Opa a Sabadell: defender el interés general sin dinamitar la oferta
Había que extremar al máximo la cautela, pero también es positivo y lógico que el Gobierno no impida la transacción


El Consejo de Ministros acordó ayer endurecer las condiciones que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) impuso a la opa lanzada por BBVA sobre Sabadell. Prefirió hacerlo de forma integral, no a partir de requerimientos parciales. De este modo, autorizó la oferta pública de adquisición con la condición de que ambas entidades mantengan personalidad jurídica y patrimonios separados durante tres años. También que garanticen la autonomía de gestión durante el próximo trienio. El Consejo de Ministros se deja margen para evaluar la eficacia de los requisitos dentro de esos tres años y decidir si se prorroga dos ejercicios más.
En primer lugar, hay que dejar claro que, pese a las dudas esgrimidas por BBVA, la decisión del Ejecutivo de engordar las restricciones de la CNMC es perfectamente legítima, en cuanto basada en el interés general. Según la ley de defensa de la competencia (3/7/2007), el Gobierno podrá “confirmar la resolución dictada” por la CNMC, ya sea con medidas paliativas o autorizando la concentración “con o sin condiciones”, siempre y cuando estas se motiven en “razones de interés general distintas de la defensa de la competencia”. En ello precisamente hizo hincapié el ministro Cuerpo, al concentrar la resolución en la necesidad de garantizar la financiación de las pymes, así como el mantenimiento de oficinas y del empleo. Desde luego, las condiciones del mercado no son ahora las mismas que cuando CaixaBank acometió la absorción de Bankia, lo que avala extremar al máximo la cautela.
Dicho esto, es también positivo y lógico que el Gobierno no dinamite la transacción. De hecho, lo razonable es que BBVA siga adelante con el proceso. El banco ya ha expresado en algún momento del proceso que la opa sin fusión era una posibilidad asumible. En el contexto de una deseable unión bancaria europea, es loable favorecer procesos de concentración que –salvaguardando la competencia– aumenten el tamaño de unas entidades incapaces de compararse en tamaño y competir con otras estadounidenses o las asiáticas. Las integraciones transfronterizas no solo encuentran obstáculos en la generación de sinergias, sino los intereses propios de los países. No hay más que ver episodios recientes como el de la italiana Unicredit en su apuesta por la alemana Commerzbank, varada por el rechazo de Berlín. Parece ponderado aunar la exigencia de competencia, y la salvaguarda de los clientes del mercado nacional, con aspirar al crecimiento de las entidades y a avanzar en el espacio financiero comunitario. Hay mucho trabajo por delante.