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Columna
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Golpe a los bolsillos de Wall Street

Los funcionarios se dan palmaditas en la espalda por su golpe a los banqueros donde más les duele: en sus billeteras. Las nuevas normas propuestas el jueves pretenden diferir sus compensaciones y establecer cláusulas clawback en sus bonificaciones para evitar algunos de los excesos que contribuyeron a provocar la crisis financiera. Es una buena forma de alinear los incentivos, pero las apuestas desafortunadas no desaparecerán.

Las nuevas reglas siguen una tendencia mundial. Reino Unido y Europa ya tienen planes similares y algunas de sus disposiciones son más onerosas que las de Estados Unidos. La propuesta estadounidense llevaría a aplazar más del 50% del sueldo de los altos directivos durante cuatro años. Los bonus sufrirían un clawback –el posible reclamo de las bonificaciones ya pagadas en el caso de mala conducta del empleado, error o fallos en la gestión de riesgos– de hasta siete años si sus acciones perjudican a las finanzas o la reputación de la empresa.

Los directivos recibirán el castigo en forma de frenos a sus pagos si han puesto a su empresa en peligro

Los directivos recibirían el castigo en forma de frenos a sus pagos si han puesto su empresa en peligro. Pero no por ello dejará de haber banqueros u operadores que asuman riesgos tontos. Los ejecutivos rara vez se dan cuenta del error de sus elecciones hasta que es demasiado tarde. Wall Street no se embarca a propósito en estrategias de pérdida de dinero. La historia financiera de la crisis está llena de dirigentes que creían que en una buena racha que valía la pena apalancarse en exceso.

Por ejemplo, muchos inversores fueron incitados por ejecutivos como el jefe de Lehman Brothers, Dick Fuld, a permitirse negocios más arriesgados. Es difícil creer que saber que de su salario podría haberse visto afectado hubiera detenido a Fuld de hacer apuestas que llevaron al banco de inversión a la quiebra. Después de todo, Fuld tuvo la mayor parte de su patrimonio invertido en acciones de Lehman hasta el final.

Frenar las compensaciones a los banqueros ayuda a responder a las peticiones públicas y políticas para castigar a Wall Street. Pero, en realidad, solo servirá para evitar que los ejecutivos asuman riesgos absurdos en los buenos tiempos.

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