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A fondo

Expectativas, empleo, ahorro y consumo

El consumo privado es el mayor motor del producto interior bruto, puesto que supone algo más del 60% de la generación de actividad del país; por tanto, mientras su comportamiento sea contractivo, contractivo será el comportamiento de la economía. La inversión, el motor menor, el segundo gran componente de la demanda interna, mantiene un desempeño similar al del consumo privado, puesto que si éste precisa de un horizonte despejado a medio plazo para desenvolverse, aquél necesita visibilidad de largo plazo, además de facilidades de financiación, que hoy no están precisamente entre los atributos del paisaje económico.

Pero el consumo no es una variable caprichosa. Tiene un carácter condicionado por otras muchas. A saber: evolución de la renta disponible agregada de los agentes económicos; evolución actual del empleo; y expectativas o estado de ánimo de particulares y empresas. Todas ellas en este caso juegan en contra, y fuerte, contra el consumo y alimentan una espiral contractiva sobre el crecimiento como la que se ha desatado en España desde que se inició la crisis.

La clave está en determinar en qué punto se estabiliza la situación y qué tecla hay que tocar cuando lo haga para que la endemoniada espiral contractiva se convierta en virtuosa espiral expansiva. En 2007 y siguientes se paraliza el crédito, comienza la destrucción de empleo, se contrae la renta privada, se tambalea el consumo, se reducen los ingresos públicos, se suben los impuestos, .... que a su vez generan mayor destrucción de empleo, mayor destrucción de renta, mayor contracción del consumo. El círculo vicioso al que ahora hay que tratar de devolver la virtud, como siempre se ha hecho cada vez que ha ocurrido en el pasado.

Ilustramos este modesto comentario con la portada de este periódico de febrero de 1996 que daba cuenta del balance del consumo privado de los hogares en 1995 y que arroja algunos rayos de luz sobre lo que puede pasar en esta crisis. Aunque la dimensión de la recesión fue mucho, mucho más manejable entonces que ahora y la solución es ahora más complicada que entonces, la reacción de las variables fue muy similar. Fuerte contracción del empleo en 1993, réplica en la renta disponible y derrumbe del consumo por unos cuantos años, hasta que se recomponen las expectativas. Tres años después del gran ajuste de 1993 solo se recomponía el ahorro a la espera de que se levantase la niebla, algo que ahora ni siquiera ocurre, porque lo impide una subida de los impuestos de gran magnitud para cubrir las deudas privadas nacionalizadas.

Entonces, cuando arrancaba 1996, España tenía ya crecimiento económico e incluso del empleo. Pero se había logrado tras cuatro devaluaciones de la peseta, cuatro, y un balance de las finanzas familiares bastante saneado, en el que el endeudamiento no era moneda común porque nunca habían sido moneda común los ridículos tipos de interés que trajo el euro cuatro años después. En definitiva: como siempre se había resuelto en la historia económica de España, las pérdidas de competitividad acumuladas por años y años de inflación, se enjugaban de un plumazo alterando con devaluaciones el tipo de intercambio, pero empobreciendo al personal.

Ahora, España es diferente porque no puede cambiar las reglas de juego a su antojo y ni tiene política cambiaria, ni tiene política monetaria ni tiene, porque tampoco tiene, política fiscal y presupuestaria. No tiene más remedio que ajustar sus niveles de producción con cambios significativos en sus niveles de precios y de costes. Una devaluación, pero sin peseta. Cirugía sin anestesia. Fuertes bajadas de salarios y costes en todas las actividades productivas para poder bajar los precios de los bienes y servicios y hacerlos competitivos frente a los operadores del entorno.

La operación ha comenzado, pero lo ha hecho con mucho retraso y con un coste para el empleo desconocido. Unos tienen más responsabilidad que otros, pero todos los agentes tienen alguna en el vasto ajuste por cantidad (empleo) hecho durante los primeros cinco años de la crisis, mientras que en la variable precio (salarios) solo ha comenzado en los últimos trimestres casi como mecanismo de supervivencia en muchas empresas. Hasta este año no se han acercado los salarios nominales a cero en los convenios, aunque hay miles de trabajadores con reducciones salariales incluso al margen de la negociación colectiva.

Si hubiere financiación ...

La devaluación interna de costes y precios no lo es todo, aunque bien hubiera estado que se hubiese producido antes para pagar un precio más asequible en términos de empleo. Aquella variable que en su día, allá por los últimos años de la década de los noventa, puso en marcha el círculo virtuoso hoy quebrado, la financiación abundante y barata, hoy no existe. Víctima de su propio éxito y de sus excesos, el sistema financiero está inmerso ahora en una purga sin precedentes de capacidad instalada y con racionamiento de la liquidez. Si la reforma financiera devuelve la credibilidad a la banca, la sequedad del crédito se convertiría en goteo, y éste en un hilo continuo andando el tiempo. De lo contrario, no habrá crecimiento, porque mal puede financiarse solo con un ahorro declinante y muy castigado por la presión fiscal, y con las expectativas cegadas por un espeso muro de niebla, que solo se levantará el día que la gente ve que a su alrededor ya no se destruye empleo.

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