Europa debe afrontar el nuevo dilema fiscal
Los países deberían tener en cuenta la inestabilidad política y económica para desarrollar planes creíbles que garanticen la sostenibilidad


Europa pierde velocidad y necesita meter una marcha más. No es un diagnóstico nuevo. El informe de Mario Draghi, presentado el año pasado, ya advertía de la necesidad de emprender reformas urgentes para evitar “una lenta agonía”. El oráculo italiano, exgobernador del BCE y ex primer ministro italiano, recalcaba: “Hemos llegado al punto en que, si no hacemos nada, tendremos que comprometer nuestro bienestar, nuestro medio ambiente o nuestra libertad”.
Las conclusiones de su trabajo seguían el mismo espíritu que el documento elaborado meses antes por Enrico Letta, quien había recibido el encargo de la Comisión Europea para analizar la salud del Viejo Continente y proponer soluciones a sus problemas.
La situación se ha agravado desde entonces. El desembarco de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un fenomenal golpe al tablero geopolítico mundial. El mandatario estadounidense ha detonado una guerra comercial y está obligando a sus socios occidentales a replantearse sus políticas de defensa. A todo esto se suma el recrudecimiento de las tensiones bélicas en Oriente Próximo con un conflicto entre Israel e Irán que amenza con poner en riesgo la estabilidad mundial.
En este contexto, el Fondo Monetario Internacional publicó ayer un informe tras su examen a la economía europea. El organismo sostiene que la situación geopolítica en Europa debilitirá la confianza y lastimará la inversión y el consumo, a pesar de una política monetaria más flexible y de las ganancias de renta que están registrando empresas y hogares.
El organismo presidido por Georgieva señala que los riesgos fiscales y las estrategias óptimas de política fiscal difieren entre países. Y recalca una evidencia: los países con más deuda y menor margen presupuestario necesitan ajustes significativos para mitigar los riesgos crecientes.
Y es aquí donde surge el dilema. La necesaria reducción del déficit plantea disyuntivas, ya que, al mismo tiempo, Europa se enfrenta a una presión de gasto creciente por los intereses de la deuda, el envejecimiento de la población, la transición climática, la seguridad energética y la defensa. Estos gastos están creciendo, además, más rápido de lo previsto. Y, en un contexto de riesgos al alza, los Estados deben acelerar los ajustes presupuestarios para conseguir un colchón fiscal. Los países deberían tener en cuenta esta inestabilidad política y económica para desarrollar planes fiscales creíbles que garanticen la sostenibilidad.