El turismo se enfoca al lujo para dejar de ser de bajo coste

Hoteles, aerolíneas y turoperadores exigen un Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (Perte) para renovar los destinos de costa más deteriorados

Entrada del hotel Royal Hideaway en la estación de Canfranc.EDUARDO MCONDE

El turismo español se ha mostrado especialmente resistente frente a los ciclos económicos adversos. Entre la Gran Recesión de 2008, que produjo un desplome del PIB mundial sin precedentes, y la pandemia del Covid-19, que paralizó la actividad turística en todos los destinos durante dos años, la llegada de viajeros extranjeros a España encadenó diez ejercicios consecutivos de crecimiento, pasando de los 52,2 millones en 2009 a 83,7 millones en 2019.

En una década ganó 31,5 millones de turistas, a un ritmo de tres millones al año, en gran medida por el turismo prestado de los destinos del norte de África (Marruecos, Túnez o Egipto), con los que competía por viajeros europeos en busca de sol y playa desde 2012 por las revueltas sociales, los atentados y el clima de inseguridad generado tras la denominada Primavera Árabe. Un clima de inseguridad que también se extendió a Turquía, el principal rival de España, por captar viajeros del centro y del norte de Rusia.

En ese río revuelto, España supo sacar ganancia y empezó, aunque con mucha timidez, una política de diferenciación por calidad para dejar de ser un destino de bajo coste. Una estrategia que se vio paralizada por el derrumbe de precios desde los cuatro destinos rivales, lo que obligó a una contención de tarifas para no perder competitividad. En 2020 llegó la pandemia y, tras un reseteo de dos años, las circunstancias han cambiado dramáticamente.

Gasto

El gasto medio por día de los turistas de Asia (279 euros) y de Latinoamérica (263) es muy superior al de los tres grandes mercados emisores: Reino Unido (154 euros), Alemania (145) y Francia (116).

La planta hotelera de España, en especial la de las grandes ciudades, ha ido perdiendo efectivos de una, dos y tres estrellas y ha ido incorporando activos de cuatro y cinco estrellas, en el arranque de un cambio de modelo de negocio en el que Madrid ejerce de mascarón de proa. Los grandes grupos internacionales, como Marriott, Hyatt, Four Seasons o Nobu, han abierto grandes hoteles con tarifas por encima de los 500 euros y otros dos activos de lujo, como el hotel Santo Mauro o el Ritz, han sufrido reformas que han disparado las tarifas por encima de los 1.000 euros en el caso del inmueble gestionado por Antonio Catalán.

Una apuesta por el lujo que ha venido respaldada por los cambios en los mercados emisores de turistas. Madrid es una rara avis entre los grandes destinos turísticos españoles, en los que Reino Unido, Alemania y Francia siguen sumando dos terceras partes de las llegadas. El mayor emisor de turistas a Madrid es Latinoamérica, con un 26,2% del total de llegadas, y el segundo es Asia, con un 14,3%. Los viajeros procedentes de ambos mercados tienen un gasto medio mucho más elevado que la media. En 2022, un turista extranjero medio desembolsó 162 euros por cada día de estancia, con fuertes diferencias entre Reino Unido (154 euros), Alemania (145) o Francia (116), con respecto a Latinoamérica (263) o Asia (279). Solo atrayendo a este tipo de viajeros se puede rentabilizar la inversión en estos activos.

Madrid es el espejo de otros destinos urbanos, aunque la gran asignatura pendiente se encuentra en el litoral mediterráneo y en los archipiélagos (Baleares y Canarias), que cuentan con una planta hotelera muy deteriorada. En distintas comparecencias públicas, José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de Exceltur, organización que reúne a 35 de las empresas españolas de la industria turística, ha abogado por la aprobación de un Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (Perte) para los destinos maduros del litoral, que debería ir acompañado de la consiguiente inversión privada. “Suponen el 70% de la actividad y requieren de una respuesta estratégica y prioritaria”, asegura.

Azotea del NH Collection Gran Calderón en Barcelona.

La respuesta desde el Ejecutivo ha sido, según Zoreda, decepcionante en términos presupuestarios. “Sigue chocando enormemente que el turismo vuelva a merecer en los Presupuestos Generales del Estado para 2023 una más que insuficiente dotación de recursos económicos e incentivos más adecuados y proporcionales a los que se derivan de la elevada recaudación impositiva que genera el sector y a su aportación a la recuperación económica, como ha sido el caso en 2022″.

El presidente de la Mesa del Turismo, Juan Molas, pone cifras a las necesidades económicas del sector. “Hacen falta entre 12.000 y 15.000 millones para hacer frente a los retos de modernización y para compensar el impacto negativo que ha tenido el incremento exponencial de los costes energéticos, de los alimentos y de las bebidas, a lo que se ha unido los incrementos salariales”.

Estos aumentos en las retribuciones en los convenios territoriales no han servido, sin embargo, para ocultar otra de las asignaturas pendientes que subyace en una actividad en la que cada vez es más evidente la falta de personal para cubrir las vacantes de camarero, cocinero, encargado de sala, camarero de piso o conserje. El consejero delegado de Palladium, Jesús Sobrino, hace autocrítica: “Estamos provocando una fuga de talento con esa guerra entre empresas quitándonos plantillas”.

El riesgo del regreso de la turismofobia

E spaña como destino de turismo masivo empezó a cavar su propia tumba a finales de 2019, cuando logró un éxito sin precedentes: atraer a 83,7 millones de viajeros extranjeros, lo que la consolidó como el segundo destino más visitado del mundo, solo por detrás de Francia, que gastaron 92.278 millones de euros. Esa última cifra también la situó en la segunda posición en términos de ingresos, solo superada por Estados Unidos.


El peaje por lograr esos dos hitos, sin embargo, ha sido bastante costoso. El turismo siempre había sido considerado como una industria nacional a defender por el impacto positivo que generaba en creación de empleo, actividad o distribución de riqueza, pero 2017 marcó el inicio de brotes de turismofobia, entendida como el rechazo al turista. El principal foco de protestas se produjo en ciudades como Barcelona, donde el centro histórico se convirtió en un lugar a evitar para los vecinos por la presencia masiva de turistas, que provocaron al mismo tiempo su expulsión hacia otros barrios y un encarecimiento indirecto de los precios del alquiler, o en Palma de Mallorca, donde llegaron a coincidir hasta seis cruceros con miles de viajeros en un mismo día.


¿Volverán a producirse estas escenas este año? La inercia que arrastra la llegada de turistas desde marzo de 2022 no parece haber tocado techo y vaticina que se podrán repetir con toda seguridad en la próxima temporada alta. La imposición de tasas turísticas en ciudades como Barcelona, la moratoria para la construcción de hoteles en Cataluña, Baleares o Comunidad Valenciana o las restricciones para la llegada de un máximo de tres cruceros son medidas cosméticas que no solucionarán el problema y que solo lo bordean. La clave es escoger uno u otro modelo: cantidad frente a calidad. 

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