De momento, es la gran apertura hotelera del año. A pesar de la pandemia y las restricciones a los turistas, el hotel Four Seasons de Madrid, el primer establecimiento de este grupo canadiense en España, abrió el viernes sus puertas. Ubicado en pleno centro histórico de la capital, en la que fue la manzana 265 de la ciudad, aglutina un conjunto de siete excepcionales edificios, construidos entre 1887 y 1976, de gran valor histórico y arquitectónico ubicados entre la Carrera de San Jerónimo, la plaza de Canalejas y las calles de Sevilla y Alcalá, que antaño acogieron a la sede de La Equitativa y posteriormente de Banesto, de Crédit Lyonnais, de Banco Hispanoamericano y del Zaragozano. El edificio más destacado se encuentra en la proa de la manzana con forma de triángulo, obra del arquitecto José Grases y Riera, que ahora acoge al citado hotel, a varias residencias ligadas a Four Seasons y a la galería comercial Canalejas.
Durante el proyecto de transformación se extrajeron, catalogaron y restauraron más de 16.000 piezas consideradas de interés para su posterior reutilización, incluyendo carpintería de madera, cerrajerías metálicas, lámparas, vidrieras de gran tamaño, algunas de las cuales regresaron a su ubicación original, puertas blindadas de gran tonelaje provenientes del banco y que forman parte hoy de los espacios públicos del hotel. El proyecto de arquitectura ha sido desarrollado por el Estudio Lamela de Madrid, el interiorismo, por la firma BAMO de San Francisco, el bar Isa por Avroko, y el restaurante Dani por el estudio de Martin Brudnizki de Londres.
El 'lobby' tiene una línea definida entre el presente y el pasado, mantiene las columnas de mármol del banco con sus capiteles dorados y la vidriera original, pero incorpora como novedad una escalera oval tras la cual se encuentra la instalación 'Starry Night', del escultor catalán Eduardo Pérez Cabrero. Las moquetas del lobby están inspiradas en la caligrafía secreta del artista Jacobo Pérez-Enciso, y en el centro se encuentra una escultura de cobre de cinco metros de altura de Cristina Almodóvar. El mobiliario combina los antiguos mostradores del banco de mármol verde, con el objetivo de crear un espacio social abierto tanto a clientes alojados en el hotel como a externos.
Cuenta con una piscina con luz natural y 200 habitaciones, que van de los 45 a los 400 metros cuadrados, decoradas en dos tonos –azul pálido y amarillo–, con un aire clásico, siendo el elemento clave el armario vestidor en madera de nogal, que separa el dormitorio del baño. El mueble-bar típico de Four Seasons está presente en todas las habitaciones: lacado en negro, y con detalles de cobre y espejos, que aporta un claro toque de lujo. Los baños están recubiertos de mármol blanco y gris combinado con paneles de mármol marrón chocolate.
La joya de la corona es la suite real, cuyo salón principal fue la oficina de los diferentes directores del banco desde 1900, entre ellos el despacho de Mario Conde. Se han mantenido todos los detalles de la época: molduras, paneles de maderas nobles, suelos y ventanales. La estancia, de 400 metros cuadrados, repartidos entre el citado salón, el vestidor, la cocina, un pequeño gimnasio y dos dormitorios, se asemeja a un apartamento palaciego, en el que los tejidos brocados y tapizados junto con la chimenea original se combinan con muebles contemporáneos y modernas obras de arte resaltando el contraste entre lo antiguo y lo contemporáneo. El precio previsto antes de la pandemia era de 18.000 euros la noche. El resto de las habitaciones, a partir de 440 euros.