Las claves: las criptos son buenas o malas según le den dinero a uno
Hubo un tiempo que hoy parece muy lejano en el que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se refería a las criptomonedas como un activo “apoyado en fino aire”


Hubo un tiempo que hoy parece muy lejano en el que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se refería a las criptomonedas como un activo “apoyado en fino aire” –en la nada, vamos–, en contraposición a una moneda de verdad, como el dólar estadounidense. Por entonces, una explicación posible de su animadversión era que el presidente simplemente no entendía estos activos. Algo poco reprochable, pues no es discutible que no son fáciles de comprender y que se comportan de forma poco predecible.
Sin embargo, ahora que es el máximo defensor de las criptos –en todo caso, el más poderoso– ese desconocimiento no parece haber cambiado: el pasado domingo reconocía en una entrevista que sabe entre poco y nada de cómo funcionan. ¿Qué ha cambiado, entonces? La diferencia fundamental es que el sector apoyó con ahínco su campaña, y que su familia está ganando dinero con ellas, dólares contantes y sonantes, y ese sí que es un lenguaje que Trump entiende. A partir de ahí, el auge de los criptoactivos, apertura regulatoria mediante, necesita de poca explicación.
Burbuja o no burbuja, la Bolsa está demasiado cara
Se atrevan o no a usar el término burbuja, pocos analistas niegan que la Bolsa, y especialmente la estadounidense, está cara. Y no es un fenómeno que se reduzca únicamente a los sospechosos habituales –con Nvidia a la cabeza– y su pequeño gran círculo de inversión endogámica en inteligencia artificial. Palantir, la firma tecnológica, anunció ayer que, con 491.000 millones de dólares de valoración en Bolsa, ingresó unos 1.200 millones en el trimestre. Un resultado récord, sí...¿pero que justifica el precio de la acción? No lo parece para los inversores. Michael Burry, famoso por haber visto venir la Gran crisis, ya está en corto.
Ambiente joven, dinámico, con mucha alma y gratis
Un ambiente joven, dinámico, con alma, con café gratis, equipo de fútbol para la liguilla de empresas y los lunes el jefe trae churros. Pero sin cobrar. En parecidos términos bromeaba ayer la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que tras más de dos años ha conseguido que pase por el Consejo de Ministros algo parecido a un Estatuto del becario, pero que queda lejos de sus pretensiones iniciales. Tan lejos como las posibilidades de aprobarlo en un Parlamento de lo más hostil para el Ejecutivo. Pase o no, al menos la iniciativa ha servido para poner el foco en una práctica habitual en muchas empresas, que acogen a estudiantes –obligados a realizar estancias curriculares– para cubrir puestos necesarios para la compañía, pero gratis. Qué menos que corran con los gastos.
La frase
[Sobre la ampliación de la UE a países del Este] No quiero pasar a la historia como la comisaria que trajo los caballos de Troya que estarán activos dentro de cinco, 10 o 15 añosMarta Kos, comisaria europea de Vecindad y Ampliación
Cambios insuficientes en la antigua red ‘del pajarito’
La compra de Twitter por Elon Musk y todos los cambios que la siguieron, de nombre incluido, llevó a una fuga de usuarios, notablemente periodistas, de una plataforma que antaño había sido –siempre con algo de fango– un lugar de intercambio para los miembros de la profesión. Ahora, la ex red social del pajarito busca que los periodistas vuelvan y les promete... atención. Su responsable de producto ha avanzado que la plataforma ya no perjudicará la visibilidad de enlaces externos, como hacía hasta ahora, y trabaja por que se puedan leer sin salir de la plataforma. También, dicen, intentarán buscar algo más de transparencia sobre sus usuarios. Se ve que la proliferación evidente de contenido racista o xenófobo ya lo dejarán para la próxima actualización.

