La fuerte caída del ahorro privado amenaza con frenar el crecimiento
El fuerte crecimiento de la economía española en los últimos años ha estado sustentado por el consumo, que ha crecido más que la renta disponible de las familias y las empresas, lo que ha provocado un descenso continuado de las tasas de ahorro privado. De mantenerse este deterioro de las tasas de ahorro (por el momento sólo en parte compensado por el avance de esta variable en las Administraciones públicas) crecerá la necesidad de endeudamiento de la economía y puede ponerse en peligro el crecimiento futuro si no se compensa con la entrada de capital exterior, según los expertos. Ahora las familias manifiestan masivamente su disposición al ahorro, aunque sólo una tercera parte lo logra.
El ahorro de una economía es la garantía de que en el futuro se podrán afrontar inversiones. Y su comportamiento, que depende muchas veces de factores intangibles, suele ser inverso al ciclo de la actividad económica: cuando hay recesión, aumenta el ahorro, y desciende cuando se produce un fuerte crecimiento económico. Hasta tal punto que un descenso excesivo en las tasas de ahorro de una economía puede poner en peligro el mantenimiento de un ciclo expansivo largo si no encuentra en el exterior capitales que financien la actividad.
España se encuentra ahora con una tasa de ahorro del entorno del 22% del producto interior bruto (PIB) que genera (unos 21 billones de pesetas), de los más bajos de la década, como consecuencia de que el fuerte crecimiento de la economía, del consumo y de la inversión, se hace en detrimento y a costa del ahorro, respectivamente. En los últimos años una serie de circunstancias han contribuido a fomentar el consumo y la inversión y a contraer, por ende, el ahorro de las familias y las empresas. Cierto es que el sector público (con una aportación muy inferior) ha pasado del desahorro al ahorro como consecuencia del crecimiento de los ingresos y el descenso de los gastos.
El aumento del empleo estable y asalariado; el control de la inflación, que ha proporcionado continua ganancia real de los salarios; la bajada de los tipos de interés (menos remuneración del ahorro y menos coste para el endeudamiento), y el descenso de la presión fiscal sobre los salarios y ganancias de patrimonio, han fomentado crecientes procesos de gasto entre las empresas y las familias, en la mayoría de los casos superiores al crecimiento de la renta disponible.
En el año 2000 y 2001 los procesos de inversión de familias y empresas se han moderado, y es lógico pensar que se produjera un pequeño repunte de las tasas de ahorro. Pero otra vez circunstancias económicas nuevas propician que persista el deterioro. Fundamentalmente la subida de los precios del petróleo ha desencadenado una subida significativa de las tasas de inflación, y éstas han provocado una política más restrictiva de la oferta monetaria (subida de tipos de interés). Así, la capacidad de gasto de las familias se reduce, bien por el mayor gasto corriente en transporte, bien por la reducción significativa de la renta salarial real (subida de IPC). Además, de reducirse la capacidad de la renta bruta real disponible por estas dos vías (que puede verse agravada por un menor crecimiento del empleo), las familias (y las empresas también) tienen que hacer frente al coste más elevado de la financiación del endeudamiento contraído en los años pasados. La combinación conjunta de estas circunstancias, según afirma Ángel Laborda en Cuadernos de Información Económica, reduce la tasa de ahorro en 2000 y 2001.
Ya en el año 2000 la necesidad de financiación de la economía nacional llegó al 2,6% del PIB como consecuencia de un crecimiento acumulado muy fuerte de la inversión, que llegó a los 25,7 billones de pesetas (un 25% del PIB). Esta tasa negativa no es la más alarmante de la serie histórica, pues se superó (hasta 3,5%) en 1990, cuando el ahorro era incluso inferior al actual, y el volumen de inversión, parecido.
Los expertos aseguran que esta situación no se puede mantener mucho tiempo sin quebrar el ciclo alcista de la actividad, salvo que la incorporación a la UEM proporcione los flujos de capital necesarios para cubrir el déficit de recursos en España.
Los hogares aportan 10 puntos menos que hace cinco años
El comportamiento de los agentes económicos no es igual en el proceso productivo: mientras que las familias han abierto la espita del consumo y la inversión en los últimos años, las empresas han puesto en marcha fuertes procesos de inversión, pero han logrado incrementar su tasa de ahorro, y las Administraciones públicas (más por la bonanza del ciclo que por la política económica) son las que mejor comportamiento están teniendo en materia de ahorro.
Las empresas están registrando en los últimos años fuertes avances de los beneficios (la central de balances revela que el excedente sobre valor añadido está en máximos históricos), y generan casi tanta renta como la que invierten. Así, en el año 2000 su ahorro superará los 11 billones de pesetas, aunque su tasa siga reduciéndose hasta el 11,1% del PIB. Hay que recordar que en 1995 superaba el 14%.
Las familias lograron ahorrar algo más de siete billones de pesetas en 2000 (según el informe de las cajas de ahorros), lo que supone un 7,1% del PIB, la tasa más baja desde 1989 (inferior al 7%). Esta cantidad supone sólo el 11,7% de la renta bruta disponible de las familias, mientras que en 1995 llegaba al 14,4%, según Caja Cataluña. Por tanto, las familias consumen 88 pesetas de cada 100 que generan de renta bruta, y ahorran el resto.
En la estructura del ahorro global de la economía, ahora representan un 34% del total, frente a un 42% en 1997 o un 45% en 1995; por tanto, ha descendido su aportación al ahorro nacional en 10 puntos. El resto del ahorro lo aportan las empresas no financieras, en un 46%; las financieras, en un 5%, y las Administraciones públicas, en un 13%.