Un nuevo entorno para incentivar la inversión productiva
Europa necesita agilidad para movilizar capital en un mundo donde la innovación viaja a la velocidad de la luz


La pila de deberes que tienen delante las instituciones europeas es siempre inabarcable, algo lógico teniendo en cuenta que se trata de un proyecto sin referencias históricas y que depende de acuerdos continuos entre diferentes países. Un motivo, y a veces una excusa, para dilatar o suavizar medidas que reciben un cierto consenso. La integración de los mercados es una de ellas; pocas cosas en economía son más claras que las ventajas de un mercado financiero líquido y de mayor dimensión. Con todo, los esfuerzos por revitalizar los mercados de valores europeos son, o han sido tradicionalmente, un tanto tímidos. Han tenido que venir dos italianos, Letta y Draghi, a decir verdades de Perogrullo: si queremos inversión, hay que movilizar el ahorro.
La recomendación de crear una cuenta de ahorro e inversión europea con ventajas fiscales se queda, obviamente, corta en la medida en que es una recomendación (la Comisión Europea no tiene competencia en fiscalidad). Y muchos de sus planteamientos están sujetos a debate, en particular en lo que toca al ámbito de aplicación de dichas cuentas. Pero el fondo de la propuesta es claro y compartido por numerosas instituciones: la dispersión de la fiscalidad y la complejidad a la hora de tributar las inversiones disuade a los ahorradores de poner su dinero a trabajar. Que los europeos tengan miles de millones inmovilizados en depósitos o cuentas bancarias (o, en el caso de España, pisos) puede tener sentido a título individual. A nivel agregado, es un atraso; el canal de financiación bancario es procíclico y mucho más adverso al riesgo que la financiación en el mercado. Y hoy por hoy Europa necesita exactamente lo contrario, agilidad para movilizar inversiones en un mundo donde la innovación viaja a la velocidad de la luz, y es preciso afrontar retos sistémicos. No podemos fiar todo a la banca de toda la vida.
En los países donde se han llevado a cabo iniciativas similares a la propuesta por Bruselas, los hogares han respondido. La política económica es muchas veces cuestión de incentivos. No se trata de subvencionar la inversión en Bolsa; sí de que no se vea penalizada frente al ahorro en depósitos. Al fin y al cabo, es precisamente la escasa rentabilidad de la inversión más conservadora lo que ha llevado a muchos ahorradores, sobre todo jóvenes, a la ruleta de las criptomonedas. Está por ver, ahora, que las nobles intenciones de insuflar dinamismo al mercado financiero no se queden, precisamente, en meras intenciones.

