Trump y las grandes tecnológicas, unidos por la inteligencia artificial
Para el presidente de Estados Unidos, la adulación es tanto o más importante que ganar una negociación
Estados Unidos ganará la carrera de la inteligencia artificial porque tenemos algo que nadie tiene: Donald Trump”. Afirmación de Jensen Huang, fundador y consejero delegado de Nvidia. Para quien ve EE UU desde la distancia, una frase tan laudatoria sería atribuible a un familiar de Trump o algún miembro de su Gobierno. Desde cerca, en cambio, se aprecia una relación fuerte, reciente, entre el hombre más poderoso del mundo y uno de los más ricos.
Huang dijo aquella frase el 24 de julio pasado, en el evento Winning the AI race (ganar la carrera de la IA), organizado por The Hill & Valley Forum. El día anterior, Trump explicó los pilares de la ley sobre inteligencia artificial que firmó al acabar su intervención. Cientos de políticos (Hill) y empresarios big tech (Silicon Valley) escucharon y aplaudieron al presidente. Al fin y al cabo, Trump, con su firma, dio a las grandes tecnológicas lo que quería: libertad –sin cortapisas–, para desarrollar la IA. Unión de intereses, como antaño se decía, de la alianza del trono y el altar. La IA es la nueva religión.
Desregulación de la IA para impulsar la innovación; incentivos a la fabricación estadounidense de la infraestructura de inteligencia artificial (cloud, centros de datos) y ayuda a la exportación de los productos tecnológicos estadounidenses en todo el mundo. Todo, prometido por Trump en las elecciones de 2024. Los líderes tecnológicos le apoyaron en campaña y asistieron a su toma de posesión en un inaudito despliegue de poder y dinero. Ahora, le tocaba corresponder a Trump.
Realmente, el presidente estadounidense lleva meses devolviendo el favor. En su viaje a Oriente Próximo en mayo (Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes), muchos empresarios acompañaron al presidente. Varios, como Jensen Huang, Lisa Su (AMD), Sam Altman (OpenAI), Elon Musk (xAI) volvieron a casa con contratos milmillonarios bajo el brazo. A aquel viaje no fue Tim Cook (Apple), lo que ofendió a Trump y le llevó a acercarse a Huang y Su. Para el presidente, la adulación es tanto o más importante que ganar una negociación. De hecho, aunque su relación con los líderes tecnológicos es buena (e interesada), hace acepción de personas y trata de manera diferente a unos y otros. El caso de Elon Musk, caído en desgracia, es bien conocido. Mark Zuckerberg (Meta), Tim Cook (Apple), Satya Nadella (Microsoft), Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai (Alphabet-Google) tienen contacto regularmente con Trump, pero, a pesar de la lisonja (estridente, en el caso de Zuckerberg), Trump no les considera personas de su confianza. Todos apoyaron a Hillary Clinton en 2016, y a Biden, en 2020. Trump no olvida esta afrenta. El apoyo que le dieron en 2024 hizo que les perdonara, pero no que olvidase. El presidente es una persona vengativa.
En cambio, Peter Thiel (Paypal, Palantir) y Alex Karp (Palantir) le apoyaron siempre y, ahora, disfrutan de suculentos contratos tecnológicos con el Pentágono: “¿Pagamos bien las facturas, Karp?”, preguntó en broma Trump al CEO de Palantir, desde la tribuna donde el presidente habló al auditorio del evento. Es menos conocida su relación con Larry Ellison, fundador de Oracle, segunda fortuna del mundo y vecino de Trump en Mar-a-Lago. Pero se le pudo ver al día siguiente de la ceremonia de inauguración de Trump, junto a Sam Altman (OpenAI) y Masa (SoftBank), cuando anunciaron el lanzamiento del proyecto Stargate y una inversión de medio billón de dólares en infraestructura de inteligencia artificial. Sam Altman siempre fue demócrata… hasta ahora.
Trump lo tiene todo pensado, como si llevara años preparándolo. En su normativa sobre inteligencia artificial (que elimina casi todas las regulaciones y límites) se contempla la inversión en la energía necesaria, para nutrir los centros de datos. Amazon, Meta y Microsoft han invertido en centrales nucleares. Trump, como China, apuesta por el “carbón limpio”. Los incentivos fiscales para invertir: todas las inversiones en infraestructura de inteligencia artificial son deducibles fiscalmente, si se declaran en el año que se realizan, estipula la BBB, (Big Beautiful Bill), recién aprobada.
Aunque no sea el único ni el principal motivo, la fiscalidad es un factor esencial para Microsoft, Meta, Amazon, Google, Nvidia, AMD, Oracle, Salesforce y otras firmas TIC, que han comprometido 700.000 millones de dólares en inversión en IA en 2025 y 2026. La promesa de estas inversiones, con el reciente anuncio de resultados, hizo que la acción de Meta, Alphabet y Microsoft subiera en Bolsa. El jueves, último día de julio, Microsoft se convirtió en la segunda empresa del mundo en valer cuatro billones de dólares, con Nvidia. Los buenos resultados (facturación y beneficios récord, de nuevo) reportados por esas empresas en el segundo trimestre, se debieron a la bonanza de sus negocios tecnológicos tradicionales, y el buen desempeño de sus divisiones cloud y de inteligencia artificial.
Los acuerdos comerciales de Trump con Reindo Unido, Corea del Sur, Japón, Unión Europea, etc. son beneficiosos a las exportaciones de las big tech a esos países que, en cambio, sí pagarán aranceles. Trump se acerca a los líderes de Nvidia y AMD, porque tienen capacidad de fabricar semiconductores y chips en EE UU, como ya hacen en Texas y Arizona. Aranceles y reindustrialización.
Junto al interés empresarial, están la seguridad nacional, ciberseguridad y vencer a China en la segunda Guerra Fría (tecnológica). La economía creció un 3% en el segundo trimestre; el mercado laboral ha mostrado fortaleza en el año y la confianza del consumidor mejoró en julio. De cara a las elecciones de medio mandato (2026) los demócratas habrán de espabilar mucho si, cuando menos, quieren recuperar el poder legislativo.
Jorge Díaz Cardiel es socio director de Advice Strategic Consultants y autor de Trump, año de trueno y complacencia.