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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Atacar la independencia de la Fed no es gratis

CINCO DÍAS

Donald Trump se ha encontrado con poca oposición en sus planes para redefinir el equilibrio económico y político mundial en favor, supuestamente, de un gran Estados Unidos. La cumbre de la OTAN celebrada este fin de semana ha rubricado un rápido aumento en el gasto militar que responde más a las exigencias de EE UU que a unas necesidades de autonomía estratégicas reales e ineludibles. Internamente la Casa Blanca tantea hasta dónde puede llevar su ofensiva, poniendo en el foco a jueces y sacando militares a la calle ante protestas ciudadanas.

Solo los mercados han sido capaces de poner freno al presidente. Los aranceles anunciados en el pomposo día de la liberación duraron exactamente una semana; los escurridizos e inasibles mercados no tienen un teléfono al que llamar, son más obstinados que cualquier gobernante o experto y tienden a destapar los faroles. El plan arancelario de Trump prometía un desastre económico y la única forma de sacar a Wall Street del modo catástrofe financiera fue acallar los cañones comerciales y dar paso a las negociaciones.

La Bolsa de Estados Unidos se recuperó y roza máximos históricos. No ocurre lo mismo con el dólar, que cae a plomo este 2025 y está en los niveles más bajos desde 2021, pues está atenazado por otros factores, más allá de los aranceles: la sostenibilidad de la deuda de Estados Unidos y la independencia de la Reserva Federal. Las últimas caídas del dólar, hasta 1,17 unidades por euro, se han producido precisamente a medida que Donald Trump ha reactivado la presión sobre la Reserva Federal, esta vez de un modo más sutil. Desde hace unas semanas están trascendiendo los nombres de los posibles relevos de Jerome Powell; descartada por el Supremo la posibilidad del despido, el plan B parece consistir en la erosión de la autoridad.

La creación de una suerte de Reserva Federal en la sombra puede parecer un buen negocio para los intereses a corto plazo de Trump, en la medida en que mueve el fiel de la balanza. Pero un mal asunto a largo. La secuencia de un líder político autoritario socavando la independencia del banco central y desatando la desconfianza del mercado se repite una vez tras otra, desde Argentina a Hungría pasando por Turquía: más allá del eterno pulso entre halcones y palomas, unos tipos artificialmente bajos de forma estructural tienen efectos en las previsiones de inflación. El canario en la mina de carbón será, además del dólar, el bono a 10 años.

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