Las economías medianas buscan alternativas a la dependencia con EE UU
Los países deben encontrar su propia estrategia o relación con China, basada en sus propios intereses


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China y EE UU han focalizado la atención de este año que acaba. Las dos grandes potencias están librando una lucha comercial y geoeconómica que, por ahora, se decanta a favor de Pekín. En la refriega, varios países satélites se han quedado colgados de la brocha: Canadá, Reino Unido, Corea del Sur o Japón, aliados tradicionales de Washington, se revuelven para buscar alianzas alternativas.
Aunque el multilateralismo ha resistido la embestida del primer año de Trump, los países buscan nuevos foros donde Washington no tenga silla. “Cada país está buscando su receta particular para navegar a Estados Unidos”, dice Arancha González Laya, ex ministra de Asuntos Exteriores y actual decana del centro Science-Po en París. “Se posicionan en función de su conexión económica y de defensa con EE UU y también con China. Ha habido dos maneras de responder: los que se han acomodado y los que han decidido plantarle cara, que son Canadá, Brasil y la India. Han optado por la mejora de sus relaciones con otros, ya que tienen alternativas”, concluye Laya.
Los movimientos de estos países medianos definirán el nuevo mundo multipolar y los flujos económicos y de comercio.
“Estados Unidos impulsa el bilateralismo. Los aranceles y los acuerdos no se negocian, sino que se imponen. La bilateralidad es una relación asimétrica que transacciona comercio, no valores”, explica Juan Luis Manfredi, catedrático de Estudios Internacionales de la Universidad de Castilla-La Mancha. “El nuevo multilateralismo no contará con EE UU, que se ha desentendido de sus obligaciones y compromisos. Esto no significa que no haya acuerdos con EE UU, pero serán transaccionales y orientados a comercio”, resume Manfredi.
Londres se ha quedado singularmente aislado, ya que ellos mismos habían decidido atlantizarse dando la espalda a la Unión Europea. Pese al trato que le ha prodigado el primer ministro laborista, Keir Starmer, les ha caído el mismo arancel que a otros países menos amigables. Como rebote, Londres ha empezado a llamar de nuevo a la puerta de la UE, que va cediendo muy lentamente. La última gran noticia es que el programa Erasmus volverá a contar con Albión.
“Hace mucho frío en medio de la nada, así que está muy activo con la agenda comercial con el Pacífico y el Índico”, sintetiza González Laya.
Ottawa es probablemente el país más afectado por el giro trumpista, que incluso flirtea con una posible anexión, lo que ha causado que la izquierda y derecha del país se hayan unido para dar una respuesta patriótica al conflicto. “No le está temblando la mano y tiene problemas similares a los de la UE, con un mercado interno con obstáculos comerciales”, dice la ex ministra.
En un reciente informe firmado por Ilke Toygür, directora del Centro de Política Global en la IE University, se apuntan las dificultades para que Canadá sea el gran aliado en materias primas de la UE, pese a ser rica en recursos naturales. “La articulación federal-provincial de competencias y la obligación de respetar los derechos de los indígenas, incluido el derecho al consentimiento libre, previo e informado, dificultan el proceso. Además, incluso cuando la extracción es factible, Canadá ha dependido durante mucho tiempo de Estados Unidos para la capacidad de refinado [...]. Muchos en Canadá se preguntan si los europeos estarán dispuestos a coinvertir, dado que estas iniciativas pueden no ser tan rentables en comparación con proyectos similares en América Latina y África”.
Seúl tuvo una primera reacción muy asertiva con Donald Trump para negociar los aranceles. Comprometió inversiones multimillonarias de sus empresas en el país, para luego encontrarse con redadas masivas en sus sedes y trabajadores e ingenieros esposados como delincuentes. Así que su segunda reacción ha sido bajar el perfil, y lanzarse a buscar nuevas alianzas con Iberoamérica y África. Con todo, los compromisos persisten, y Corea es una superpotencia mundial naval, por lo que Trump fía parte de su reconquista del mar a las capacidades de los coreanos.
Japón es el país que debería tener una lección aprendida más clara de lo que puede impactar alienarse con ideas interesadas de EE UU. En 1985 aceptó en el Plaza Accord depreciar al dólar frente al yen, lo que le indujo a un periodo larguísimo de estancamiento económico. Pero su nueva primera ministra, la conservadora Sanae Takaichi, ha adoptado una postura más papista que el Papa y se ha enfrentado frontalmente a los intereses chinos.
Los últimos movimientos de Washington, explicando a Japón la necesidad de tener una agenda constructiva con China, le da la categoría de país más colgado de la brocha ante los vaivenes trumpistas.
González Laya toma este caso como ejemplo paradigmático de que cada país o cada bloque tiene que encontrar su propia estrategia y relación con China, basada en sus propios intereses. Poniendo distancia con las posiciones de Washington. La exministra dice que hay una versión sotto voce de la Estrategia de Seguridad Nacional en la que Trump flirtea con la idea de construir un espacio en el que esté con Rusia-India y Japón, que son los grandes países, sin contar con la UE. “Desintermediar a los europeos es la idea más presente en la proyección de la política de EE UU”, concluye
Para la economista jefe de Natixis para Asia Pacífico, Alicia García-Herrero, Europa “está demasiado metida en sus problemas, hundida con Ucrania, y no está para encontrar alianzas. Ahora mismo es insignificante y ha sido tan servil como Japón”.
En un sorprendente, e interesado, viraje al multilateralismo, a pocos días del final del año EE UU ha anunciado una entente bajo el nombre de Pax Silica. Liderado por Economía, han reunido en una liga a los países con intereses en la cadena de valor de los chips o la IA para dar fluidez a sus relaciones y engrasar la llegada de las materias primas. Los primeros miembros han sido Japón, Corea del Sur, Singapur, Países Bajos, Reino Unido, Israel, Emiratos Árabes y Australia. Como invitados estarán Taiwán, el mayor productor mundial de chips, pero que EE UU no ha reconocido todavía como país independiente; la UE; y Canadá.
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