La independencia de la Fed, bajo escrutinio
Los mercados se han adaptado a las incertidumbres inherentes a la política estadounidense en la era Trump 2.0

Los mercados aún no han descontado completamente los riesgos de una Reserva Federal que pueda ceder a la voluntad de la administración Trump. Despojar a la Fed de su autonomía no beneficia a Donald Trump: los costos serían demasiado altos, impulsarían los tipos de interés del mercado al alza y debilitarían el dólar. En cambio, su estrategia consiste en asegurar que la mayoría de los gobernadores de la Fed se alineen con la doctrina monetaria de la administración.
Para 2026, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) casi con certeza adoptará una postura más moderada, es decir, se inclinará más a priorizar la desaceleración del crecimiento y el aumento del desempleo sobre los riesgos inflacionarios. Sin embargo, será difícil satisfacer las demandas de Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, quien ha pedido recortes inmediatos de los tipos de interés por un total de 150 puntos básicos. Una flexibilización tan agresiva probablemente aviva la inflación en lugar de frenarla, lo cual no es una estrategia productiva para una administración que busca reducir los rendimientos a largo plazo.
Hasta el momento, los mercados no han descontado el riesgo de recortes prematuros de tipos impuestos por una Fed subordinada a la Casa Blanca. Si bien el dólar se ha debilitado frente a las principales divisas, los rendimientos a largo plazo no han mostrado la tensión generalizada que suele asociarse con las dudas sobre la independencia de los bancos centrales.
La aparición de una prima de riesgo en el extremo largo de la curva iría directamente en contra del doble objetivo de Washington: el Tesoro busca cada vez más financiarse a corto plazo y, al mismo tiempo, impulsar el crecimiento. Unos tipos de interés a corto plazo más bajos favorecen los objetivos del gobierno, pero unos tipos a largo plazo más altos lastrarían la refinanciación inmobiliaria y corporativa.
La prima de riesgo de los bonos del Tesoro a largo plazo sigue siendo modesta, lo que refleja las expectativas sobre la postura actual de la Fed. Sin embargo, el mayor peligro a medio plazo no reside en las sorpresas inflacionarias ni en un aumento del déficit fiscal (riesgos que el mercado sabe cómo descontar), sino en la disfunción de la gobernanza estadounidense, con implicaciones que van mucho más allá de la Fed.
Los mercados podrían empezar a cuestionar no solo el papel de la Fed, sino también la credibilidad de las agencias estadounidenses en general. Si los datos económicos se desacreditaran por no cumplir con las expectativas del gobierno, o si quienes los elaboran fueran marginados, o incluso si dichos datos dejaran de publicarse, podría surgir un importante riesgo de gobernanza para la solvencia crediticia de Estados Unidos, basado en las dudas sobre la transparencia y la fiabilidad de las estadísticas oficiales. Una Fed reducida a poco más que un canal para las directivas políticas adoptaría una postura excesivamente acomodaticia, lo que debilitaría tanto los rendimientos como el dólar.
Reformar las competencias de la Fed ya forma parte de la agenda de Trump, en particular en relación con la regulación financiera, que podría quedar bajo el control del Tesoro; las conversaciones sobre la flexibilización de las normas bancarias ya están en marcha.
El presidente estadounidense y sus asesores más cercanos defienden la doctrina de un “Ejecutivo unitario”, en el que solo Donald Trump ostenta el poder ejecutivo, y su interpretación de la ley queda sujeta únicamente a la revisión de la Corte Suprema. En tal marco, las agencias se verían reducidas a ejecutar políticas en lugar de moldearlas. La Reserva Federal se convertiría en una agencia más, independiente solo de nombre, con su papel en una crisis financiera restringido, su capacidad como prestamista de última instancia disminuida y su capacidad para actuar como regulador debilitado. Además, también perdería la capacidad de proporcionar liquidez en dólares a bajo costo a otros bancos centrales en caso de un shock sistémico. Sin embargo, es difícil imaginar cómo Estados Unidos podría haber salido del colapso de 2008, la pandemia de la covid o la crisis bancaria regional sin la intervención de la Reserva Federal. Estos son riesgos que merecen una seria consideración, pero los mercados aún no los han tenido en cuenta.
Los mercados financieros se han adaptado a las incertidumbres inherentes a la política estadounidense en la era Trump 2.0, favoreciendo escenarios favorables que no son ni excesivamente optimistas ni pesimistas. De hecho, incluso en contextos que podrían parecer particularmente desfavorables, ya sea en términos de aranceles, geopolítica o la creciente presión sobre la Reserva Federal, el crecimiento mundial se mantiene (con una tasa prevista del 3% tanto en 2025 como en 2026), mientras que la actividad estadounidense tiende a rondar el 1,5%.
Patrice Gautry es economista jefe de Union Bancaire Privée (UBP).