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TRIBUNA

<I>En memoria de un Nobel poco corriente</I>

Herbert Simon ha proporcionado un marco coherente en el que estudiar la racionalidad en la toma de decisiones.

El pasado viernes fallecía en Pittsburgh (EE UU) Herbert Simon, premio Nobel de Economía 1978, una de las personas que más han contribuido al desarrollo de la ciencia de la dirección, si no la que más. Había nacido en 1916 en Milwaukee, Wisconsin, y hubiera, pues, cumplido los 85 en el mes de junio de este primer año del siglo XXI de haber llegado al mismo.

Herbert Simon era una personalidad poco corriente. Para empezar ganó el Premio Nobel de Economía, pero su doctorado no fue en economía, sino en psicología. Su Nobel en aquella disciplina cogió a contrapié a más de un economista "convencional".

El propio Simon lo reconoce: "El que yo fuera escogido para el premio ocasionó un cierto asombro. Muchos economistas y la mayor parte de los medios de comunicación pensaban que yo era un outsider, un desconocido que había sido elegido por alguna carambola (¿). No eran conscientes de que, según un estudio publicado pocos años antes, yo era el quinto economista más frecuentemente citado en las revistas académicas de economía en los años cincuenta, cuando dediqué un tiempo sustancial a la investigación económica" (Models of my life, 1991). Otro premio Nobel en Economía, Friedrich A. von Hayek, en una visita al IESE de Barcelona poco después, y al ser preguntado por algunos de nosotros sobre si le gustaba el nuevo premio Nobel, contestó que sí, que le parecía muy bien que se lo hubieran dado, aunque se preguntaba si lo que había hecho Herbert Simon era realmente economía u otro tipo de ciencia.

Porque quizá el primer trazo de su personalidad sea la interdisciplinariedad, algo hoy relativamente poco premiado, e incluso un poco sorprendente para los usos actuales, que parecen empujar a que algunos investigadores supuestamente de alta calidad sean en realidad especialistas algo estrechos en su materia. Simon fue lo opuesto al especialista estrecho.

En su universidad (Carnegie Mellon), fue profesor de Psicología, de Economía y Dirección de Organizaciones, de Informática y de Filosofía de la Ciencia, como atestiguan sus páginas web de los últimos tiempos. Eso sí, con una gran coherencia en todos sus estudios. El investigar a fondo en inteligencia artificial o en psicología cognitiva no era algo meramente superpuesto a sus investigaciones previas en el campo de la dirección y la teoría de las organizaciones, sino una profundización de las mismas.

Fue exactamente lo que quiso ser: "Cuando entré en la Universidad de Chicago en 1933 (...) pensaba que las ciencias sociales necesitaban el mismo tipo de rigor y los mismos fundamentos matemáticos que habían hecho que las ciencias duras fueran tan brillantemente exitosas (...), quería prepararme para ser un científico social matemático (...), obtuve una amplia base de conocimientos en economía y ciencia política, a la vez que una habilidad razonable en matemáticas avanzadas, lógica simbólica y estadística matemática" (Autobiografía, 1979).

El Premio Nobel se le concedió, según la Academia, por "su investigación pionera en el proceso de toma de decisiones en las organizaciones económicas". A pesar de sus excelentes relaciones con algunos de los más destacados economistas del siglo XX, fue muy crítico de los modelos económicos de base, y esencialmente el de la utilidad esperada.

El tomador de decisiones del mundo real intenta tomarlas de manera racional, pero únicamente puede hacerlo de manera limitada. Lo importante de la contribución de Simon no es descubrir que la racionalidad es realmente limitada, sino de proporcionar un marco coherente en el que estudiar la racionalidad en la toma de decisiones.

Dos de sus expresiones han hecho fortuna. Una es la anterior: "racionalidad limitada"; la otra, el "comportamiento satisfactorio", por el cual las personas no buscan para resolver sus problemas una alternativa "óptima", sino que buscan hasta que encuentran una alternativa suficientemente buena y se conforman con ella.

Una cuestión distintiva ya en su obra inicial, Administrative behavior, publicada en 1945, señalaba la importancia de que las personas, dentro de las organizaciones, tuvieran una identificación con ellas, se sintieran leales hacia ellas, y las organizaciones respondieran con la misma moneda. Lealtad e identificación son conceptos ya estudiados entonces (hace más de 65 años) y que, desgraciadamente, han caído en un cierto desuso en el contexto de la llamada nueva economía.

Cuando, inevitablemente, redescubramos su importancia, Herbert Simon nos podrá ayudar a usarlos correctamente. Igualmente, cuando redescubramos que los intereses amplios en el mundo científico son mucho más productivos que la especialización estrecha, la obra ingente de Herbert Simon nos puede servir de ejemplo de cómo hacer bien las cosas.

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