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CRâNICA DE MANHATTAN

<I>Guerra de civilizaciones</I>

Las Torres Gemelas no eran sólo edificios altos llenos de oficinas y seres humanos. Eran la catedral del Capitalismo. Y su destrucción amenaza con desestabilizar los cimientos de la democracia capitalista por antonomasia, ocurra lo que ocurra con la ofensiva militar que al parecer prepara George Bush.

La filósofa y novelista Ayn Rand (de la que era discípulo Alan Greenspan) dijo que "el Capitalismo es el único sistema político-económico moral de la historia". Un modelo en el que "los hombres no se relacionan entre sí como señores y esclavos, sino como comerciantes, de manera libre y voluntaria, buscando el beneficio mutuo". Un sistema de producción masiva, estimulación del beneficio y del consumo que, para ser eficaz, necesita ir acompañado por un sólido régimen de libertades civiles. Muchos lo consideran imperfecto porque genera graves desigualdades. Otros lo creen intolerable y están dispuestos a dar la vida por derrumbarlo.

En EE UU ya hay muchos que hablan de Guerra Santa (el New York Post asegura que los integristas islámicos quieren imponer su religión en todo el mundo). Pero cuando las milicias palestinas atacan Israel no suelen fijarse como objetivo las sinagogas, sino sus discotecas, sus pizzerias y ciudadanos. Con lo cual parece que el enemigo a batir no es tanto la Torah como los símbolos de la colonización cultural de corte occidental. Cuando el presidente George Bush dijo que los terroristas quieren "destruir nuestra democracia y nuestra libertad", algunos pensaron que acaso exageraba. Pero no es así.

Los estadounidenses están acostumbrados a un nivel de libertad que resulta sorprendente a ojos europeos. Y lo que están viendo estos días les resulta ajeno e inquietante. En un país en el que el acceso del público a las instituciones colectivas es sagrado, la Casa Blanca y el Congreso están cerrados a cal y canto. Decenas de ciudadanos han sido puestos "en custodia" sin más motivo aparente que su origen árabe. El Senado aprobó el jueves una ley que dará más potestades al FBI para espiar las comunicaciones electrónicas privadas. Algunos expertos en seguridad han propuesto que todos los vuelos comerciales vayan protegidos por militares vestidos de paisano con carácter permanente. Y ha vuelto a resurgir el debate sobre la creación de un documento nacional de identidad obligatorio (algo habitual en Europa, pero visto con horror por los estadounidenses).

En el eterno pulso entre la seguridad y el derecho a la privacidad, los defensores de esta última siempre llevaron ventaja en EE UU. Y lo hicieron hasta extremos que rozan la inconsciencia en asuntos como la completa falta de control en los aeropuertos para vuelos nacionales. Pero los trágicos acontecimientos del martes pueden dar un giro a la balanza. Si los estadounidenses no están alerta, el Gobierno puede aprovechar su declaración de guerra no sólo para imponer medidas de seguridad razonables, sino también para recortar derechos civiles básicos (por ejemplo, prohibiendo manifestaciones de protesta por motivos de "seguridad" o criminalizando a ciudadanos por su origen étnico). Si esto ocurre, entonces los terroristas habrán ganado la batalla.

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