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Tribuna
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Tarjetas ‘black’: dos enfoques

El fraude empresarial es un fenómeno colectivo, alimentado por mecanismos de imitación, en parte conscientes y libres

Hasta la fecha, y en contra del sentido común y de la evidencia de las ciencias administrativas, los casos mayores de fraude empresarial han sido enfocados por la sociedad de forma individual y/o minimalista. El campo de acción y el nivel jerárquico de las tarjetas black representan dos buenas noticias para la ética empresarial.

La sentencia sobre las tarjetas black y sus 65 condenados, exdirectivos y exconsejeros, que desempeñaban cargos de máximo nivel en Caja Madrid y Bankia y cuyo alto estilo de vida fue significativamente e indebidamente financiado por las tarjetas black, parece oscurecer la reputación ética de la economía y de la sociedad española. Esta primera impresión, aunque legítima a corto plazo, es contraria a la realidad.

De hecho, a la luz de trabajos recientes en ciencias administrativas, la sentencia del caso de las tarjetas black aparece como una contribución importante en la práctica de la ética empresarial, respecto a otros casos importantes en otros países. Es más: con este caso se presenta por primera vez un juicio mayor de fraude empresarial que ilustra dos principios de la ética empresarial.

Principio 1: el fraude empresarial es un fenómeno grupal, pero libre.

"Con este caso se presenta por primera vez un juicio mayor de fraude empresarial que ilustra dos principios de la ética empresarial"

Desde hace 20 años se recopilan evidencias científicas de las que se desprende que los comportamientos antisociales en las empresas tienen un componente grupal. Estamos influenciados por las malas conductas ajenas: Monkey see, monkey do. Así se subraya, en las organizaciones, el papel de la imitación de las conductas antisociales.

Sin embargo, desde hace poco, tenemos evidencias neurológicas de que este mecanismo de imitación en los humanos, al ser muy distinto del de los monos y otras especies animales avanzadas, deja una parte importante a la libertad. La imitación humana se manifiesta por neuronas espejo, observables en los humanos, en regiones del cerebro asociadas con la visión, la memoria y la empatía. Entonces, respecto a la ética empresarial, ahora es más correcto decir (o cantar, como el grupo de metal Star One): Human see, human do. Es decir, el fraude empresarial es un fenómeno colectivo, alimentado por mecanismos de imitación en gran parte conscientes y libres.

Sorprendentemente, este componente social de la vida organizativa ha estado ausente en los últimos estudios formales de fraudes empresariales. Pensemos en el caso Enron, icono del escándalo corporativo en Estados Unidos. Aunque 16 antiguos directivos y ejecutivos habían reconocido su culpabilidad, la historia se acordará solo de dos villanos –el fundador de la empresa y su antiguo consejero delegado, que falleció de un ataque fulminante al corazón antes de la última sentencia. En contraste, en el caso Bankia, se juntan 65 personas a la luz pública. Y estos condenados destacan no solamente por su número, sino también por su importancia en la jerarquía empresarial.

Principio 2: la lucha contra el fraude es una responsabilidad de los principales líderes.

En septiembre pasado, del otro lado de los Pirineos, un hombre, condenado a pagar un millón de euros a su antiguo empleador, salió exultante del Tribunal de Apelaciones de Versalles. Este operador de Bolsa, llamado Jérôme Kerviel, había dejado en el año 2008 un agujero de 4.900 millones de euros al banco Société Générale, su antiguo empleador. Por este desfalco, Kerviel fue condenado por un tribunal de primera instancia a una multa del mismo importe; es decir, esta decisión del tribunal de apelaciones borró, para Kerviel, una deuda de 4.899 millones de euros. Conclusión: un proceso de ocho años en distintas instancias ha sido necesario para reconocer la falta de controles de la empresa. Kerviel llegó a comprometer 50 000 millones de euros –más de 10 años de beneficios de su banco–. De este modo, se reconocía la responsabilidad colectiva de su jerarquía.

Al contrario, en el banquillo del juicio por las tarjetas black no se sentó solo un oscuro empleado de banco, sino –más allá de los que se beneficiaron de estas tarjetas– la casi totalidad del máximo escalafón del banco: el consejo de administración.

La sentencia de las tarjetas black, por su enfoque grupal y la inclusión de los responsables de la empresa, abre un nuevo capítulo internacional en el tratamiento del fraude empresarial, más eficiente y más justo.

Sébastien Fosse es profesor de Comportamiento Organizacional y Sostenibilidad en la Deusto Business School.

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