Washington no se centra en su apuesta por los astilleros
Usar el sector marítimo como moneda de cambio política dificulta su objetivo de competir con Pekín
La brecha entre China y EE UU en construcción naval es enorme. En 2024, el primero hizo más buques comerciales por tonelaje que el segundo en total desde la Segunda Guerra Mundial. Cerrar esa brecha será una tarea titánica.
Donald Trump causó un gran revuelo al anunciar acuerdos con Corea del Sur y Japón, los mayores constructores navales tras China. Aunque las promesas de Seúl son provisionales, 150.000 millones de sus 350.000 millones de dólares en compromisos de inversión directa en EE UU se destinarán a este sector. Hanwha Ocean y Hanwha Systems, filiales del grupo epónimo, compraron un astillero en Filadelfia y planean convertirlo en centro neurálgico. Y Trump ha firmado con Tokio un acuerdo para compartir conocimientos e inversiones en el sector.
La seguridad nacional está en juego. Washington teme que el dominio de Pekín sea una ventaja directa para su objetivo de desarrollar una armada de alta mar cuyas zonas de influencia se expandirían mucho más allá de sus aguas territoriales. EE UU construye sus propios buques de guerra, pero una mano de obra más reducida y unos plazos rezagados para los nuevos buques lo ponen en riesgo de quedarse atrás a largo plazo.
Estos temores han galvanizado a Washington. Una legislación bipartidista impondría altas tasas portuarias a los barcos hechos en China, y los ingresos se usarían para pagar programas de formación y astilleros. El plan es hacer 250 buques con bandera de EE UU en 10 años, un objetivo modesto, aunque triplicaría la flota actual. China tiene más de 5.500. Ejecutivos de Hanwha, la japonesa Imabari y la italiana Fincantieri, entre otras, han estado haciendo lobby en Washington.
El retraso en la puesta en marcha deja a China con muchas formas de contraatacar, y el chapucero enfoque diplomático de EE UU enturbia aún más las aguas. A las pocas semanas de imponer aranceles portuarios selectivos, Trump los retiró temporalmente como parte de una tregua más amplia sobre las exportaciones de metales raros, soja y semiconductores. Es difícil llevar a cabo una iniciativa estratégica a largo plazo cuando se usa esta industria como moneda de cambio política. El renacimiento de los astilleros de EE UU depende de la cooperación, el capital y la resiliencia. Un pensamiento demasiado cortoplacista lo hundirá en el muelle.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

