Sin Presupuestos no hay proyecto de país
En el fondo, estamos hablando de si, en democracia, se puede gobernar sin ser capaces de tener, o fraguar, una mayoría

El problema no es tener o no Presupuestos, tener o no los votos parlamentarios suficientes para aprobarlos. El problema es lo que ello significa: un Gobierno, sin posibilidad de empujar adelante un proyecto de país que, en el mejor de los casos, gestiona los asuntos corrientes (catástrofes, desgraciadamente), directivas comunitarias y fondos europeos, puro trámite. Y que, cuando aprueba medidas nuevas que no requieren ser votadas por el Parlamento, suelen estar alejadas de las principales prioridades del país o que aprueba medidas que no se financian con cargo al Presupuesto (subida del SMI). Así, se puede “estar en el Gobierno” sin Parlamento, como se puede “hacer que gobiernas”, prorrogando los Presupuestos (Montoro, con Rajoy, fue el primero en hacerlo en democracia) pero, en ninguno de ambos casos, se puede gobernar. Porque ocupar el Gobierno ni es un programa nacional, ni permite hacer frente a los verdaderos problemas de los ciudadanos cuyo abordaje exige mayorías parlamentarias.
Por ello, una de las reglas no escritas de la democracia y que tan fundamentales son para su buen desempeño, es que, ante la falta de apoyos para aprobar los Presupuestos, convocas elecciones para elegir una nueva mayoría que sí pueda gobernar el país. Es más, en la mayoría de los casos, esa convocatoria adelantada, solo en manos del Ejecutivo, suele utilizarse como amenaza frente a los aliados díscolos, para forzarse a pactar y votar a favor de los Presupuestos porque, además, se supone que hay más cosas que interesa sacar adelante a esa mayoría parlamentaria a lo largo de la legislatura.
Desde este punto de vista, la situación actual de España incurre en tres “anormalidades” democráticas: no convocar elecciones cuando no se aprueban unos Presupuestos; anunciarlo de antemano, como hizo el presidente en su reciente entrevista televisiva eliminando, así, su principal arma negociadora; e, incluso, llegar a no presentarlos, como hizo este Gobierno en 2024 contraviniendo lo dispuesto en el artículo 134.3 de la Constitución sobre que el Gobierno “deberá presentar” los Presupuestos y en una fecha precisa: antes de tres meses de la expiración de los anteriores. Cuando un Gobierno incumple, no ya las reglas no escritas de una democracia, sino lo mandatado en la propia Constitución y “no pasa nada”, las cosas se le ponen cuesta arriba a esa democracia y a sus defensores frente al ataque populista.
Por tanto, habría que darle una vuelta a la propuesta hecha por el líder de la oposición (que no suele hacer muchas) en el sentido de regular la disolución automática del Parlamento que haya rechazado dos Presupuestos consecutivos. Añadiendo: que sería aplicable, también a las CC AA y que la convocatoria electoral sería, también automática, en caso de que un Gobierno no los presentara en los plazos marcados por la Constitución (esto último exigirá, seguramente, una reforma constitucional).
A mitad legislatura, seguir prorrogando los Presupuestos de la anterior y, todavía, con dudas sobre si se presentarán los de 2026, difícilmente en plazo y sabiendo ya que, se aprueben, o no, no se convocará elecciones, es una de las muchas rarezas del momento actual de España y la confirmación de que la presente legislatura no debió empezar tras el resultado del 23-J. Y no solo porque en la investidura se evidenció, ya que no había una mayoría de legislatura, sino porque era evidente para todo observador imparcial que el bloque de la investidura no tenía un proyecto común para España, sino que estuvo formado, tras el fracaso de Feijóo, por el rechazo, más fuerte, a una mayoría alternativa que contase con Vox, tras una eventual repetición de elecciones. En mi opinión, ni la actual mayoría de Gobierno de coalición comparte un mismo proyecto de país, ni estilo de hacer política, ni concepción de la democracia, ni las tareas de España en el actual contexto internacional. Solo les une, la necesidad y la convicción de que “la alternativa, es peor”.
En el fondo, estamos hablando de si, en democracia, se puede gobernar sin ser capaces de tener, o fraguar, una mayoría de legislatura, consistente, en el Parlamento y no una de quita y pon, según asuntos aislados (permisos laborales por maternidad, sí; reducción de jornada, no). Incluso, yendo más allá, si se puede gobernar un país cuyo Estado está organizado en 17 Comunidades Autónomas, más el Gobierno Central, teniendo “prohibido” pactos transversales porque, se supone, demuestran debilidad. Así, ni se ha planteado una propuesta de nuevo modelo de financiación autonómica, muchos años caducado y que es responsable de la mayor desigualdad entre españoles según su lugar de residencia. O, parece, que el Gobierno Central va a aprobar un Plan de Vivienda y la ministra “espera” que las Comunidades, que tienen las competencias, se sumen al mismo, demostrando que ni siquiera ha intentado hablarlo con ellas. O se aprueba una quita de la deuda autonómica sin hablar, al parecer, con todas las comunidades afectadas. O creamos espectáculos dantescos como el de los incendios este verano, con las CC AA criticando la participación del Gobierno Central pero, a la vez, negándose a cederle la competencia declarando el nivel 3. Por no hablar de la broma en que se ha convertido, a estas alturas, las ofertas de Pactos de Estado que, de tanto en tanto, lanzan los líderes a la cara del adversario, sin ninguna intención de que recoja el guante.
La falta de Presupuestos sería, pues, el ejemplo más visible de un problema mayor: la persistente falta de acuerdos transversales y multiadministraciones en un país cuya Constitución “obliga” a dichos pactos y acuerdos si se quiere resolver la mayoría de los problemas esenciales que tiene los ciudadanos: bien sea porque son problemas de ciclo largo (cambio climático, pensiones, reforma laboral…), bien porque existe competencias compartidas o concurrentes entre las diferentes partes administrativas del Estado. Es decir, hay que recurrir al pacto, por pragmatismo, si lo que se quiere es gobernar con un proyecto y no solo estar en el gobierno a salto de mata.

