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CRâNICA DE MANHATTAN

Una decisión salomónica

Tras meses de intenso debate político y moral, el presidente George Bush acaba de autorizar la entrega de fondos federales para investigar con células madre procedentes de embriones humanos. Pero sólo recibirán dinero público las investigaciones que utilicen las 60 familias de células madre que, según afirma la Casa Blanca, existen ya en laboratorios de Australia, EE UU, India, Israel y Suecia. Es decir, que no habrá fondos para investigar con células procedentes de nuevos embriones.

Las células madre pueden transformarse en cualquier tipo de tejido (muscular, nervioso, etcétera), se subdividen de forma iliminada y son consideradas por los científicos como un instrumento clave en la búsqueda de soluciones para enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer o la diabetes. Pero los grupos más conservadores consideran que la utilización de embriones para conseguirlas equivale al asesinato de un ser humano no nacido.

Bush, que mantiene una fuerte posición anti-abortista y prometió durante la campaña que se opondría a las investigaciones con células madre embrionarias, se ha pasado meses entrevistándose con políticos, científicos y líderes espirituales (incluído el Papa Juan Pablo II), para tantear posiciones. Al final ha anunciado una decisión salomónica que no termina de convencer completamente a nadie, pero que le permite sortear el escollo de manera políticamente airosa. Según un un sondeo de CNN y USA Today, un 50% de los ciudadanos apoya la decisión adoptada por el presidente, un 25% la rechaza y otro 25% no están seguros de si es bueno o malo.

Quienes sí tienen posiciones claras sobre este asunto han inundado los medios de comunicación con denuncias totalmente divergentes en los últimos días.

Los grupos políticos y religiosos más conservadores han comparado estas investigaciones con las atrocidades cometidas por los nazis durante el Holocausto. Mientras, los científicos se quejan de que los límites impuestos por Bush son demasiado estrictos y avisan que podría producirse una fuga de cerebros hacia otros países como Reino Unido, que mantienen posiciones menos restrictivas en este campo.

Ante el aluvión de críticas recibidas dentro y fuera del país, el presidente respondió ayer con un artículo en The New York Times en el que explica los detalles de su decisión y reconoce que "conforme entramos en nuevos territorios de la ciencia moderna, las elecciones serán cada vez más difíciles" de tomar.

Como asesor para este tipo de asuntos ha fichado al ultraconservador Leon Kass, que es profesor de la Universidad de Chicago. Kass no sólo se opone al uso de embriones para obtener células madre, sino que rechaza procedimientos de uso tan extendido como la fertilización in vitro. Y Bush le ha colocado como director del panel de expertos que supervisará la entrega de fondos para las investigaciones con células madre. Su nombramiento tiene desolados a muchos científicos pero servirá para calmar los ánimos de los grupos antiabortistas más combativos.

El republicano de Tejas, que prometió no hacer política en función de los sondeos, acaba de dar un ejemplo magistral de lo contrario. Ni su antecesor, el demócrata Bill Clinton lo habría hecho mejor.

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