Amor ¿prohibido? en la oficina
En EE UU, un 24% de los trabajadores dicen haber caído en este tipo de amor “Un despido por esa causa lo consideramos susceptible de nulidad”, señalan en Ontier
Enamorarse de una persona en su empresa le puede acarrear duras consecuencias. Lo que surge como un romance que en principio no debería suponer problemas laborales, en algunos casos llega al despido. Acaba de conocerse un caso en Portugal que ha despertado curiosidad. Carlos, de 30 años, conoció a María, de la misma edad, en una empresa farmacéutica en Lisboa hace un año e iniciaron una relación que terminó por afectarles laboralmente, según ha contado Efe esta semana pasada. A ella no le renovaron en su trabajo y él negoció una rescisión de contrato de mutuo acuerdo.Su abogado ha denunciado una situación que se da en más casos de los que salen a la luz.
Según lamentó este letrado, António Garcia Pereira, existen filiales de multinacionales que condenan las relaciones amorosas entre sus empleados, una intromisión en la vida privada “claramente ilegal e inconstitucional”.
En España la situación es muy similar a la del país vecino. Algunas empresas, sobre todo multinacionales estadounidenses, han comenzado a crear códigos de conducta en los que se trata por escrito este tema, normalmente trasladando de departamento a uno de los miembros de la pareja. Deloitte, por ejemplo, así lo recoge. Esta consultora exige que se comunique al superior correspondiente, evitando que uno de ellos evalúe o dé preferencia a su pareja. Se debe “mantener total separación de cualquier otra persona dentro de la firma con la cuál se tenga una relación de parentesco o vínculo afectivo”, se detalla entre los requisitos.
Razones para prohibir
El 36% de las empresas consultadas por SHRM en su informe Workplace Romance señala que dispone de normas por escrito. Las razones para hacerlo es evitar el favoritismo (84%), evitar reclamaciones por acoso sexual (78%), represalias tras una ruptura (72%) u otras como evitar futuras acciones legales o la fuga de información confidencial.
En EE UU, un 24% de los trabajadores dicen haber caído en este tipo de amor en su empresa en algún momento de su vida, según un estudio de 2013 de la consultora SHRM. El 42% de las compañías consultadas aseguran tener una política sobre el asunto o verbal o por escrito, un porcentaje creciente. En el 99% de los casos, el afecto con un jefe directo está estrictamente prohibido. Las medidas más comunes pasan por transferir a uno de los dos tórtolos a otro departamento (51%); el asesoramiento; “una reprimenda formal por escrito”, se asegura; el cese contractual; o degradar al directivo a una posición no ejecutiva.
El experto en recursos humanos Diego Vicente, y profesor de Comportamiento Organizacional de IE Business School, conoce algún caso de primera mano en una gran consultora internacional. “Aunque no había un código escrito que lo impidiera, todo el mundo internamente sabía que las relaciones entre empleados estaban prohibidas. A uno de ellos, le hicieron la vida imposible hasta que le despidieron. Obviamente demandó y ganó en los tribunales”, relata. “Las relaciones no tienen por qué incidir en el trabajo. Hay que vestir la situación de normalidad”, opina. “Estas normas se dan en algunas grandes consultoras y multinacionales. Lo sospechoso es que no se den a conocer”, denuncia, cuando él ha intentando identificar a estas firmas.
“Nuestros tribunales han declarado que las relaciones amorosas se encuentran dentro del ámbito del libre desarrollo de la personalidad, reconocida en la Constitución”, explica María Jesús Herrera, socia del despacho de abogados Sagardoy. “Solo cabría algún tipo de sanción si afecta a su trabajo”, añade. También muestra dudas sobre códigos que pongan límites a esa libertad.
“Las políticas empresariales de prohibición de relaciones amorosas en el trabajo y de sanción de las mismas, además de no ser realistas con el entorno sociolaboral, pueden, en mi opinión, exponer a las empresas a demandas por vulneración de derechos fundamentales”, explica Herrera. “De hecho en alguna ocasión, cuando se me ha planteado lo he desaconsejado”. Reconoce que para las compañías, la preocupación proviene de que se perturbe el orden interno o se den casos de favoritismo.
Cómo gestionar el romance
Si la pasión surge en el ámbito laboral, los responsables de recursos humanos pueden intentar gestionar la situación. Varias grandes empresas cuestionadas explican que no tienen normas internas sobre el asunto porque lo consideran parte de la esfera personal. Aunque un portavoz de una consultora de recursos humanos reconoce que varias compañías solicitan códigos escritos para evitar, por ejemplo, que fluya demasiada información de un superior a un trabajador, o haya distracciones.
Diego Vicente, profesor de IE Business School, no es favorable a estos códigos. “Si surge el amor no pasa nada. No hay que premiarlo ni castigarlo. Hay que depositar un voto de confianza en las personas”. Para él, la mejor política es el sentido común y mantenerse dentro de la legalidad. “No hay que ponerse la venda antes que la herida. Creo que es absurdo que se hable de favoritismo en empresas maduras o que se piense que por estar enamorado no se rinde”, asegura.
Sin embargo, José Ignacio Jiménez, de Talengo, es favorable a estos protocolos, donde el departamento de recursos humanos debe actuar de árbitro, los enamorados deben reconocer abiertamente la relación y, si es el caso, cambiar de departamento a uno de ellos. “Al final, va a haber conflicto entre lo personal y lo laboral”, asegura.
Esa es la razón que esgrime José Ignacio Jiménez, socio de la firma española de cazatelentos Talengo para ser partidario de un código de conducta que lo refleje: “En el ámbito anglosajón está muy extendido desde hace años. Idealmente no se deben entablar relaciones personales dentro de la empresa, por lo que voluntariamente uno debe abandonar la compañía o cambiar de departamento. Lo veo bien. Hay que premiar la meritocracia”. Incluso admite que en España, en el ámbito de las grandes consultoras, lo común es que se llegue a un acuerdo para que uno de los empleados abandone la firma.
“Un despido por esa causa lo consideramos susceptible de nulidad”, asevera Javier Rodríguez, socio y responsable de laboral del despacho de abogados Ontier. “Se dan muy pocos casos”, asegura. “Para mí es ilegal. La empresa debería demostrar algún tipo de perjuicio”, añade. De hecho, afirma que cuando una compañía les solicita poner por escrito alguna de estas normas lo desaconsejan. “No tiene sentido llevar algo de la esfera personal al ámbito del trabajo”, señala. Solo concibe que se podría discutir un despido si afectara a su rendimiento. Sí cree que hay espacio para cambiar de departamento a alguno de los afectados si uno de ellos es el jefe, “pero basado en motivos justificados”, destaca este abogado.
El profesor de IE Business School cree que un romance “adulto, maduro y responsable” no tiene por qué afectar en el trabajo, ni siquiera con situaciones de parcialidad. “Estoy convencido de que haya casos de que se le exija mucho más a la pareja”. Incluso ve ventajas en estos afectos: “Es un halago para la empresa porque sus empleados están cómodos, habrá más claridad en el diálogo y surgirán ideas sin cortapisas”.