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Universidades del futuro

La publicación del informe titulado "Propuestas para la reforma y mejora de la calidad y eficiencia del sistema universitario español" es buena noticia. Hasta cierto punto. Está bien que el gobierno elabore las consultas que considere oportunas y que pretenda transformar las dinámicas del entorno universitario español. El grupo de trabajo, presidido por la catedrática María Teresa Miras-Portugal, ha presentado unas ideas que pueden servir de punto de partida para la discusión. De momento, incluye una adenda con el voto particular de dos profesores, lo que indica que ni siquiera dentro de la comisión se ha llegado a un acuerdo total.

El informe diagnostica el estado del personal docente e investigador de las universidades públicas, la evaluación de la calidad de las universidades en términos de excelencia y competitividad, sobre el gobierno de las universidades, sobre la financiación (incluye costes y política de becas) y sobre los propios estudios universitarios. Cada capítulo cuenta con unas consideraciones y una serie de recomendaciones. Y eso es todo. Porque me temo que este informe no pasará el corte, como tampoco lo hicieron otros documentos interesantes sobre el estado de la universidad y la educación superior en España. Recuerdo el informe Universidad 2000 (conocido como informe Bricall) o Audacia para llegar lejos: universidades fuertes para la España del mañana, en 2011 bajo la dirección de Rolf Tarrach. Hace unos días, se hablaba del "eterno retorno de la reforma universitaria". Pues eso.

La serie de informes muestran varios hilos argumentales coincidentes. El primero consiste en la falta de vocación internacional de las universidades. Ya hemos escrito que España tienen las capacidades para ser un hub de educación superior, pero que no llegamos a despegar. Hay que salir del aislamiento en todos los niveles para salir de la crisis, como asegura Cristina Manzano (@ManzanoCr).

El segundo elemento es la homogeneización. Si analizamos el catálogo de títulos, los planes estratégicos o las perspectivas, casi todas las universidades son idénticas. El tercero, el inmovilismo, propio de las instituciones weberianas. El cambio no vendrá de dentro, sino que tiene que ser motivado, apoyado y promovido por el gobierno. Por eso no vale este o aquel informe, sino un consenso amplio que dote a las universidades de un sistema para el futuro.

En mi opinión, la conclusión es simple: el modelo de universidad basado en una organización piramidal y unas estructuras estables autosuficientes se ha agotado. La aplicación de los principios de la economía fordista, caracterizado por la producción y el consumo masivo de títulos universitarios, no cuadra con la sociedad red. El paradigma consiste en que la productividad y la competitividad de los agentes económicos (empresas, organizaciones y estados) residen en la capacidad para la generación, el procesamiento y la aplicación de información basada en el conocimiento. Ahí es donde la disrupción supera a las actuales universidades.

En la misma línea, las universidades tienen que diferenciarse, abandonar esos principios fordistas y refundarse sobre las bases de un nuevo modelo. El reciente informe An avalanche is coming: Higher education and the revolution ahead, elaborado por el grupo Pearson para el think tank Institute for Public Policy Research, propone cinco vías de desarrollo estratégico para sobrevivir a la oleada de cambios tecnológicos, económicos y sociales.

Las cinco vías son las siguientes:

Leído el informe, pienso cómo podrían aplicarse al entorno español. Las universidades de elite serán pocas, con alta capacidad de financiación y una marca global. Pensamos en Yale, Harvard o Cambridge, pero España puede competir en ese nivel si concentra los esfuerzos en no más de cuatro centros (uno en la franja atlántica, otro en Madrid, un tercero en Barcelona y un cuarto en el sur). La competencia global exige la mezcla de fondos públicos y privados, la promoción de la investigación de alto nivel y la apertura de fronteras administrativas. La misma idea del visa start-up va en esa línea.

Las universidades de masas serán parecidas a las que tenemos actualmente. El alumno graduado recibirá los fundamentos básicos para desenvolverse en el entorno laboral. El catálogo de títulos tendrá que ser más flexible y apostar por un modelo que combine presencial y metodologías online. Habrá pocas oportunidades en la escuela de doctorado o postgrado. Intuyo que se verá reducido su número a una o dos por Comunidad Autónoma. Como reconoce el propio informe de expertos, esta decisión requiere una apuesta decidida por una política sólida de becas. Si no, repetiremos errores del pasado.

La universidad especializada se ocupa de un mercado reducido y concreto, sin interés en desarrollarse en otras áreas de conocimiento. Podríamos citar Babson College, que se ha especializado en emprendedores. Todos los procesos y mecanismos de aprendizaje se orientan hacia el autoempleo y el desarrollo de iniciativas empresariales. Otro caso de referencia es Saint John's College y su programa de Liberal Arts. O Wellesley College orientado solo a las mujeres. La lista sigue. ¿Podría una universidad española concentrarse en tres o cuatro grados y cerrar todos los demás? ¿Dónde tendría que ubicarse? ¿Tendrían que ser Derecho y Empresariales o podríamos hablar de una universidad especializada en Ciencias del Mar, Agronomía o Administraciones Públicas?

La cuarta propuesta es la universidad local. Consiste en el desarrollo de profesionales ligados a un territorio concreto y a un entorno menos internacional. Proveen de la primera experiencia universitaria y certifican el conocimiento para determinadas profesiones reguladas. No tiene ambición investigadora, sino de atención primaria. Este modelo lo hemos visto en España, si bien parece que puede ser uno de los principales damnificados de la expansión de las universidades online o los MOOC.

Por último, las universidades concentradas en Lifelong learning atienden a los nuevos estudiantes que la crisis ha creado. Me refiero a desempleados mayores de cierta edad, a jóvenes que abandonaron sus estudios o bien a personas que quieren reorientar su carrera profesional. Se trata de dotarles de nuevas habilidades, de un segunda oportunidad. También requiere programas más flexibles y adecuados a las necesidades de unos estudiantes diferentes. No conozco universidades españolas con este perfil.

En síntesis, no existe un camino único para la transformación de la universidad española, pero sí parece acertado señalar que toca plantear un escenario para los próximos 25 años. La universidad puede y debe ser el motor de la sociedad del conocimiento, tiene potencial para arraigar empresas, es el punto de partida del I+D y renueva su alumnado cada año. Por eso, tenemos que romper el aislamiento y el inmovilismo. Ojalá, como se repite, la crisis sea una oportunidad de transformación y mejora. ¡Suerte a los gestores!

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