Del horno a la mesa: las cinco cosas que necesitas para hacer IA
Sin datos buenos y locales, no habrá inteligencia artificial útil para España

La inteligencia artificial no es magia. Es una cadena de cosas que tienen que pasar para que un robot o un programa parezca inteligente. Para que, de forma extraordinariamente sencilla, hagas una consulta (prompt en lenguaje técnico) y un ordenador, un móvil o una tablet te den una solución convincente a lo que has planteado. .
Por explicarlo de una forma extraordinariamente sencilla: la IA es como hacer pan. Necesitas la harina, el horno, la receta, el cocinero y alguien que se lo coma. Cinco pasos para obtener un resultado final. No te puedes saltar ninguno ni acelerar el proceso. La calidad del pan está en juego.
El primero de ellos es el horno. La IA necesita ordenadores muy potentes que puedan pensar rápido. No valen los normales. Son como los Ferrari de los ordenadores. Y necesitan muchísima electricidad y estar muy fríos.
El segundo paso es la harina. De su calidad depende el resultado final. Es tan valiosa que, durante muchos años, se ha hablado de ella como “el petróleo del siglo XXI”. Hablamos, claro está, de los datos. La IA aprende mirando cosas: textos, fotos, vídeos, números. Cuanto más y mejor esté esa información, más lista se vuelve. Si no le das buenos datos, la IA se vuelve tonta o mentirosa.
La receta es el modelo, lo que en el argot ha pasado a ser conocido como el LLM. Es el programa que aprende con esos datos. Los hay masivos, como ChatGPT o mucho más especializados, restringidos a un idioma o un sector. Como las recetas, que evolucionan y mejoran con los años, tienen que estar en constante entrenamiento. Debemos darles datos y enseñarles a pensar.
El cuarto paso para hacer pan es el cocinero. Aunque tengas datos y receta, necesitas un equipo para hacer funcionar todo. Aquí entran los técnicos, los programadores, los científicos y los programas que ayudan a montar la IA. Sin su aporte, será imposible conseguir un resultado de calidad.
Y a por fin llegamos al pan, que son aquellas aplicaciones que usamos o que usaremos a diario. Un asistente virtual, una app que traduce, un robot que opera, un coche autónomo, un software que corrige exámenes... Es lo que hace que la inteligencia artificial sea útil y genere bienestar para todos los humanos.
Al igual que ocurriría con algo tan esencial como el pan, España no puede depender solo de potencias extranjeras a la hora de consumir inteligencia artificial. Para la economía del siglo XXI, la IA es un alimento tan esencial como lo ha sido y es el pan para la alimentación en los últimos 144 siglos.
Si queremos que España no dependa por completo de Estados Unidos y China, tenemos que montar nuestra propia cadena de valor. Y eso debe hacerse paso a paso, del horno a la mesa, invirtiendo en maquinaria, talento e infraestructuras, sin olvidarnos de ninguno de los pasos que hacen que funcione esta tecnología llamada a revolucionar la sociedad del siglo XXI. El primer paso es invertir en centros de datos potentes, baratos y ecológicos. Algo que ya están haciendo algunas regiones como Aragón, Extremadura y Castilla y León. Zonas donde hay terreno disponible y abundancia de energías renovables. En Europa, solamente Noruega obtiene un porcentaje mayor de producción eléctrica renovable que Castilla y León.
Esto nos coloca en una posición inmejorable para atraer inversiones y de paso mitigar el problema de la España Vaciada. Junto a ello, hay que atraer empresas de chips e infraestructura como NVIDIA, Intel o TSMC. Recientemente el CEO de la primera de ellas ya expresó su interés por invertir en Europa. Es el momento de ganarnos su confianza. Necesitamos músculo propio para entrenar modelos potentes.
El segundo paso para tener IA es crear un sistema común de datos. Lograr que las empresas y la Administración compartan datos útiles, respetando siempre la privacidad. Que la regulación sea un estímulo para la innovación, nunca un freno.
Y crear centros de datos abiertos sectoriales en salud, energía, agricultura, justicia y en las materias que sea oportuno. Sin datos buenos y locales, no habrá IA útil para nosotros.
El tercer paso para avanzar en la cadena de valor es desarrollar modelos propios en español. Es necesario impulsar alianzas público-privadas que permitan generar LLMs entrenados con contenido cultural, técnico y jurídico español.
Tenemos una oportunidad única. Con 600 millones de hablantes, el español es la segunda lengua materna más hablada del mundo, y la tercera con más presencia en Internet. En este escenario, no debería resultar tan complejo encontrar quien quiera invertir en estimular modelos específicos que profundicen más en nuestra cultura y nos hagan de depender de traducciones o adaptaciones de modelos en inglés.
El cuarto paso, imprescindible, es formar a los “cocineros de IA”. Impulsar becas y formación masiva en IA, ingeniería de datos, ética y diseño de producto. Crear centros de excelencia en universidades con salarios competitivos. Propiciar el retorno del talento español del extranjero y poner los cimientos para que nuevos profesionales desarrollen en nuestro país una brillante carrera científica y técnica. Sin buenos profesionales, es imposible cocinar nada de calidad.
El quinto y último paso es demostrar que la IA no solo hace demos bonitas, sino que resuelve problemas reales. Digitalizar administraciones, impulsar una ola de modernización de compañías, hacer compras públicas inteligentes y en definitiva demostrar su valor efectivo a la parte más escéptica de la población.
No es un reto sencillo. Implica por igual al Gobierno, las empresas, las universidades, las startups y los ciudadanos, cada uno en su margen de acción. Pero es un reto necesario. Imprescindible si queremos ser capaces de fabricar nuestro propio pan, además de encargarlo en las panaderías del otro lado del mundo.
Alicia Richart es socia en IBM Consulting

