en Dieter Zetsche, que con perfil semejante terminó por hacer rentable a Mercedes en Suramérica. De momento, Zetsche, a la cabeza de Chrysler, pide algo de paciencia.

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