Ni digitalizar ni conseguir una patente: ¿qué es innovar?
Puede ser cambiar un proceso o reorganizar una estructura


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La palabra innovación es una muletilla algo abstracta a la que se recurre cuando se habla de carencias de la economía española. España está muy atrás en innovación respecto al resto de los miembros de la UE, y no es porque no mejore. Es que otros como Italia y Malta le hacen sorpasso al mejorar en el indicador con más celeridad.
La posición de España -cuarta economía del euro- en el European Innovation Scoreboard debería aspirar a subir un escalón y estar en el grupo de Francia, Irlanda o Bélgica. Las inversiones empresariales y el impacto en ventas de la innovación son dos de los factores que lastran su desempeño.
La inversión en I+D+i encadena diez años de subidas, con el objetivo puesto de alcanzar el 2,12% del tamaño del PIB en 2027, algo que desde la Fundación Cotec ven muy difícil de alcanzar. El impulso de 2024 vino acompañado de los fondos Next Generation, que seguirán calando en la economía en los próximos dos o tres años. Pero aún no han logrado uno de los objetivos críticos para que la innovación acelere: que el capital público y privado vayan de la mano. ”Las Administraciones europeas están poniendo muchos medios con ayudas y subvenciones, pero la adopción por parte de empresas (y emprendedores) está siendo algo más lenta de lo esperado en el caso de España”, dice Alfonso Núñez, socio de digital e innovación en EY-Parthenon.
Otros elementos influyen más allá del dinero. La educación es determinante, y en España, lamentan desde Cotec, no hay una estrategia nacional que conecte formación e innovación como en Corea. El grado de formación de los emprendedores españoles, con la proporción más alta de estudios básicos en la UE, también penaliza.
Pero ¿qué es innovar? Innovar no es digitalizar. Tampoco es conseguir una patente. Puede ser cambiar un proceso o reorganizar una estructura.
“La innovación es una corazonada. Es una intuición. Es sentir que hay que cambiar algo y hacerlo de forma distinta”, describe el barcelonés Luis Pérez-Breva, que lleva años impartiendo clases de innovación en el MIT de EE UU. El ingeniero tiene un método -iTeams- que en cuatro pasos explica el proceso de innovar:
- Transformar esa intuición en algo tangible. A veces es tan fácil como hacer un diagrama.
- Poner a prueba tu idea. Estar preparado para que nada predecible se la pueda cargar. Y en ese proceso se quita la paja a todo lo que no sirve para sobrevivir.
- Escalar el proyecto y lograr que ese beneficio que logras con la innovación llegue al mundo real.
- Construir una organización que se sostenga por sí misma.
En su opinión, España tiene ahora mismo el clima perfecto para innovar y, a través de su última empresa, S1 industries PBC, se ha aliado con la Fundación Rafael del Pino para intentar impartir su método aquí. Uno de sus proyectos piloto gravita en una de sus especialidades: reaprovechar tecnologías para darles más de un uso o reactivar patentes que han decaído con nuevas aplicaciones.
Hay varias filosofías sobre cómo empujar la innovación tanto desde lo público como desde lo privado. Silicon Valley ha sido el modelo de ecosistema emprendedor, por la mezcla de cercanía geográfica, captación de talento y dinero. Pero el punto de mecenazgo de sus empresas, que a diferencia de las Venture Capital no miran el precio sino la misión, es lo que define su éxito.
La historia europea está llena de mecenas que no se tenían que enfrentar al corsé de las ayudas de Estado, un freno que se ha autoimpuesto la UE y que ha limitado la capacidad de lo público para patrocinar a los innovadores.
Los fondos de recuperación sortean en parte estas restricciones y, entre las muchas herramientas creadas para apostar por la innovación, destaca la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT). El ente responde al diagnóstico de Mario Draghi de que la innovación europea no escala porque no encuentra la financiación. Su criterio de inversión es que sean tecnologías profundas del ámbito digital y con cierto grado de maduración. Nunca sobrepasan el 49% del capital y son inversores “pacientes”. Si la compañía es estratégica, no tienen porqué salir. Al poner capital en lugar de subvenciones, el Estado disfrutará de los éxitos e incrementará la soberanía tecnológica. Si fracasan habrá perdido el dinero como lo hubiera hecho con un subsidio.
Sin fondos europeos en su balance, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) está a punto de cumplir 50 años promoviendo la innovación en España. A diferencia de la SETT, apuesta por inversiones con un riesgo tecnológico más alto y más inmaduro, entrando en fases muy tempranas del proceso, según explica su director José Moisés Martín. También tienen una pata de préstamos blandos.
Martín está trabajando en el criterio de la responsabilidad social para elegir los proyectos a futuro y apostar por un tipo de innovación enfocada en la mejora del bienestar de los ciudadanos. “La innovación tiene que rendir cuentas a la sociedad”, apostilla, y dice que buscan construir las condiciones del ecosistema para que sean las empresas las que innoven, sin que el Estado les diga en qué. “Es dirigida y no dirigista”.
Esta filosofía supera la corriente imperante de la década pasada que marcó el libro de Mariana Mazzucato El Estado emprendedor y que durante años fue la biblia de cómo hacer inversión pública en innovación. La actual corriente es la que marca el libro del premio Nobel de Economía de este 2025, Philippe Aghion, que, junto a otros autores, ha creado el concepto de “destrucción creativa”.
Inspirándose en parte en EE UU, Mazzucato defendía que el Estado tenía que tener un rol de líder con un gasto público muy dirigido a objetivos. Aghion dice que la innovación impulsa al crecimiento mediante la destrucción de las tecnologías anteriores, lo que crea perdedores que hay que atender por parte del Estado. Pero, en lugar de la opción dirigista, aboga por fomentar un clima en el que sean los propios emprendedores los que opten por los campos en los que innovar.
Innovar NO es digitalizar y, partiendo de esa base, nos preguntamos qué es y cómo hacerlo.
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