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TRIBUNA

<I>Los olvidados del pacto de pensiones </I>

La generación de españoles que nacieron entre 1960 y 1975 ha quedado al margen en los acuerdos sobre pensiones.

A los más de nueve millones de españoles que nacieron entre 1960 y 1975 (la generación del baby-boom), la viabilidad del sistema de pensiones les preocupa extraordinariamente. No es para menos. Esta generación, aunque numerosa, ha quedado al margen en los pactos sobre pensiones en España.

Las previsiones acerca de que el sistema es viable hasta por lo menos el año 2020 les resultan poco relevantes: los nacidos en la década de los sesenta empezarán a cobrar pensiones a partir del 2025 y desearían percibir prestaciones hasta, por lo menos, la segunda mitad del siglo XXI.

Nadie duda hoy día que los actuales jubilados percibirán íntegramente sus prestaciones. Es más, resulta positivo que, tras el reciente pacto sobre pensiones, éstas se mejoren, puesto que los niveles de prestaciones en España son inferiores a la media de la Europa comunitaria.

Sin embargo, el pacto de pensiones debería haber logrado bastante más.

Las esperanzas de una reforma del sistema de pensiones que garantizara la viabilidad a largo plazo de la Seguridad Social han quedado frustradas. La realidad rubricada en el pacto permite que, a cambio de mejoras de pensiones mínimas y a colectivos concretos (necesarias en cualquier caso), y de ampliar parcialmente las jubilaciones anticipadas (frente a la Comisión Europea, que aconseja su limitación) se puede permitir reducir las cotizaciones sociales, cercenando los ingresos vitales del sistema.

La miopía económica, propiciada por una coyuntura económica favorable, ha impedido a los pactantes darse cuenta de que lo que necesita nuestra Seguridad Social no son menos ingresos, sino más.

¿Cómo se restaurará en el futuro un precario equilibrio para el sistema? No hay más que leer en los labios de alguno de los firmantes: se recortarán las prestaciones en el futuro, vía aumento de los años de cotización computables para el cálculo de la pensión, medida sugerida para el año 2003.

Es decir, se anuncia que se van a recortar las cotizaciones empresariales a corto plazo. Sin embargo, con un ciclo económico desacelerándose, en el año 2003 será notorio que el sistema se estrangula por falta de ingresos y, a renglón seguido, se recortarán las prestaciones. En vez de estos planteamientos a corto plazo, las generaciones a las que aún les faltan décadas para cobrar pensión necesitan que el sistema se refuerce, no que se debilite.

Y este refuerzo debe realizarse especialmente en los tiempos de bonanza económica, capitalizando debidamente el sistema. Cuando se anuncia que habrá un fondo de capitalización que alcance en cuatro años un billón de pesetas, nos quedamos más que satisfechos.

Pero si reflexionamos so-bre ello nos damos cuenta de que un billón de pesetas es lo que en España se paga en pensiones en sólo mes y medio. Siguiendo a este ritmo de capitalización, en 2025 el volumen del fondo de reserva de la Seguridad Social no llegaría para garantizar las pensiones a más de seis meses vista, en el mejor de los casos. Un leve revés económico y las pensiones se convertirían en humo.

Por el contrario, las reformas que están en marcha en países como Alemania o Suecia se plantean la viabilidad del sistema a largo plazo, fortaleciéndolo y equilibrándolo. Se trata de ahorrar ahora para cobrar después, creando un circulo virtuoso.

El ahorro alcanza tal calibre que permitirá que con sus rendimientos se fortalezca el crecimiento de la economía en un 1% adicional o incluso más. Y esto resulta especialmente positivo, porque genera empleo, y con más trabajadores cotizando a la Seguridad Social, el sistema se refuerza.

Adicionalmente, en España una reforma del sistema de pensiones de estas características tendría efectos macroeconómicos positivos, ya que frenaría la demanda a corto plazo y con ello reduciría nuestras endémicas tensiones inflacionistas.

¿Qué costaría esta reforma? Las cuentas de Alemania se parecen a las nuestras. Aportar un 5% adicional en cotizaciones a la Seguridad Social para garantizarnos una pensión futura supondría ahorrar anualmente para el fondo de capitalización más de un billón de pesetas. En un horizonte de 25 años puede acumularse un fondo del 25% al 30% del PIB, suficiente para garantizar las pensiones de los nacidos en los años sesenta. Y además sentaría las bases para un crecimiento económico sostenido por encima del 3%, que generaría empleo suficiente como para reforzar nuestro sistema de pensiones e incluso el de nuestros hijos.

¿Una reforma demasiado cara para España? No, en absoluto. Nuestros niveles de gasto social están a la cola de la Europa comunitaria, aproximadamente en el 10% del PIB. La reforma que se propone incrementaría el gasto social en poco más de un 1% del PIB y seguiríamos por debajo de la media comunitaria.

Es deseable que este debate sobre la reforma del sistema de pensiones se reabra en España y que en el siguiente pacto sobre pensiones se tengan en cuenta las pensiones de todos, incluyendo las de las generaciones más jóvenes, que en éste han quedado otra vez marginadas.

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