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ANDALUCÍA

Sierra Cork pone un tapón al corcho portugués

La empresa sevillana, apoyada por la Junta, invertirá 1.000 millones en una fábrica de tapones de corcho que aspira a ser el mo-tor del sector andaluz y hacer frente a la potente industria portuguesa.

La empresa Sierra Cork, apoyada por la Junta de Andalucía, va a invertir 1.000 millones en una moderna fábrica de tapones en Andalucía. Sus promotores esperan convertirla en la punta de lanza de la inexistente industria del corcho de Andalucía, región que produce el 56% de la materia prima del corcho de España.

Sierra Cork nació hace cuatro años cuando cuatro profesionales autónomos de actividades ajenas a la industria medioambiental pidieron ayuda a la Junta de Andalucía para que les ayudase a financiar un proyecto de regeneración de la industria corchera andaluza.

La empresa pública medioambiental, Egmasa, los recibió con los brazos abiertos y aportó el 48% del capital de la sociedad, que ya ha inaugurado la fábrica de elaboración de tapones de corcho más moderna de Andalucía y una de las punteras tecnológicamente de España y Portugal, el primer productor y transformador del mundo.

La fábrica, en Villanueva del Río y Minas (Sevilla), se sirve de una cementera de los años veinte abandonada que la Junta de Andalucía ha cedido a la empresa. La inversión ya está en marcha. La planta tiene capacidad para fabricar 120 millones de tapones de una sola pieza, 200 millones de discos de corcho (para hacer capas de tapones) y 100 millones de tapones de aglomerado, muy solicitados por las bodegas catalanas de cava, que por ejemplares de primera calidad llegan a pa-gar 70 pesetas por unidad.

Las previsiones de Sierra Cork son situarse en una facturación de 4.000 millones al año con la planta a pleno rendimiento y crear entre 100 y 150 puestos de trabajo. Ahora emplea a 35 personas.

El consejero delegado de la firma, Miguel Hernández, asegura que el proyecto está abierto a productores de corcho y a empresas transformadoras, pero con unas reglas a las que no están habituados: "Lo primero que tiene que saber el productor de corcho que nos venda es que nosotros pretendemos garantizar la trazabilidad de cada tapón que sale de la fábrica". Cada tapón llevará un certificado de procedencia que indica el alcornoque concreto del que se ha sacado. "Eso requiere que el propietario no puede apilar fardos de corcho de cualquier manera".

Hernández cree que el mercado los recibirá con los brazos abiertos. "Las bodegas de Rioja o de Ribera del Duero tienen las manos atadas con los tapones", afirma, "y tienen que conformarse con lo que les ofrecen las industrias transformadoras del corcho. Eso es anacrónico cuando se trata de bodegas que cuidan con esmero sus grandes reservas y a la hora de rematarlos con un tapón adecuado no reciben ningún tipo de garantías; una reserva se puede venir abajo a los pocos meses por filtraciones del corcho y otros defectos del tapón que protege tan preciado líquido".

La empresa piensa certificar su producción según las normas ISO 9002, ISO 14001 e incluso la FSC de Adena (Asociación para la Defensa de la Naturaleza), la más enérgica en la protección del medio ambiente.

La Junta pretende que el impacto que provoque Sierra Cork en el mercado andaluz cale en las conciencias de productores e industriales. El va-lor añadido del corcho andaluz se lo suelen llevar los portugueses, primera potencia mundial tanto en producción como en transformación.

La industria del cava

La mayoría de los productores ni siquiera conoce la calidad de su corcho, que se llevan intermediarios de empresas portuguesas a un precio impuesto por criterios fuera de mercado, según Hernández.

Andalucía, con 250.000 hectáreas de alcornocal, tiene prácticamente la mitad de la superficie española y genera el 56% de la materia prima original de corcho del país. Sin embargo, sólo manufactura el 16% del total y genera el 15% de los empleos en España, según un estudio de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta. Ocurre al revés en Cataluña, donde la industria del cava ha movido a esta comunidad a producir el 58% de los tapones de corcho de España, pese a que sólo cuenta con el 14% de la superficie.

Los apellidos de las familias que en Andalucía trabajan con el corcho desde el siglo pasado revelan en muchos casos el origen catalán de su procedencia, impulsados por la industria del cava.

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