Los mercados, de nuevo ante el acantilado
El problema de las Bolsas con la guerra comercial no es filosófico. Es cuestión de magnitud y de certidumbres


El próximo miércoles expira la tregua comercial de 90 días decretada por Donald Trump. La fecha está señalada en rojo en los calendarios de los inversores. La tesis de que la Casa Blanca siempre termina acobardándose cuando están por medio los mercados financieros es la medicina con la que los inversores pueden sobrellevar la incesante actividad del presidente. Este miércoles quizá se pueda comprobar si ha sido un tratamiento eficaz ante un episodio de aparente irracionalidad financiera con el que ningún analista había tratado o si, por el contrario, ha sido una suerte de dopaje que solo ha enmascarado un problema de fondo. O un poco de las dos cosas.
Los mercados van a lo práctico. Por más que el proceso de desglobalización actualmente en marcha rompa los axiomas bajo los qu ese ha desarrollado el capitalismo en los últimos 35 años, el problema de los mercados con la guerra comercial no es filosófico. Es cuestión de magnitud y de certidumbres. Porque las políticas arancelarias, al igual que la fiscalidad, los tipos de interés o las condiciones laborales, son un input más en las finanzas y la toma de decisiones de las empresas. El 2 de abril de 2025 también podría ser una fecha marcada en rojo en el calendario de los inversores: recuerda la capacidad destructiva de una mala decisión.
Ahora, la incertidumbre funciona en los dos sentidos. Algunos analistas comentan que ni una bola de cristal les habría ayudado este año, pues no solo la realidad ha sido sorprendente; también las reacciones del mercado. Huir de la Bolsa solo porque no hay certidumbre habría sido un pésimo negocio. Ahora bien, en un entorno volcánico hay dos o tres claves sencillas que no conviene olvidar. La diversificación, es decir, componer una cartera de activos donde unos resistan mejor las turbulencias y otros aprovechen los vientos de cola. Invertir a largo plazo, porque intentar acompasar la cartera a los vaivenes del día a día es imposible. Y, finalmente, buscar sectores o empresas menos expuestas.
Hay una salida alternativa. Considerar que la Casa Blanca no romperá nada, una lógica que ha funcionado estos tres meses. Pero no sabemos hasta cuándo; por estadística, en el mercado siempre se acaba rompiendo algo, y al inversor particular probablemente le pille a contrapié. Y, sobre todo, considerar que no pasará nada porque no ha pasado nada y no dejarán que pase es comprar papeletas para que nos pase. Trump empujó a los mercados al abismo el 2 de abril, para dar marcha atrás una semana después. Finalizada la tregua, el acantilado vuelve a estar a la vista.