Renunciar al dinero europeo
Las buenas condiciones de financiación para España en los mercados y el escaso margen para ejecutar los proyectos disuaden al Gobierno de solicitar el 75% de los créditos del fondo de recuperación de la UE


El Gobierno ha comunicado ya a Bruselas una idea en la que lleva tiempo trabajando: la reformulación de sus planes de aprovechamiento del plan de recuperación europeo. Las novedades, adelantadas por EL PAÍS, implican renunciar a disfrutar el grueso de las cantidades asignadas a España en forma de préstamos (no las subvenciones, que se van a recibir íntegramente). Con esta actualización, que el Ministerio de Economía está ahora detallando en un documento, España se queda sin solicitar el 75% de los créditos previstos en el plan de recuperación, el plan financiero más ambicioso de la UE, concebido para ayudar a los países más afectados por la pandemia de coronavirus. De los 83.000 millones de euros previstos inicialmente en créditos, la partida final rondará los 22.000 millones.
Hay dos elementos fundamentales que explican el cambio de criterio. El primero es el menor atractivo que representa ahora el dinero europeo que debe devolverse en los próximos años. Las benévolas condiciones de mercado para la deuda española no incentivan en este momento el uso de los mecanismos europeos. A plazos cortos, España se financia a un interés algo menor que la UE y a plazos largos, levemente por encima. Esas diferencias escasas ilustran el mejorable funcionamiento de los mecanismos de deuda europea (que tiene clasificación de triple A, de máxima solvencia, para dos de las tres grandes agencias) y que también recuerdan que en la eurozona España es hoy el segundo país de los grandes con mejor percepción en el mercado.
Además de ese factor, existe la premura del calendario. El fondo de recuperación exigía que casi toda la inversión estuviese ejecutada el 31 de diciembre de 2026. Queda prácticamente un año y eso deja poco margen al Gobierno para desarrollar nuevos proyectos que no desborden esa fecha. Más allá de que el Ejecutivo exploraba soluciones para ganar tiempo sin incumplir las condiciones (por ejemplo, hacer el desembolso a una empresa pública que luego ya ejecute en proyecto con periodos más laxos), renunciar a esos préstamos para ponerlos en marcha por otras vías otorga más flexibilidad.
Existe una última razón para resistirse finalmente a disponer de ese dinero que se logró a través de una difícil negociación entre todos los países (España es el primer país europeo en recepción de subvenciones y el segundo, solo después de Italia, en préstamos). Acceder a nuevos créditos supone engordar la deuda española, una señal que también recibe penalización de los mercados y, en última instancia, el escrutinio de Bruselas sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas.

