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TRIBUNA
Columna
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El futuro del cultivo del tabaco en España

José María Sumpsi considera que las ayudas que recibe España de la UE para el cultivo del tabaco es un caso que ilustra la irracionalidad de la política agraria común (PAC), y señala que hay otras alternativas para promover el desarrollo.

Desde Bruselas llegan noticias alarmantes sobre una propuesta de la Comisión para eliminar las ayudas al cultivo del tabaco en la Unión Europea (UE). Sin embargo hace ya tiempo que rondaba una propuesta de este tipo.

En primer lugar, porque la ayuda media por kilo de tabaco producido en la UE es muy elevada; una parte sustancial de la rentabilidad del cultivo procede de las ayudas. Sin embargo, desde la reforma de la PAC de 1992 hay una cierta tendencia a medir el grado de apoyo público a un determinado producto mediante el porcentaje que las ayudas representan sobre la renta generada por el producto en cuestión. Esta forma de proceder es un error, ya que otros productos que no perciben ayudas directas de la PAC pueden llegar a alcanzar mayores niveles de apoyo público. La leche no recibe ayudas directas todavía, pero goza de una fuerte protección en frontera que permite unos precios en el mercado europeo muy superiores a los internacionales. No es complicado calcular en estos productos que carecen de ayuda directa el grado de apoyo público. Basta con multiplicar la producción de leche bajo cuota por la diferencia entre los precios europeos y los internacionales. Así comprobaríamos que la leche tiene un nivel de apoyo público muy superior al de otros productos, a pesar de no disfrutar de un sistema de ayudas directas.

En segundo lugar, el Tribunal de Cuentas de la UE ya detectó en su informe de 1991 un importante fraude con las ayudas del tabaco, consistente en llevar a la intervención pública partidas de tabaco que no tenían la calidad mínima exigida por el mercado, y por tanto sin salida comercial, de modo que tales partidas acababan incineradas, recordando épocas más reciente (quema del lino textil).

En tercer lugar, porque la falta de correspondencia entre el peso económico del cultivo y el gasto total en ayudas a la producción y subvenciones a la exportación es total. El cultivo del tabaco aporta sólo el 0,1% de la producción final agraria de la UE y percibe el 4% de los gastos que el Feoga-G destina al apoyo a los precios y mercados agrarios.

En cuarto lugar, las ayudas al tabaco no están desconectadas de la producción, es decir, se otorgan por kilo de tabaco y no por hectárea de cultivo, de modo que distorsiona la concurrencia internacional. Europa no puede competir con países en vías de desarrollo que son grandes productores (India, Malawi, Zimbabue, Rumania, Turquía y otros), ya que se trata de un cultivo que necesita mucho empleo y los salarios en estos países son muy bajos. La estructura de las explotaciones de tabaco en Europa es muy deficiente (tamaño medio de 1,3 hectáreas por explotación), lo que dificulta la mecanización de algunas tareas. Por tanto, la política de la UE respecto al cultivo del tabaco no va en la dirección de promover la liberalización del comercio agrario internacional, ni de ayudar al desarrollo de países menos desarrollados.

Por último, estas ayudas contribuyen a producir un cultivo que se transforma en tabaco en rama y luego en cigarrillos, cuyo consumo perjudica seriamente a la salud, generando cuantiosos gastos sanitarios para tratar de recuperar a los fumadores. Este último argumento es muy falaz, ya que en la UE no se dejará de fumar por el hecho de reducir drásticamente el cultivo de tabaco, pues lo que sucedería es que aumentarían las importaciones de tabaco.

La única justificación del mantenimiento del cultivo del tabaco, especialmente en el sur de Europa, es que constituye una importante fuente de empleo en regiones de la UE muy atrasadas, lo que contribuye al gran objetivo de la cohesión económica y social de la UE. Si las ayudas al cultivo del tabaco se reducen sustancialmente o se eliminan, éste desaparecerá prácticamente de la UE.

La pregunta que surge es si este argumento en favor del mantenimiento de las ayudas al cultivo es suficiente para contrarrestar los fuertes argumentos en contra. En España el tabaco se produce casi en exclusiva en la vega del Tiétar (Cáceres) y la superficie de tabaco que recibe ayudas es tan sólo de unas 17.000 hectáreas. Lo que se gasta la UE en apoyar del cultivo del tabaco de la comarca de la Vera está en torno a 15.000 millones de pesetas al año. ¿Se imaginan lo que se puede hacer para generar empleo desarrollar la comarca de la Vera con 15.000 millones anuales?

Ningún otro caso ilustra mejor la irracionalidad de la PAC que el apoyo al cultivo del tabaco. No cabe duda de que el dinero que ha entrado en la Vera procedente del tabaco ha contribuido, y mucho, al desarrollo económico de una comarca con serios problemas económicos y sociales. Pero es posible que haya otras alternativas para promover el desarrollo rural de la zona más barata y que no distorsione la concurrencia internacional ni perjudique a países muy pobres que son grandes productores y exportadores de tabaco de calidad.

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