Ir al contenido
_
_
_
_
Escrito en el agua
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuando los pensionistas del Régimen General crecen más que el empleo

Primeras alertas del agravamiento de las cuentas de la Seguridad Social con la llegada del ‘baby boom’ a la jubilación

Un pensionista en un parque de Sevilla.

Después de unos cuantos años practicando el dopaje sistemático de las finanzas de la Seguridad Social, ha llegado el momento de encubrirlo y aplicar dosis crecientes de anestesia política para que la realidad, sobre cuya crudeza alertan la mayoría de analistas solventes, no aflore de repente y ensucie el final del cuento. Pero ustedes deben saber, por efímero que resulte todo cuanto se escribe en el agua, que las primeras alertas ya están aquí: tras años de crecimientos del empleo superiores al de los pensionistas, este año el avance de este colectivo del régimen general sorpasa al de la ocupación. La irrupción masiva del baby boom a la jubilación es el fenómeno, como se barruntaba, que provocará un deterioro súbito de las finanzas de la Seguridad Social.

El dopaje consiste en mantener las cuentas cerca de un equilibrio ficticio con el recurso a crecientes volúmenes de dinero transferido desde el Estado, por considerar que una buena parte de las prestaciones son de naturaleza no contributiva. Pero se atienden con transferencias también buena parte de las que no tienen tal carácter, además de las partidas asistenciales que avanzan con las decisiones políticas de cada año, como el colectivo de pensionistas con complementos de mínimos que se engorda con las alzas de las mínimas.

En 2024 las transferencias del estado superaron los 48.000 millones de euros para atender tanto las prestaciones consideradas impropias como el déficit contributivo del sistema. Solo en los tres primeros meses de este año, el capítulo de dinero procedente del Estado alcanza ya los 9.900 millones, casi un 30% más que en el mismo periodo de 2024. Un capítulo de recursos para hacer frente a los pagos sigue siendo la transferencia desde el Tesoro, con emisiones de deuda recurrentes, generalmente coincidentes con los pagos extraordinarios de pensiones en julio y diciembre. La deuda del sistema supera ya los 100.000 millones de euros, y su servicio es atendido por el Estado dentro del capítulo de gastos financieros.

Y la anestesia política pretende dar por buena esta delicada relación entre ingresos y gastos del sistema de pensiones, y negar que precise de más recursos y reformas adicionales para proveerlos tras las intensas reformas practicadas en los ingresos en los últimos años. Es muy llamativa la ausencia de la más mínima advertencia en el último informe anual del Banco de España sobre los riesgos del sistema de pensiones y el envejecimiento, así como la blandura de la crítica a la política económica, al contrario de las que razonadamente contenían todos los escritos del servicio de estudios dirigidos por el dimitido Ángel Gavilán.

Es de común conocimiento que el último informe anual ha sido corregido por la disconformidad del gobernador, José Luis Escrivá, y parece que la tesis oficial ahora es que el sistema de pensiones no precisa, al menos de momento, de retoque alguno, y que mantiene su solvencia con las reformas cuya paternidad corresponde precisamente a Escrivá, que fue ministro del ramo hasta hace cuatro días. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, en su obligada evaluación trianual, admite que los gastos están en el rango exigido, pero en su opinión sobre las finanzas públicas insiste en que los gastos del envejecimiento, tanto de pensiones como de sanidad, pueden desbordar los ingresos y la deuda pública futura, una apreciación que comparten la mayoría de los analistas que conocen bien el paño. Y en esta misma línea abundará en el nuevo examen al sistema de pensiones que evacuará en mayo de 2026 por requerimiento extraordinario de Bruselas, y que anulará en entregado en marzo pasado.

Las recientes reformas de la Seguridad Social dejan abierta la posibilidad de modificaciones dinámicas, porque por muchas certezas que existan sobre la delicada evolución del número de pasivos y su longevidad, la variable de la marcha de la economía y sus componentes es de muy difícil calibrado. Y aunque de momento no quiera advertirse riesgo, hay ya señales claras de que se avecina una presión sobre el gasto y el ingreso con la llegada al retiro de las cohortes del baby boom de los sesenta.

Ahora se están jubilando los nacidos en 1963, pues la edad media de las nuevas altas es de 62 años, año en el que el número de alumbramientos comenzaba a ser muy voluminoso, y que se mantuvo por tres lustros consecutivos. Así, el número de pensiones crece a ritmos del 1,72% (ahora hay 10,34 millones), y el de pensiones de jubilación un 1,7%: pero en el régimen general, que acapara el 75% de las pensiones de retiro, el avance del saldo es del 2,52%.

La contrapartida, el empleo, que ha crecido a tasas muy elevadas en los últimos años por el avance de los servicios y el incremento de población inmigrante, avanza ya a tasas anuales más moderadas de solo un 2,43%, según la Encuesta de Población Activa. Descendiendo al detalle más cualificado, los asalariados avanzan un 2,41%, y si nos ceñimos solo a los que disponen de jornada a tiempo completo, y, por tanto, de cotización completa, solo un 2,08%. Hay que recordar que la base media de cotización de los asalariados a tiempo completo, el carbón que mantiene en marcha la locomotora, es de 2.543 euros mensuales, frente a los 1.206 de los que tienen jornada a tiempo parcial, cuyo colectivo avanza anualmente un 4,57%.

En los próximos años los pasivos por jubilación acelerarán su crecimiento a ciencia cierta, que hace solo diez años era prácticamente de la mitad que ahora, mientras que la capacidad de resistencia de la pujanza del empleo, es una incógnita, y las señales de agotamiento del modelo han empezado a aparecer en los últimos meses. El perfil del desempeño del número de cotizantes a la Seguridad Social dibuja precisamente una tendencia a la moderación permanente: si ahora los cotizantes crecen un 2,17% anual (en el pasado mayo, pese a ser un mes generoso con el empleo), en los años precedentes rondaban con claridad el 3%.

Lógicamente, ambas tendencias, la de nuevos activos y nuevos pasivos, impactarán en los ingresos y en los gastos, y ensancharán la ya abultada brecha deficitaria del sistema contributivo de pensiones. Por el momento, las cotizaciones avanzan algo más del 7%, y la partida de prestaciones de jubilación algo parecido. Y aunque la cuantía de las nuevas pensiones crece más, y los pagos por incapacidad permanente están desbocados, proporciona cierto alivio que el efecto sustitución (cuantía de la nueva frente a la que causa baja por fallecimiento) se contrae en los últimos trimestres. De igual forma, si una de cada tres jubilaciones es anticipada y de cuantías elevadas, hay un creciente número de demoradas.

Así y todo, la caja de pensiones seguirá necesitando transferencias de dinero público y emisiones de deuda para enjugar sus déficits y pagar las extraordinarias (¡ay, dios salve a las extraordinarias!), bien estaría atender las señales de alarma que aparecen para anticiparse con las delicadas decisiones, que serán, lo quieran o no, contemporáneas de otras decisiones delicadas de gasto. Cuestión de tiempo, de poco tiempo.

José Antonio Vega es periodista.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

_
_